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Matrioshkas ruso-cubanas
04April

Matrioshkas ruso-cubanas

Lissette Solórzano funge como curadora, junto a Hilda Barrio, de Érase una vez... una matrioshka, exposición que se muestra en la Galería Espacio Abierto de la revista Revolución y Cultura (Calle 4, e/ Línea y 11, Vedado).

De ensayo fotográfico han clasificado los especialistas esta original muestra que ha querido indagar en el hoy de las familias fundadas a partir de los estrechos vínculos entre cubanos y soviéticos.

“Gracias a su sensibilidad antropológica, dice el crítico Argel Calcines, Lissette –como una matrioshka más– pudo traspasar la intimidad de los hogares y lograr que las madres rusas, por lo general adustas y desconfiadas, le abrieran el corazón para que la fotógrafa jugara a montar y desmontar sus historias personales, una dentro de la otra, como si de ese propio juguete antiquísimo se tratara, hasta llegar a la más pequeña de las muñecas, la que no es hueca. O sea, a la esencia”.

En Érase una vez... una matrioshka, Lissette Solórzano se apoya en retratos en blanco y negro, donde destacan los matices grises.

Para Lissette Solórzano, la fotografía es su proyecto de vida “donde confluyen los avatares y conflictos de la cotidianidad y mi sentir de artista como parte efectiva y actuante en esta sociedad. Más allá del mero acto de una denuncia acato la responsabilidad y partiendo de lo artístico trato temas definitorios de lo contemporáneo y lo social: los símbolos, los íconos, las creencias religiosas, la emigración, la nueva sociedad de consumo, el dólar, el pensamiento y el reflejo de nuestra identidad”.