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Tres expedientes hispano-cubanos
12March
Artículos

Tres expedientes hispano-cubanos

Hoy vamos a extraer tres expedientes. Los tres pertenecen a artistas considerados españoles y, al mismo tiempo, cubanos. No es un acertijo, es que así de complicado es este planeta colmado de fronteras, himnos, escudos y banderas. El primer expediente pertenece a Hipólito Hidalgo de Caviedes (Madrid, 1901-1994), hijo del pintor español de igual apellido. Llega a la capital en 1936 y al año siguiente realiza su primera exposición personal en el Colegio de Arquitectos de La Habana. Lo primero que sorprende al indagar en sus documentos, es la intensa actividad desplegada por el pintor durante su estancia en Cuba que se extiende hasta 1961, cuando regresa definitivamente a España. Sus murales se encuentran por todas partes: en el lobby del hospital “Piti Fajardo”, Colegio de Belén (actual Instituto Técnico Militar –ITM–), Diario de la Marina (Casa Editora Abril), restaurante L’Aiglon del Hotel Riviera, Catedral de La Habana). Esta actividad muralística estuvo acompañada además por la decoración de locales comerciales y residencias particulares, ilustraciones para revistas y retratos. Podría pensarse entonces que su obra carece de valores estéticos y que debemos arrinconarlo para más tarde olvidarlo. Es cierto que su labor en Cuba estuvo apartada, por lo general, del medio artístico; si buscamos información sobre él en la prensa de la época, el pintor aparece mucho más en las páginas de la crónica social habanera que en las especializadas en asuntos de arte. Sus estrechas relaciones con la alta sociedad, explican los numerosos encargos que recibía, pero la calidad indiscutible de sus obras sobrepasa cualquier otro criterio extrartístico. Encontramos aquí un hecho singular, un artista que labora en Cuba durante un cuarto de siglo, hoy es reconocido en España e ignorado en Cuba donde posiblemente haya desarrollado la parte más significativa de su obra. Otro nombre, otra situación. El segundo expediente que extrajimos del archivo, corresponde a Federico Beltrán Massés (Güira de Melena, 1885-Barcelona, 1949), hijo de cubano y madre española, sale de Cuba con sus padres en 1899 al cesar la dominación de España sobre la Isla. Su formación académica se desarrolló en Barcelona y París, y su pintura nada le debe, ni siquiera por referencia, a su país natal. Sólo existe un paisaje cubano pintado por el adolescente recién salido. Algunos críticos españoles lo ensalzaron hasta la exageración mientras otros, al referirse a sus cuadros, los tildaban de “inactuales y decadentes”. La relación con Cuba se limita a la realización de algunos retratos de cubanos residentes en París o de paso por esa ciudad. Sin embargo, al año siguiente de su fallecimiento se realiza en el Lyceum habanero una pequeña retrospectiva compuesta fundamentalmente por retratos. La revista Social siguió de cerca su carrera y con frecuencia publicaba artículos que se encontraban a medio camino entre la reseña artística y la crónica social, en los mismos se anunciaba una próxima visita del artista que según todo parece indicar nunca se efectuó. Transcurrieron cuarenta años y para los cubanos el nombre de Federico Beltrán Massés era desconocido. Cuando el Museo Nacional de Bellas Artes reabre sus puertas en el año 2000, después de una restauración general, en las nuevas Salas Cubanas se incluyeron dos obras de gran formato del artista que hasta entonces muy pocos sabían que había nacido en Cuba. A propósito, hemos reservado para el final al más “cubano” de los tres: José Segura Ezquerro (Almería, 1897-Marianao, La Habana, 1963). Reside en Cuba desde 1921 hasta su fallecimiento, con excepción de una estancia en España entre 1931 y 1935. Al morir era ciudadano cubano y participó activamente en la vida cultural cubana. En el caso de Segura pudiera hablarse de una obra ligada a la generación de la Revista de Avance, de hecho es uno de los participantes en la Exposición de Arte Nuevo que marca el inicio del arte moderno en Cuba. En aquella memorable exposición presenta un óleo titulado La mulatica de las naranjas, y tres dibujos. Su obra posterior se fue inclinando hacia lo comercial y alejándose de los pintores que habían protagonizado los movimientos de vanguardia. El nombre de Segura Ezquerro se fue diluyendo en la memoria del arte cubano hasta que en 1988, los curadores del Museo Nacional de Bellas Artes, Ramón Vázquez Díaz y José Antonio Navarrete, organizaron la antológica exposición La vanguardia. Surgimiento del arte moderno en Cuba donde, entre los participantes que todos esperábamos ver, se incluía a José Segura Ezquerro. Muchos descubrieron a un artista, a otros les sirvió para recordar a un pintor y dibujante que no merecía ser olvidado. El Archivero quiso en esta quinta entrega poner de manifiesto los estrechos vínculos que existieron y existen entre el arte español y el cubano y, sobre todo, la necesidad de investigar en este campo casi inexplorado.

Página de la revista española La Esfera / Page of Spanish magazine La Esfera

Federico Beltrán Massés
Sin título y sin fecha / Óleo sobre madera / Oil on wood / 41 x 30 cm / Colección privada Private collection / Madrid

José Segura Ezquerro
Mujer, 1929

Catálogo de la exposición en 1935 /  1935 Exposition Catalog

Catálogo de la exposición en 1946 / 1946 Exposition Catalog

Folleto editado para la inauguración de sus murales en el Colegio de Belén / Pamphlet published for the opening of his murals at the Belen College