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La danza invade el Centro Histórico habanero
05August
Artículos

La danza invade el Centro Histórico habanero

Como cada año, desde 1996, en el Centro Histórico de La Habana, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1982, la compañía Danza Teatro Retazos, la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHCH) y el Ministerio de Cultura, con el apoyo del Centro de Teatro de la capital cubana, organiza este megaencuentro dancístico que contribuye al enriquecimiento del acervo cultural de los habitantes de la ciudad, así como de visitantes temporales que la transitan y admiran.

Su finalidad primigenia es la de promover la danza. Denominado Habana Vieja: Ciudad en Movimiento, pudiera calificársele como diferente e insólito. Se trata de aproximar al espectador a una combinación de manifestaciones artísticas inspiradas en la historia local y nacional, la arquitectura y el diseño artístico de uno de los enclaves urbanos más hermosos del mundo. Permite la cobertura de un amplio espectro de tendencias y manifestaciones artísticas, exposiciones y conciertos, presentaciones de videoarte y otras acciones performáticas con incorporación de jóvenes talentos. Propone el desarrollo profesional mediante cursos, talleres, conferencias y materiales audiovisuales establecidos en una diversa programación colateral.

El intercambio de ideas y experiencias artísticas entre los pueblos, con el compromiso expreso de difundir y preservar sus diferentes lenguajes y culturas, ha permitido la integración en el Circuito Internacional de Ciudades que Danzan, fundado en Barcelona en 1992, el cual incluye numerosas urbes de Europa y de las Américas, con el objetivo manifiesto de obtener una plataforma sólida de intercambio.

El evento se propone motivar a las compañías a la creación coreográfica, inspiradas en los espacios arquitectónicos donde se desarrolla, enfocada hacia el transeúnte, para que se convierta en un coprotagonista, interactúe con el espectáculo propuesto y descubra nuevos espacios que incentiven y difundan la creación coréutica como lenguaje universal.

Este observador no pudo cubrir siquiera la mitad de la intensa programación, aunque asistiera desde horas tempranas a bien entrada la noche.

La participación foránea fue muy nutrida. Pudimos constatar las heterogéneas muestras de veintiuna agrupaciones dancísticas provenientes de Estados Unidos, España, Francia, Gran Bretaña, Noruega, Suecia, Polonia y Suiza, y siete latinoamericanas (México envió más de veinte conjuntos). El país anfitrión sumó alrededor de treinta de la capital y de otras seis provincias.

Hay que imaginar la logística para coordinar las presentaciones con precisión cronométrica limitadas a no más de diez minutos, con desplazamiento de artistas y público por el perímetro urbano. Una juvenil agrupación llamada Tropazancos, con su propia banda musical, guiaba festivamente a los espectadores.

Uno de los momentos más anhelados de este multitudinario espectáculo público lo constituyó la realización de la edición catorce del Festival Internacional de Videodanza Habana: movimiento y ciudad, que festejó el aniversario 500 de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana. Contó con una muestra especial de catorce materiales audiovisuales en los que la capital cubana fue la principal protagonista. Importantes creadores llegaron desde otras latitudes y ofrecieron una breve panorámica del quehacer actual de este tipo de creación en el mundo, entre ellos el canadiense Marites Carino, los franceses Emmanuel Tussore y Annie Auchere Aguettaz y el colombiano Helbert Antia. La participación cubana sorprendió, tanto en cantidad y calidad, particularmente con las obras presentadas por los coreógrafos y bailarines Beatriz García y Raúl Reinoso con el apoyo musical del joven compositor Pepe Gavilondo. 

Dayamí Rodríguez exhibió su obra Inside, ganadora del VI Premio Tecnologías que Danzan 2018. Esta realizadora de la oriental provincia de Holguín fue merecedora de la beca de creación del pasado año.

Se pudieron apreciar los títulos más laureados de la prolífica filmografía de la cineasta española Isabel Coixet, capaz de aunar estilización con intensidad, llevadas ambas hasta el extremo.

Lo multidisciplinario estuvo muy presente, por lo cual el evento se mantiene como el festival de las artes escénicas cubanas con mayor convocatoria. La presencia internacional y nacional tuvo menor cuantía que en años precedentes dada la situación económica que afronta el país. Sin embargo, esta medio-milenaria Ciudad Maravilla supo abrir sus puertas al mundo con la más cálida de las acogidas, como acostumbra a hacerlo siempre.

La maestra Isabel Bustos Romoleroux, Premio Nacional de Danza 2012 y directora de Danza Teatro Retazos por más de tres décadas, se empleó a tiempo completo a la producción íntegra de este festival con el apoyo de un equipo eficiente y vocación desvelada de promover el vínculo entre los moradores de la ciudad y su hábitat, siempre a través del movimiento. Romper la inercia es el lema de esta creadora, como anualmente lo atestigua con su pieza para abrir y cerrar la fiesta citadina. Con ella confirma que a la cultura cubana hay que impregnarle  novedad, entusiasmo e inspiración. «Hagamos de esta capital —afirmó Bustos— el centro del revuelo cultural, aunque luego volvamos a aterrizar. Pero para eso ya habrá tiempo».