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Omar Franco: De  la risa a la razón, sin marcha atrás
26June

Omar Franco: De  la risa a la razón, sin marcha atrás

Por: Ivón Peñalver

Orgulloso de ser capitalino, amante del beisbol, cercano a su eterno vecino el escritor cubano Leonardo Padura, y fiel a una familia que construyó hace más de una década; Omar Franco - alias Ruperto-  es, sin dudas, uno de los actores más prolíferos de la televisión, el cine y el teatro cubanos de estos días.

Es de las personas que al verlo da deseos de esbozar una sonrisa, que puede llegar a convertirse en carcajada. Lo que no sucede es que pase inadvertido, ya sea por su elevada estatura o por esa manera de acercarse a veces con timidez, pero siempre con la certeza de que el acercamiento no puede ser banal.

Fue su tío Wilfredo Franco, sin imaginarlo, uno de los responsables de acercarlo al mundo de los chistes. Él era una persona muy simpática, con quien de alguna manera conocí a los sonidistas del Teatro Guiñol, allí disfruté de teatro infantil, y esto a  la luz de los años, sí fue mi primera afirmación de cuánto puede existir más allá de la cotidianeidad. El teatro fue como una primera puerta abierta a una imaginación que luego pude ir desarrollando, aún cuando nunca pensé en la actuación como un medio de vida… pero fíjate, así  ha sido.

Ingeniero de profesión, en tiempos de preuniversitario ganó tres competencias nacionales en la práctica de orientación en el terreno. Sí, me sentía muy cómodo con esas asignaturas de encontrar soluciones in situ. Eso y el haber tenido que estudiar tanto cálculo creo que de alguna manera me sirvió para poner bien los pies en la  tierra, aunque por supuesto sé que soñar también ayuda a vivir, pero necesito saber al menos la mayoría de las veces lo que quiero, por qué lo quiero y cómo lograr lo que quiero…

Por otra  parte, sé agradecer todas las experiencias que he vivido, muchos no conocen que  trabajé cuatro años como Ingeniero en la  DAAFAR y en la Antillana de Acero, dos experiencias distintas pero cada una me colmó de toda la responsabilidad que hoy tengo en el escenario. Cada  una me enseñó cómo respetar la improvisación, estoy seguro de que no todo -y mucho menos siempre-,  se puede improvisar por muy buenas intenciones que tengas. De hecho hoy en el escenario cada vez me cuido más de hacerlo, porque ante todo establezco un compromiso con las cosas y por la emoción o el exceso de entusiasmo no me permito echarlas a perder para no abaratar su importancia.

Y esto, además de lo aprendido en la universidad, se lo debo al Maestro Armando Suárez del Villar, que me enseñó a respetar al escritor, como la columna vertebral de cualquier proceso creativo; de ahí, te reitero, evito improvisar en el escenario, y en la televisión me cuido mucho más, porque su alcance es mayor, por tanto exige tener en cuenta quiénes te están viendo: que pueden ser desde pequeños hasta ancianos, hay entonces que cuidar doblemente lo que se dice y cómo se dice.

Omar Franco ha tenido la oportunidad de asumir roles dentro de lo dramático y lo humorístico, y al respecto asume de esta manera esa responsabilidad:

Soy stanislakiano -¡oye qué término!-: necesito una distancia a la hora de asumir una puesta. Siempre me apoyo en los directores tanto a la hora de asumir el drama como el humor. He tenido algunos como Charly Medina que han sido conmigo muy rigurosos, me han hecho estudiar al tiempo de disfrutar, y eso me ha hecho disfrutar más y primero como espectador y luego disfrutar con el personaje.

Hoy Franco exhibe a Ruperto en la pantalla chica,  personaje humorístico que es clave en uno de los espacios más populares  de la televisión cubana: Vivir del Cuento. Ruperto, más conocido como “Ruperto marcha atrás” por su manera de andar, es un rol a la vez risible y remeda toda una época.

 

Omar Franco en el personaje de Ruperto
Omar Franco en el personaje de Ruperto. Foto Roberto Ruiz

 

Es un personaje interesante: ha recibido un golpe en la cabeza por lo cual ha estado 25 años en coma; al despertar la sociedad ha sufrido cambios que él trata de explicar. Es una situación dolorosa, pero está tan bien concebido, que la comicidad nace del hecho en sí.  Ruperto, en un inicio, era un personaje ocasional; luego hacía un programa al mes y en estos momentos es un personaje semanal que las personas extrañan si no lo ven. 

Desde hace dos semanas está en cartelera el espectáculo humorístico-danzario, “Bailando en Cuba, la historia no contada”, y Ruperto es el motivo que desencadena la historia y los espectadores lo han aceptado muy bien. Los cubanos quieren a Ruperto, hasta han hecho suya la frase “a pululu”,  para referirse a su aceptación entre las  féminas. Es impresionante pero este personaje me ha llevado a un nivel de popularidad al que me he tenido que ir acostumbrando, poco a poco, pero que realmente me hace muy feliz.

 

Ruperto en el espectáculo en el Karl Marx
Ruperto en “Bailando en Cuba, la historia no contada”. Foto Roberto Ruiz

 

Y el término feliz para Omar Franco comprende muchas facetas de la vida, entre ellas, la  familia. Se considera un hombre tranquilo, que disfruta siempre que el tiempo le permite de su casa, que fue construida por él mismo. Le place compartir la vista desde un sitio como La Divina Pastora: ama disfrutar de la bahía. También asistir al estadio, aunque cada vez tiene menos tiempo; tal vez ahora haga un mayor esfuerzo tras la satisfacción de saber que dirigirá a su equipo Industriales de la capital el manager Rey Vicente Anglada.

La Habana para él es un gran misterio, desearía  verla más limpia y gusta de contemplar sus construcciones coloniales. También le agradaría vivir en Medellín, claro, sin violencia.  Allí estuve alguna vez y se habla muy bien el castellano… no quisiera saber del sonido de una explosión… a eso le temo tanto como hacer el ridículo. Ahora mismo recuerdo una oportunidad en la que subí a un escenario en una plaza donde el público tenía un tremendo nivel de alcohol:  tuve que recortar la actuación con el dolor de mi alma y viví una gran sensación de fracaso.

Ha pasado el tiempo y Omar Franco se quedó con una deuda: interpretar el personaje de Andoba; posee una psicología intensa de esas que le gusta interpretar. Habría que ver lo que opinan los directores que aún no han hurgado en la inteligencia que esconde este actor que logra moverse de la simpatía al enfado, de la sonrisa a la melancolía, de la risa a la razón… sin marcha atrás.