Pasar al contenido principal
Reversos: los cuadros tienen más de una cara
10November
Artículos

Reversos: los cuadros tienen más de una cara

Vivimos en un planeta que gira alrededor del sol y también sobre sí mismo como una peonza. Las perspectivas cambian cada día al mismo tiempo que las nubes aparecen, desaparecen o se tiñen de naranja. En algún joyero para niños, perdido en algún desván o colocado sobre la mesilla de noche de algún vecino, una bailarina gira al son de una caja de música. Cuanto más rápido se gira la llave, más deprisa da vueltas la figura. Seguramente, como dicen los exámenes de conducción, a más velocidad menos visibilidad. Y no sólo eso, también cambiarán las formas de los objetos que tiene alrededor. La bailarina verá cómodas más largas o puertas más cortas. Y así, como la tierra baila o un juguete da más vueltas en menos segundos o un ser humano odia y al día siguiente besa, no podemos mirar a un cuadro desde un único punto de vista. Ahí no se encontrará la totalidad de la obra.

Ponemos en el centro de esta historia a Las Meninas. Hay dos historias en el Museo transcurriendo ahora. Una, en su sala tradicional, dónde aquel que se acerque al museo podrá admirar una de las obras más importantes de la pintura española. Al otro lado de la pinacoteca, Velázquez no mira al espectador. Tampoco a la pared, porque no está. Sin embargo una demostración de cómo sería el cuadro  dado la vuelta cuelga de una pared que ha sido pintada de negro por primera vez. En torno a esto gira una exposición entera. Una propuesta ambiciosa, dividida en capítulos, con la colaboración de AXA y dirigida por el artista Miguel Ángel Blanco. Su título es Reversos. Su objetivo, crear un acercamiento distinto entre espectador y obra, una nueva forma de establecer relaciones.

Hablábamos el otro día en este medio sobre la entrevista con Antonio López en el teatro Federico García Lorca de Getafe. En ella, el artista decía: “la emoción es lo más importante (...) en el arte es un misterio”. Y es que, en una pintura, habrá cariño en los ojos de uno al verla y faltará en los de otro. En la siguiente será al revés. En ese revés está la magia del arte. Su entendimiento abarca tantos caminos que no podemos fijarnos tan solo en cómo de verdes están trazados los árboles. En todos esos senderos, está presente aquello que sujeta la emoción. El marco, la madera y los rasguños. Para los artistas, esto también es parte de lo que hace a una obra completa. Lo que se esconde tiene notas y bocetos que cuentan una historia más allá del espectáculo pictórico de delante. Es narrado en uno de los capítulos de la muestra: esto es una trasera. En otro momento, la muestra llega a explicar cómo en esa zona invisible de los museos los artistas necesitaban narrar y tomar apuntes sobre el significado de lo que creaban.

Otra peculiaridad que ofrece Reversos es que entran al Museo del Prado personas que no habían acudido antes a sus puertas. Van Gogh , René Magritte, Lucio Fontana, Sophie Calle  y Max Liebermann son algunos nombres encontrados entre los protagonistas.

Miguel Ángel Blanco entiende que a lo largo de siglos de historia, las obras siempre han tenido polvo. Se han utilizado materiales distintos, los siglos han visto marcos y traseras completamente distintas entre sí. Sin embargo, este pequeño elemento permanece siempre. El artista recogió su acumulación cuando El Prado retiró la Transfiguración del Señor de Giovanni Francesco Penny y con ello hizo tres libros-caja. Con ello se cierra el trayecto, con lo que siempre permanece.

Hoy el Prado nos enseña que los cuadros tienen dos caras e incluso más, porque en alguna dimensión temporal el Diego Velázquez que se presenta de dos maneras en el museo estará ahora mismo pintando la mano de la Infanta Margarita tapado, una vez más, por la trasera.