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La Joven Estampa
09October
Artículos

La Joven Estampa

Constatar que los jóvenes identifican aún la Casa de las Américas como un espacio para su temprana promoción y reconocimiento, es una satisfacción para quienes iniciaron hace medio siglo este proyecto y centro cultural. Y es que para los jóvenes –ese ingente sector poblacional de fronteras temporales a veces poco definidas– constituye una necesidad mostrar su capacidad de imaginar, de hacer. Desde los tempranos años sesenta,1 Casa de las Américas convocó al Concurso de Grabado Latinoamericano.2 Surgió entonces un interés por la producción gráfica de la región, y por conocer a fondo qué estaba aconteciendo con las diversas técnicas y soportes. Ya en la primera edición de La Joven Estampa, jóvenes artistas como el argentino Norberto Onofrio, los cubanos Antonia Eiriz, Ángel Acosta León, Alfredo Sosabravo, Carmelo González y Lesbia Vent Dumois, el uruguayo Luis Camnitzer y los mexicanos Arturo García Bustos y Celia Calderón, pudieron mostrar sus producciones. Tres años después, en 1965, el certamen fue nombrado Exposición de La Habana en sustitución del anterior, y constituyó un momento decisivo en la promoción del grabado latinoamericano y caribeño en nuestro país, aunque en ocasiones incluía también exposiciones colaterales de grabado internacional.3 Con una frecuencia anual, y hasta 1970,4 la Exposición de La Habana mostró el trabajo de artistas consagrados como Antonio Berni (Gran Premio, 1969) y emergentes como el brasileño Artur Luiz Piza (Premio, 1965), el argentino Antonio Seguí (Gran Premio, 1966), los uruguayos José Gamarra (Premio, 1966) y Miguel Bresciano (Premio, 1967, 1969 y 1970), o el cubano Rafael Zarza (Premio, 1968). Figuras (entonces noveles) de gran relevancia en la historia del grabado y el arte latinoamericano. La Joven Estampa continúa, pues, una tradición asentada dentro de los eventos de la Casa de las Américas. El arco temporal que va desde los convulsos años sesenta y setenta –en los que el grabado ocupó un lugar importante en las calles y talleres de gráfica populares–, hasta 1987, cuando concretamente se instituye este Premio, recoge una infinidad de propuestas colectivas y de artistas que constituyen hoy la memoria gráfica de todo un continente. Las obras premiadas en los Concursos de Grabado y en las Exposiciones de La Habana, así como en el nuevo certamen pasa(ro)n a formar parte de la Colección Arte de Nuestra América de la institución, acervo valioso por su diversidad y representatividad. El Premio La Joven Estampa, único de la institución enteramente dedicado a creadores menores de 35 años, acentuó nuevamente el interés por el grabado en nuestro país donde, por esa época, se desarrolló una renovación paulatina entre algunos integrantes del Taller Experimental de Gráfica de La Habana y en las aulas del Instituto Superior de Arte. Es un momento en que el grabado vuelve a llamar la atención: se realizan el Encuentro Nacional de Grabado (1983), varias exposiciones como Grabado Cubano Contemporáneo (Museo de Arte Colonial, 1991) o Vindicación del Grabado (Galería La Acacia, 1994), y se crea el proyecto La Huella Múltiple (1996) que se mantiene hasta hoy. De hecho es sintomático que, en los 22 años que median desde 1987 a la actualidad, La Joven Estampa haya sido, sin proponérselo, uno de los promotores más asiduos del grabado cubano emergente. De las diez ediciones realizadas, han sido premiados grabadores cubanos exactamente en nueve,5 y sólo en la edición de 1995 obtuvo el galardón un mexicano: Demián Flores Cortés. No es de extrañar que los mayores envíos de obras sean entonces de nuestro país, conjuntamente por lo general con México y Argentina, aun cuando la selección final, en cada ocasión, busca mostrar las propuestas de la mayor cantidad de países representados, con el fin de proporcionar una mirada panorámica del grabado en la región. Inspirado en esta idea también destacan otras iniciativas internacionales que hacen de la gráfica el centro de su atención. En Latinoamérica se convocó la Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano y del Caribe (1970-2001) que, en 2004, se convirtió en la Trienal Poli/Gráfica de San Juan: América Latina y el Caribe,6 o megaeventos como Rio-Gravura en Brasil (1999) y, otros como Mini Print en Barcelona y el Arte della Incisione, en Italia. La Joven Estampa 2009 llega pues en un “año cerrado”, año de reflexión y recuento. Los cincuenta años de la Casa como marco, y diez ediciones de historia suponen un compromiso pero, sobre todo, una necesidad de renovar el interés en los más jóvenes. ¿Qué hacer para mantener el atractivo de un evento como éste, más allá del incentivo de un premio en metálico? Desde la propia concepción de la imagen del evento que, como en la edición de 2003 apostó por apropiarse de referentes del look juvenil, La Joven Estampa 2009 asumió otro icono muy usado por jóvenes desde los años sesenta a la actualidad: el tenis de jugar básquet, patinar, bailar breakdance o caminar. La propuesta de Nelson Ponce logró su objetivo eficazmente y atrajo a cientos de jóvenes, no necesariamente artistas, a la Casa.7 Sin embargo, creo que, pese a la inconstancia e inestabilidad del envío postal que permite el arribo de la mayoría de las obras al certamen, o a la poca experiencia de muchos de los participantes, La Joven Estampa continúa siendo una apuesta por el arte gráfico no sólo en términos de exhibición y promoción, sino en el plano teórico y práctico pues incluye un programa de talleres, conferencias y encuentros con los jurados invitados, que propicia la reflexión sobre las carencias y posibilidades del grabado, su inserción dentro del circuito institucional y el arte contemporáneo. Para nadie es noticia que cada vez es más difícil (y raro) encontrar propuestas gráficas dentro de exposiciones de “arte actual”. Pareciera que el vídeo, la instalación, el performance, la fotografía, son los únicos soportes para decir, y cada vez menos la pintura o el grabado son considerados “in”, tanto por artistas como curadores. Entonces éste es uno de los atractivos que mantiene el premio: la posibilidad de que el joven creador haga grabado y pueda ver su trabajo en galería, e incluso ser reconocido cuando aún no ha