Por: Virginia Alberdi
La anunciada presencia de Michelangelo Pistoletto, Daniel Buren y Joseph Kossuth en la Bienal revela el poder de convocatoria de una cita que se propone desbordar los tradicionales espacios expositivos y vincular la creación al pulso cotidiano de los habitantes de la ciudad.
Ello se debe a las poéticas que han cultivado y defendido los artistas aludidos, figuras icónicas en la evolución de la visualidad contemporánea por la carga renovadora que han imprimido a su trabajo, el cual compartirán con los espectadores y, de manera particular, mediante talleres con profesores y estudiantes de la Universidad de las Artes y otros centros académicos de la capital.
Pistoletto (Italia, 1933) es uno de los más representativos cultores del llamado arte povera (arte pobre), focalizado en la utilización de materiales de uso diario o reciclados. En esa línea provocó admiración y polémica con La Venus de los trapos, realización de 1968 perteneciente a la colección de la galería Tate, de Londres, consistente en la reproducción del modelo clásico arropado por una retacería textil multicolor.
Pero si hubiera que definir la ruta estética de Pistoletto, lo inscribiríamos en esa gran corriente que recorre el arte occidental de la segunda mitad del siglo pasado: el conceptualismo.
El soporte principal sobre el cual ha trabajado es el espejo. “Con el tiempo —ha explicado el artista— el espejo se convirtió en un instrumento de identificación”. En la Bienal de Venecia, Pistoletto realizó una performance en la que con un gran mazo destruyó una serie de espejos, como para demitificar la superstición que asocia la ruptura de estos a una maldición.
A Daniel Buren (Francia, 1938) se le valora como uno de los más sólidos conceptualistas de la escena contemporánea, especialmente por mostrar, más que el resultado, el proceso mismo de la creación.
Su modo de hacer lleva una firma visual reconocible: la utilización de rayas como las que comúnmente se hallan estampadas en los toldos. Buren aprovecha esa marca gráfica para concebir obras de fuerte impacto visual en el tejido urbano. De tal modo se dio a conocer entre los parisinos de la calle por desplegar a fines de los 60 papeles rayados en las estaciones del metro y otros espacios públicos, acción que fue interpretada como una consecuencia del espíritu de rebeldía del Mayo francés del 68.
Merecedor del Premio Imperial, con el que Japón exalta los más notables protagonismos en la vanguardia artística, y del León de Oro de la Bienal de Venecia, Buren acostumbra a trabajar in situ, es decir, adaptando la creación de determinadas edificaciones y ámbitos urbanos.
El caso de Joseph Kossuth (Estados Unidos, 1945) sí es el de un conceptualista convicto y confeso. Después de egresar de la Escuela de Artes Visuales de Nueva York, se lanzó a fondo por una ruta experimental, en la que él mismo se consideró discípulo del francés Marcel Duchamp y sus ready-mades.
La clarinada de su poética la dio en 1965 con Una y tres sillas, en la que borró los límites entre la representación, la denominación y el objeto mismo.
Desde entonces, Kossuth ha insistido en especular con la naturaleza del arte, asociándose a la lingüística y a la filosofía estableciendo jerarquías con sus participaciones en la Bienal de Venecia y en Dokumenta de Kassel, Alemania, este último evento calificado como uno de los que marcan pauta en la renovación de los lenguajes artísticos en nuestra época.
Fuente: www.granma.cu