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El regreso lírico de La viuda alegre
27November
Artículos

El regreso lírico de La viuda alegre

El estreno por el Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín de La viuda alegre, famosa opereta de tres actos, con música del compositor austrohúngaro Franz Lehár y libreto a partir del original en alemán de Victor Léon y Leo Stein, constituye uno de los acontecimientos más relevantes de la cultura holguinera y del lírico cubano en este 2019.

La viuda alegre es, lo que podríamos llamar, un peso pesado en la compañía, una pieza antológica en su repertorio. La puesta holguinera fue estrenada en 1971 y siguió en repertorio, hasta 1988. En 1979 fue calificada como “un éxito indudable” en la presentación realizada en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana. Entonces la Orquesta la dirigió, junto a Fabio Landa, el propio maestro Rodrigo Prats, uno de los autores más importantes del teatro lírico nacional, junto a Ernesto Lecuona y Gonzalo Roig.

 

Presentación de La viuda alegre por el Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín

 

Esta esperada puesta –que sufrió varias posposiciones en las fechas de su estreno, buscando la perfección de los detalles– fue presentada recientemente en el Teatro Eddy Suñol, como parte de las actividades por el 80 aniversario del coloso artístico holguinero. Llevarla a escena es portar una tradición consabida, que hace rememorar las actuaciones de Camayd como en Conde Danilo o de Náyade Proenza y María Luisa Clark como la viuda Ana de Glavary, pero es revivir y hasta insuflarle cierta contemporaneidad a una obra que se caracteriza por una trama disparatada, divertida, basada en enredos y peripecias, y por momentos insulsa, como cualquier telenovela de turno: una joven viuda, Ana de Glavary, ha heredado varios millones, pero de casarse con un parisino su fortuna abandonará Pontenegro, creando la ruina nacional, por lo que, alentados por el barón Mirko Zeta, embajador de ese ficticio país en París, varios pontenegrinos la seducen. Pero ella le interesa una antigua pasión, el conde Danilo Danilovitsch, quien jura demostrar que no se casará con ella solo por su fortuna, sino por amor. Lo demás aquí es enredos, peripecias, y eso sí, muchas infidelidades conyugales.

Frívola, puede ser. Cargada de inverosimilitud, también. De por sí –y esto debemos subrayarlo– la opereta es un género musical animado y peculiar, cuya característica fundamental consiste en contar con una trama inverosímil y disparatada, a partir de diálogos hablados y canciones entre los que se intercalan historietas, llamadas couplets por los franceses, y bailes como la zarzuela o el cancán (como sucede en La viuda alegre). Se desarrolló en París primero y en Viena, Austria, después, a lo largo del siglo XIX. La viuda alegre, estrenada en 1905, no deja de poseer estas características del género.

 

Presentación de La viuda alegre por el Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín

 

La puesta holguinera, con dirección general de María Dolores Rodríguez y artística de Abel Carballosa, respetó la obra original, su concepción escénica, en buena medida la trama que desarrolla, la propia hilaridad que la peculiariza, aunque matizando varios parlamentos. Más allá de revisitar el género, lo homenajeó, cuidando cada detalle. ¿Cómo hacer que una obra como La viuda alegre, creada para el gusto y la diversión del público vienés de 1905, pueda interesar a los espectadores contemporáneos en Cuba? En ello interviene –más allá de La viuda… como obra de arte, como opereta clásica llevada a escena y grabada muchísimas veces en varias partes del mundo– la dirección artística, la puesta en escena, la espectacularidad que de por sí porta la obra, lo atractivo que llega a ser el desenvolvimiento dramático, la calidad de las actuaciones… No es una típica zarzuela, una gran ópera, sino un divertimento operístico, con una historia que, en su esencia, puede ser bien contemporánea, cotidiana, pero que por eso no deja de ser frívola, superficial, palaciega, casi vodevilesca.

 

Presentación de La viuda alegre por el Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín

 

El “Rodrigo Prats” se ha caracterizado por las excelentes voces de sus intérpretes, los más jóvenes salidos de las aulas de la Filial de Canto en la Universidad de las Artes en Holguín. Los intérpretes de La viuda alegre lo hicieron lo mejor posible. Combinaron la actuaciones –algunos, claro está, mejor que otros– con el dominio de sus voces. A veces mejor, otras con falta de expresividad, matices, fuerza… El conde Danilo, interpretado también por el versátil y experimentado Alfredo Mas, estuvo en la piel del estudiante Carlos Manuel González, quien lo supo sacar adelante con dominio y gracia, cuando muchos pensaron que un personaje como este le quedaría amplio al joven. A Carlos Manuel hay que agradecerle también la valentía con que asumió al conde.

La viuda –sobre su personaje recae buena parte del peso de la obra– fue interpretada por una atractiva Yuliannis Sánchez, que nos ofreció un personaje agradablemente frívolo y en buena medida superficial, como amerita, intentando subrayar en el escenario el binomio necesario: el canto y la actuación. En lo particular, destaco al ya veterano Alfredo Calzadilla, como el barón Mirko Zeta, en lo que fue una clase de versatilidad escénica. El resto del elenco –el personaje de Niegus es aquí una delicia– le aportó su parte de diversión, desenvolvimiento y gracia a una obra que posee esos matices.

 

Presentación de La viuda alegre por el Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín

 

Por otra parte, el “empaque” es visualmente atractivo, sugerente, uno de los grandes logros de la puesta, remitiéndonos al París de plena belle époque. Alejandro de la Torre realizó el diseño de vestuario y escenografía cuidando los más pequeños detalles de manera casi artesanal. Cada traje, especialmente los de la viuda, fueron trabajados velando las telas y la pedrería, los cambios de las modas de la época… La embajada de Pontenegro en París y la mansión de la viuda, con su jardín cómplice de infidelidades y rejuegos, adquieren una verosimilitud –dentro del género, claro– que el público agradece.

Es necesario subrayar también el trabajo coreográfico de Millán al frente del ballet del Lírico, la dirección coral de Damaris Hernández –vemos incluso al coro incorporarse a las coreografías–, y la dirección musical de Oreste Saavedra, dirigiendo la Orquesta de Cámara de Holguín y músicos invitados. Oreste alternó batuta con el joven Edel Almeida, para interpretar desde el foso del Eddy Suñol las compasiones que Lehár creara; sin dudas un lujo contar en las presentaciones, como antaño, con música en vivo.

 

Presentación de La viuda alegre por el Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín

 

Fotos: Wilker López