Cuadernos Papiro. Desafío y acto de fe

Situada en una hermosa casona del casco histórico de Holguín, no hay modo de pasearse por entre las vetustas maquinarias y los pliegos de papel "húmedos todavía" que cuelgan de las tendederas, sin tener la impresión de que se ha viajado en la máquina del tiempo.

La editorial Cuadernos Papiro disfruta de una singularidad distintiva por más de una década. Situada en una hermosa casona del casco histórico de Holguín, no hay modo de pasearse por entre las vetustas maquinarias y los pliegos de papel —húmedos todavía— que cuelgan de las tendederas, sin tener la impresión de que se ha viajado en la máquina del tiempo, de que nos estamos asomando a un rincón del Génesis, similar al que habitó el flamenco Carlos Habré cuando imprimió su Novena y su Tarifa, las dos piezas inaugurales de la tipografía cubana.

Esto y más es posible imaginar cuando se ingresa a ese voluntarioso y regocijante espacio de creatividad.

Como todo sueño inicial, comenzó sin recursos ni infraestructura. Sus fundadores, en los años noventa del siglo pasado, cometieron la hermosa locura de montar un taller de papel manufacturado. Aquellos agudos tiempos de crisis requerían de urgentes soluciones para proveer a los artistas plásticos del soporte idóneo para sus obras de arte. Comenzó entonces un proceso de fabricación manual, laborioso y ecológico de papel. Hoy se producen más de cuarenta tipos de papeblanco, de color y reciclado con fibras diversas, que cumplen con los más estrictos parámetros de calidad y resistencia. Para hacer este papel no se corta un árbol, no se daña la naturaleza.

Al cruzar el 2000 se aprovechó el desmantelamiento de tantas viejas imprentas por el cambio tecnológico que impuso la era digital, y se adquirieron para el local hermosas máquinas de tecnología norteamericana de finales del siglo XIX y principios del XX, con el doble objetivo de hacer libros y de exhibirlas en un naciente museo vivo de las artes gráficas.

La perfecta unión entre el papel hecho a mano y la vieja maquinaria puesta en funcionamiento gracias a la inagotable inventiva criolla parió Cuadernos Papiro, un sello editorial que nació bajo el signo del amor, con su primer título: Cartas amadas, una recopilación de las misivas de los patriotas cubanos de las guerras de independencia a sus esposas.

Se conformó así una proyección total: casa editora y taller de papel manufacturado reunidos en un increíble ciclo de producción. El resultado son obras de arte que al abrirlas te transportan a las primeras épocas del mundo editorial.

Con todo esto, Cuadernos Papiro no puede ser un sello normal. Este proyecto para el siglo XXI no solo batalla por poner sus libros en el mercado de la cultura. Además de una política editorial, exigen una ética y una “política emocional” en sus creaciones. Su objetivo es confeccionar “libros-arte” sobre papeles hechos a mano, empleando máquinas de impresión de los siglos XIX y XX y tipografías del siglo XVIII.

Las tiradas se limitan a cien ejemplares numerados, y cada libro es diseñado por importantes artistas de la plástica.

Lo de Papiro entonces es, al mismo tiempo, desafío y acto de fe. Desde su nombre mismo proclama que los primores de la artesanía y los rigores del oficio —el acabado, la factura, la textura de un papel, la originalidad de un diseño de portada— son elementos que invitan a la lectura o pueden estimular, al menos, la naciente afición de un coleccionista.

Artistas y artesanos, apasionados por un proyecto se reúnen bajo la advocación de unos versos de Silvio que cuelgan de la puerta de la única oficina en todo el espacio: “Absurdo suponer que el paraíso es solo la igualdad, las buenas leyes. El sueño se hace a mano y sin permiso, arando el porvenir con viejos bueyes”.
 

Su objetivo es confeccionar “libros-arte” sobre papeles hechos a mano, empleando máquinas de impresión de los siglos XIX y XX y tipografías del siglo XVIII. Las tiradas se limitan a cien ejemplares numerados, y cada libro es diseñado por importantes artistas de la plástica.