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Teorías e indagaciones en un espacio expandido
04December
Artículos

Teorías e indagaciones en un espacio expandido

La exposición Campo expandido, exhibida actualmente en la Fundación Migliorisi, muestra obras de tres artistas chilenos contemporáneos: Ricardo Villarroel, Mario Ibarra (Paté) y Antonio Guzmán. A los tres los une el hecho de contar con formación académica en arte y desempeñarse como docentes tanto en esta área como en el campo de la investigación, la que desarrollan en sus respectivas obras: trabajan conceptos teóricos del arte traspasándolos a estudiadas curadurías –ejecutadas también por ellos mismos– y expresándolos en propuestas visuales unidas.

 

Todo lo piensan en conjunto; desde el discurso, la gestión, pasando por el montaje hasta llegar al plano comunicativo, tanto entre las piezas expuestas como en su vinculación con el espectador. Trabajando de a tres establecen un territorio más amplio en su forma y correspondencia, espacio que aglutina en sí mayor diversidad y posibilidad. Como lo explican en la presentación de su exposición, cuyo título remite al concepto de “campo expandido” sellado por Rosalind Krauss (crítica de arte y profesora estadounidense). El mismo se halla basado en la premisa de que la extensión de categorías artísticas como la pintura y la escultura, permite inaugurar y expandir un campo abierto al desarrollo de discursos y prácticas visuales dispares, así como crear nuevas intersecciones que hagan saltar los límites y permitan renovar estrategias de relaciones con el entorno/contexto. En este caso, según los mencionados artistas, una remirada hacia su país, que parece haber desatendido su memoria o que sólo puede ser visto como representación.

 

En su ensayo sobre los simulacros, Baudrillard recuerda un cuento de Borges sobre un mapa tan minucioso (es decir, una representación) que deviene correspondencia biunívoca con el territorio. Basado en esta historia, el teórico francés señala que desde la era posmoderna resulta imposible distinguir los conceptos de mapa y territorio, ya que se ha borroneado la diferencia que entre ellos existía. Insiste, además, en que los receptores de la hiperrealidad desempeñan un papel pasivo; por lo tanto, en ese contexto no existiría una construcción de sentido independiente. Conectados con esa reflexión baudrillardiana, y a manera de restablecer esa supuesta memoria desdibujada de su país, los artistas de esta muestra recurren, en sus planteamientos creativos, a sus recuerdos y experiencias, revalorizando la síntesis entre lo político y lo despojado, lo social y lo personal, lo moralista y lo artístico, pero siempre desconfiando de los metarrelatos que intentan dar un sentido único a la marcha de la historia.

 

Ricardo Villarroel apela a la utilización del fieltro como soporte y evocador de significaciones diversas. El fieltro es un paño cuya característica principal consiste en que para su fabricación no se recurre al tejido, sino al mecanismo de conglomerar, mediante vapor y presión, varias capas de fibras de lana o pelo de animales diversos. Su propio proceso se presenta como una suerte de historias acumuladas. De igual manera, este manto-cobija es intervenido por una serie de troquelados y amarres (ausencias y presencias, apertura y envoltura), figurando/ocultando varias elucidaciones posibles tales como: un territorio devastado por la naturaleza y el ser humano (terremoto social y político), despliegue del fieltro como alusión al campo (en Chile se habla de “paños” de terreno para hacer referencia a la repartición del territorio), y, por último, los fieltros también se muestran como un “paisaje a diario”, en que conjugan su presencia recortes originales de palabras que conformaron titulares de prensa, junto con imágenes capturadas por el artista y transferidas sobre la sugerente textura (texto y contexto).

 

Mario Ibarra (Paté) presenta una serie de pinturas al óleo sobre lienzo, de gran formato, en las cuales la cartografía nacional se ve amenazada por imágenes que hablan de amputaciones, ensamblajes y desastres. Estas pinturas se complementan con una pieza objetual enfrentada, por un lado a su propia representación en un plotter y, por otro, a un vídeo que relata situaciones diversas en escenarios dispares de la fábula personal del artista; así, éste comparte protagonismo con caracteres de la cultura popular chilena. Aunque se perciben lenguajes distintos, Paté asegura: “yo soy pintor, y todo es parte o proyección de mi pintura”. Acepta el principio de contradicción, la duda como metáfora, el cruce como elemento. Sitiado en la idea de tránsito, el eje conectivo de su discurso pictórico es un punto de fuga que posibilita el trastorno de la mirada; un mundo vivencial, el esbozo de un apunte biográfico. Un rasgo que pinta una identidad siempre cambiante.

 

Antonio Guzmán utiliza objetos cotidianos, intervenidos y descontextualizados, con los cuales crea asociaciones simbólicas que generan desconcierto en el input del espectador. Su idea gira en torno a la dislocación del sentido establecido de estos objetos (un mapa de Chile hecho de caramelos), la generación de una metamorfosis de lo matérico (taburetes para niños pintados y alterados) y la proposición de una nueva semántica (imagen de Pinocho como ícono conector) donde la narración infantil es disfrazada, perturbada o violentada. La más inquietante de estas piezas es la intervención realizada sobre la reproducción del cuadro figurativo “Lección de geografía” del renombrado pintor chileno Alfredo Valenzuela Puelma (1856-1909). Los objetos recreados por Guzmán cobran una extraña realidad: existen, pero son diferentes. Sin embargo sus obras no surgen como consecuencia de una crisis de lo visible, sino de la sensación de que la realidad que percibimos se encuentra peligrosamente sujeta, endulzada y encubierta por los códigos culturales. Así, estos tres artistas chilenos intentan recrear su contexto, encontrar nuevos puntos de anclaje a través de los expedientes esquivos del arte. En este sentido, sus trabajos en conjunto –valga recalcar– se abren hacia nuevos campos que, a partir de los problemas de aprehensión del mundo y lo ontológico, se deslizan hacia el planteamiento de una cuestión de compromiso con aquello que los rodea. A fin de cuentas, profundizar en la relación del sujeto con su realidad implica un desplazamiento que enlaza la estética con la ética.

 

Asunción/24/agosto/2010