Pasar al contenido principal
El Caribe, uno y múltiple
07December
Artículos

El Caribe, uno y múltiple

Entre julio y noviembre de 2012 se llevó a cabo en Aruba el encuentro bienal Arte Contemporaneo di Caribe, por primera vez en la región, auspiciado por el Ministerio de Cultura de esa nación caribeña, la UNOCA, así como por la Fundación Piet Mondrian de Holanda, entre otras organizaciones a ambos lados del Atlántico.

El evento, ideado para fortalecer lazos entre creadores del conjunto heterogéneo de estas islas, contó con la curaduría general de José Manuel Noceda (Cuba) y la colaboración de un grupo de curadores invitados: Orlando Britto (España), Barbara Prézeau (Haití) y Alejandro Mendoza (Estados Unidos), quienes tuvieron a cargo la concepción y realización de talleres y exposiciones encaminadas a brindar un panorama múltiple de expresiones que cada día cobran mayor importancia en sus contextos locales y en otros ámbitos del planeta.

Los talleres estuvieron a cargo de Gloria Bryce (Aruba), bajo el título Arte Bibo y René Francisco Rodríguez (Cuba), quien denominó a su espacio Con el mismo sabor a boca. Mano a mano. Tomando en cuenta la participación de varios grupos de artistas e interesados, ambos creadores departieron sus experiencias e inquietudes y guiaron sus respectivos auditorios hacia la conformación de obras en múltiples expresiones.

Entre las exhibiciones resultó de fuerte impacto urbano Giants in the City, una serie de 25 esculturas inflables instaladas en áreas públicas de Oranjestad, entre las que se destacaron las realizadas por José Bedia (Cuba-Estados Unidos), Edouard Duval Carrié (Haití) y Alejandro Mendoza (Estados Unidos), en alusiones simbólicas a personajes mitológicos, animales fantásticos y reales, y elementos abstractos. Dotadas de grandes dimensiones y un intenso colorido en contraste armónico con árboles, mar y la naturaleza agreste propia de ese territorio autónomo del Caribe holandés, las esculturas permanecieron fijadas al suelo para un mayor contacto con el público.

Por otra parte, Haití sorprendió con una exposición fotográfica de Josué Azor, cuyas obras en blanco y negro, alejadas un tanto de los tópicos al uso sobre la nación caribeña, mostraba con belleza inusual algunos elementos de su contexto desde otra perspectiva.

La muestra más ambiciosa de todas resultó Happy Islands (25 artistas de 14 países bajo un título de tinte humorístico), que ofreció una visión panorámica de tendencias, preocupaciones y de caminos transitados y en vías de iniciar. En su nómina se hallaban: de Aruba,Ciro Abath, Nelson González, Glenda Heyliger, Stan Kuiper, Osaira Muyale, Ryan Oduber y Ken Wolff; de Barbados, Annalee Davis y Sheena Rose; Sandra Ramos y Susana Pilar Delahante de Cuba; David Bade y Tirzo Martha de Curazao; de Guadalupe, Joëlle Ferly; de Guyana, Hew Locke; de Haití, Maksaens Denis; Ebony G. Patterson de Jamaica; Jean-François Boclé de Martinica; de Puerto Rico, Charles Juhasz-Alvarado y Marxz Rosado; de República Dominicana, David Pérez Karmadavis y Jorge Pineda; de San Martin (Francia), David Gumbs; Kurt Nahar y Marcel Pinas de Suriname; y Nicole Awai de Trinidad y Tobago.

Fueron programadas también exhibiciones personales como las de René Francisco Rodríguez (Cuba); Party monster museum, del venezolano Luis Salazar; Territorios en fuga, de Alida Martínez (Aruba) y Conexiones insulares, de la artista Yapci Ramos (Islas Canarias).

La realización de este evento, a lo largo de cinco meses de 2012, satisfizo expectativas curatoriales y de comunicación con un público interesado en relacionarse con recientes producciones de un contexto cada vez más expandido en sus concepciones sobre la naturaleza del arte y su rol en sociedades emergentes.

El Caribe de principios de siglo es otro en muchos sentidos, aun cuando conserve rasgos que lo han visibilizado durante décadas, siglos, a los ojos de visitantes y de los propios habitantes de sus regiones. Pero no hay dudas ya de que las transformaciones progresivas, permanentes, de su variada producción simbólica lo sitúan dentro del campo de acción de las nuevas vanguardias latinoamericanas, ya sea mediante apropiaciones legítimas de todo el acervo contemporáneo a nivel global, o de búsqueda de componentes únicos de expresión que impidan, de algún modo, la formación de estereotipos para satisfacer expectativas en lo curatorial o de mercado.

Aun cuando los resultados formales en términos de materiales, color, oficio, modos de creación, sostienen puntos de contacto con creaciones locales ancladas en fuertes tradiciones, algunas de indudable matiz ancestral, las propuestas caribeñas de principios del siglo xxi evidencian los cambios que sus creadores asumen con mayores libertades cada día, en sus intentos por expresar con rigor, profesionalidad, inteligencia y emoción aquello que piensan y sienten en sus respectivos contextos.