cumplido siquiera veinte años. En esta ocasión, el Premio La Joven Estampa contó con un jurado de lujo, imbuido del espíritu dinámico que el Año Cinético ha otorgado a la Casa en 2009 y que los artistas Juvenal Ravelo (Venezuela) y Rogelio Polesello (Argentina), así como uno de los investigadores cubanos más acuciosos del arte nacional, José Veigas, lograron mantener. Igualmente estuvo el destacado artista puertorriqueño Antonio Martorell quien, como hace diez años, regresó a la Casa para realizar, junto a un grupo de jóvenes artistas, el Taller Internacional de Intervenciones en Espacios Exteriores: Camino a Casa. Un momento importante dentro del evento lo constituyó el panel “Miradas al cinetismo hoy” que implicó a los cuatro invitados y se erigió como un interesante análisis de los orígenes de esta corriente artística, de la mano (o más bien, de la palabra y la obra) de dos de sus cultivadores. Al mismo tiempo, inició una reflexión acerca de su impronta en el arte latinoamericano actual, la influencia en Cuba desde el punto de vista visual a través de los trabajos del Grupo cubano de arte óptico compuesto por Jorge Fornés, Helena Serrano, Ernesto Briel y Armando Morales, así como de otros diseñadores gráficos de los años sesenta y setenta en el país. Por otro lado, se inauguró la muestra personal La memoria agregada del ganador del Premio La Joven Estampa 2007, Octavio Irving Hernández, que exploró los contenidos y texturas de una técnica experimental como la colagrafía y sus aportes a la imagen del bote, tan socorrida dentro del discurso de la insularidad en nuestro país. La propuesta de Octavio intenta “oxigenar” el uso del icono-bote interactuando con el espacio de la Sala “Manuel Galich” de la institución donde fue presentada, adhiriéndose a sus paredes como naves flotantes, en tránsito hacia otras aguas o embarcaderos. Ahora bien, de los más de 100 artistas de 13 países participantes en el certamen, el jurado seleccionó los trabajos de 45 de ellos, y otorgó el Premio a “Abrir y cerrar los ojos” de Milton Raggi (Cuba, 1991), por “lograr con la sobreimpresión de una frase, un retrato de la misma y un excelente resultado visual”. Asimismo, otorgó una Mención Especial a “Gourmet de satisfacciones artísticas” de Pamela Pazmiño (Ecuador, 1984), y seis menciones: Osmeivy Ortega (Cuba, 1980) por la serie Caribe merecido; Juan Antonio Ortiz Nava (México, 1983) por “Alicia en el país de las maravillas”; Orlando Montalván (Cuba, 1978) por “Doble impresión”; Anyelmaidelín Calzadilla (Cuba, 1975) por “Posteridad”; Andrés Garavelli (Argentina, 1976) por “Puesta a punto de cuatro retratos sin rostro”; y Dióber Escalona Rodríguez (Cuba, 1985) por la serie Los CDR. Pienso que si algo debe reprochársele a La Joven Estampa 2009 fue el poco arrojo conceptual de las propuestas. A la altura de diez ediciones es necesario abandonar los planteos epidérmicos en temas que discurren sobre lo cotidiano, la identidad, la postura del artista. Es como si se priorizara el dominio técnico –loable por demás, que conste- y no se tratara de ir un poco más allá. Continúan haciéndose reconocibles la preferencia por la xilografía, la punta seca y el aguafuerte en determinados países como México, y aunque en Cuba sobresale una pieza como “Doble impresión” de Orlando Moltalván, un gran taco de madera que representa una patrulla policial, también destacan otras propuestas que trabajan con maestría y sensibilidad la técnica serigráfica como “Posteridad” de Anyelmaidelín Calzadilla, o la linoleografía como “Caribe merecido” de Osmeivy Ortega, y otras que exploran nuevas matrices como soporte, en este caso de un CD, como en la serie Los CDR de Dióber Escalona. En cuanto a temáticas recurrentes como el tópico de la (no)identidad, la enajenación que supuso la represión en Argentina: “Puesta a punto de cuatro retratos sin nombre” de Andrés Garavelli, utiliza la impresión offset en chapas de metal, con un resultado visual que pienso pudo haberse elaborado más, independientemente de que sea intencional esa apariencia inacabada, deshumanizada que refiere hasta cierto punto el ejercicio del poder y el terror ejercido sobre el hombre. Por otro lado, llama la atención que los artistas no incorporen el espacio como contenido y posibilidad en su obra. Somos conscientes de lo improbable y costoso que puede ser para los artistas latinoamericanos el envío de obras tridimensionales, pero los cubanos, dada su cercanía y posibilidades de transportación sí podrían hacerlo, y sin embargo no lo contemplan en sus propuestas. Salvo la obra ganadora, casi ninguna de las piezas seleccionadas interactúa con el espacio. De hecho, pareciera que hay una regresión, en este sentido en comparación con ediciones anteriores. “Abrir y cerrar los ojos” del premiado Milton Raggi, discurre desde su título, la elementalidad de una frase sobreimpresa una y otra vez en serigrafía sobre acetato, hasta el uso de los colores rojo y negro –por demás asentados en el imaginario de la nación como fuertes referentes– acerca del peligro de la reiteración, la pérdida del aura en apenas un instante, la indiferencia(ción) o invisibilidad del discurso que puede conducir a un vaciamiento conceptual, y la necesidad de tomar una postura activa o pasiva frente a ello. La pieza es una manera muy fresca de tratar temas de profundas repercusiones éticas y políticas, sin devenir panfleto, creo que hubiera funcionado mejor colgado con una luz roja de fondo para aprovechar la transparencia de cada acetato y su monocromomía, antes que ubicada en el suelo de la galería, aunque quizás del modo supuesto hubiera cambiado su concepto original, y provocado una lectura divergente. El trabajo de estos jóvenes artistas, deja constancia de las posibilidades que aún brinda el grabado como medio. La experimentación de la mano de la tradición hace de este premio una cita imprescindible, el necesario punto de encuentro en el circuito expositivo de la gráfica internacional. Una vez más, tomar la Casa cincuentenaria por asalto para aportar ideas al futuro desde la estampa de los jóvenes de hoy y continuar apostando por el grabado como manifestación, ya sea desde las expresiones más tradicionales o renovadoras, parece ser el camino a seguir. Queda pues fijada la cita: mayo 2011, la Casa y su joven estampa.

