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Retratos en un mundo de retratos
19May
Artículos

Retratos en un mundo de retratos

«Pero no escucho nada. Solo el silencio que da miedo. Tan raro, tan raro, tan escaso se ha vuelto en este mundo que ya nadie se acuerda como suena, ya nadie quiere estar consigo mismo un instante». Con este fragmento del poema «El silencio», del escritor mexicano José Emilio Pacheco, he querido comenzar. Palabras concretas y ciertas que contextualizan y dan fe de la necesidad de este espacio que hoy acontece. Nos hace meditar y deducir que la inquietud que Alejandro Lescay ha plasmado en sus lienzos nos concierne a todos. Lo he reconocido con franca convicción cuando leía los versos del poema y al mismo tiempo miraba los cuadros. 

Silencio es la propuesta que el creador nos convida a compartir, en la que cada obra, cada rostro lleva en sí un mensaje diferente. Cada uno de ellos es un alma y todas a su vez habitan en el propio artista. Para algunos el silencio es ese estado tranquilo en el que puedes oír lo que se mueve en tu interior con mayor claridad. Sin embargo, para otros significa la incapacidad de poder expresarse, una condición en la que la persona se siente perdida y no sabe qué decir o no puede decir lo que piensa. Es entonces que Silencio convoca dos polos: el uno convida a la paz y el equilibrio, la introspección y la verdad del ser; el otro sugiere aplacamiento de la voluntad, censura y violencia. El espectador decidirá, según su exégesis, cómo leer las obras del artista. 

Alejandro experimenta, experimenta y busca, y cada vez se inclina más a la desmaterialización. Sus fondos complejos y obscuros devienen sinfines de fuertes tormentas de ideas. Una realidad cada vez más desfigurada se vislumbra. Puede percibirse el aura de los representados que simulan perderse en una vorágine de manchas que insinúan estados emotivos ocultos. 

La representación visual de cada individuo es un tema central dentro de su obra. Desarrolla su concepto artístico a partir del mundo visual existente. Y sus composiciones denotan cierto acercamiento al encuadre fotográfico, casi cinematográfico, que constituye un elemento clave dentro del concept art. El tema de su arte no es ese mundo de imágenes reproducidas mecánicamente, con un fuerte carácter referencial, sino más bien sigue una ruta distinta, una que se aproxima al comportamiento humano concreto y real, pues las emociones y vivencias son las que hacen reconocer al sujeto retratado. Sobrecoge la expresividad. 

Pero la mención hacia el encuadre fotográfico es importante. Destaca el hecho de que Lescay se sirve de los ángulos en picado y en contrapicado. Los rostros meditan, callan, meditan, buscan, permanecen tácitos, hoscos. Su inducido silencio los hace aparentar una sobriedad absoluta. Sin embargo, en la mirada de algunos se observa un grito profundo de desesperación. Porque fuertes son los gritos del alma que solo se escuchan a través del silencio. El gesto manifiesto en la obra En busca de fe da la idea de demanda de paz espiritual. Se transmite cierta consternación, aunque en otros retratos se muestra resignación. 

Las figuras son expresión de la búsqueda de su propio lenguaje pictórico. El artista ha concientizado sus intereses y ha querido que técnicamente prevalezca el dibujo. En esta ocasión acudió al carboncillo y al lienzo, medios idóneos para canalizar su subjetividad. Pero incluye además otros materiales como el acrílico y la técnica del scratchboard, que le brinda enormes posibilidades. Una vez más se explaya mediante una paleta limitada, yo diría que hoy más que nunca. 

No hacen falta frases retóricas para enunciar lo que la obra por sí sola testimonia. Alejandro se percibe a sí mismo más expresivo que analítico. Le interesa representar la inquietud de lo que callamos, captar el gesto de los secretos que ocultan las almas. Retratos en un mundo de retratos. 

En portada: La luz de victoria, acrilico y carboncillo sobre lienzo, 2018.