Osmeivy Ortega (Cuba)
De la serie Caribe Merecido (detalle), 2009 Linoleografía y grafito / 116 x 75 cm
From the Deserved Caribbean series (detail) Linoleum and graphite

Dióber Escalona Rodríguez (Cuba) Los CDR (detalle), 2009. Punta seca, impresión de CD / 45 x 37 cm
The CDR (detail) / Dry point / CD printing

Orlando Montalván (Cuba)
Doble Impresión, 2009 / Xilografía (matriz) 
Medidas variables / Double Impression 
Xylography (matrix) / Variable sizes

Milton Raggi (Cuba)
Abrir y cerrar los ojos, 2009 / Serigrafía sobre acetato 
164 x 100 cm / Opening and closing the eyes Serigraph on acetate

Pamela Pazmiño (Ecuador)
Gourmet de satisfacciones artísticas, 2008
Serigrafía / Medidas variables / Ed 17/80
Gourmet of artistic satisfactions / Serigraph
Variables sizes

Andrés Garavelli (Argentina)
Puesta a punto de cuatro retratos sin rostro, 2009 / Chapas e impresiones offset
Medidas variables / Set mountaing of four facelees portraits 
Plates and offset impressions / Variables sizes

Anyelmaidelín Calzadilla (Cuba)
Posteridad (detalle), 2008-2009 / Serigrafía / 50 x 70 cm
Posterity (detail) / Serigraph

Cartel del evento (detalle), realizado por el diseñador Nelson Ponce / Event poster (detail)
made by the designer Nelson Ponce