Pasar al contenido principal
César Lucas, el fotógrafo que retrató al Che en Madrid
22November

César Lucas, el fotógrafo que retrató al Che en Madrid

César Lucas es uno de los fotógrafos españoles más importantes. Un hombre muy vinculado con el mundo del arte y sus fotos son el registro histórico de una época. Ha hecho arte de la mayor parte de sus fotografías y ha logrado difundirlas en la prensa mundial.

César, ¿cómo empiezas tú desde muy joven a aficionarte por el mundo de la fotografía?

Viendo fotografías que me llamaban la atención en las revistas, aunque ahora me cuesta trabajo recordar lo que me llamaba la atención de aquellas fotografías. Mi padre tenía una cámara y empecé a juguetear con ella. Luego coincidí con un compañero de estudios que ya era fotógrafo - era un poco mayor que yo y ya trabajaba como fotógrafo-, y me metía con él en laboratorios. Ahí fue donde se me disparó la afición: cuando entré en aquel laboratorio a oscuras con solo una luz pequeña y, de pronto, proyectó una imagen en negativo sobre un papel; lo metió en un líquido y empezó a salir la imagen. Este compañero me dejó una cámara para que practicara. Iba al Retiro, que es un parque muy bonito de Madrid, a hacer fotos de la barca y otras cosas.

Publiqué la primera foto cuando tenía 16 años. Acababa de ver en un periódico - porque mi padre compraba todos los días el periódico- una noticia muy pequeñita sobre un hombre (me parece que australiano) que estaba dando la vuelta al mundo a pie y que había llegado a Madrid. Yo iba con mi cámara a hacer fotos al Retiro y cuando paso cerca de las Cibelecitas veo a un hombre (se me están poniendo los pelos de punta porque lo recuerdo siempre) vestido raro –en aquel entonces todos los hombres iban vestidos de gris y todas las mujeres mayores de negro-. Este llevaba una gorra con pegatinas de colores, escudos por la chaqueta, una mochila, o sea, raro. Estaba hablando con un guardia sosteniendo un mapa; el guardia no le entendía, entonces me acerqué. Yo recibía clases de inglés y las cuatro palabras que sabía me alcanzaron para preguntarle “¿usted está dando la vuelta al mundo a pie?” “¡Yes, yes!” Lleno de nervios hice una foto o dos fotos y me fui corriendo al laboratorio de mi amigo para que me hiciera una copia aunque fuera pequeña.

Luego me fui corriendo al ABC y dije: “Este es el hombre que le está dando la vuelta al mundo a pie”. Me respondieron “Ah, pues muy bien chaval, sube a la oficina para que te paguen”. Me dieron 25 pesetas y al día siguiente se publica la foto y ponen Fotografía César… ¡en el ABC! Todo el mundo me pregunta si tengo guardado el periódico. No, no lo tengo porque la foto la recorté de la página y la llevaba en el bolsillo: la enseñaba a los amigos y, de mostrarla, doblarla y guardarla, se rompió. Pasado un tiempo, cuando ya éramos colegas, del ABC me mandaron un disco con la página.

Ahí fue donde se produjo la explosión; yo tenía en algún rincón algo y despertó. Con ese amigo empecé a entrenar y cuando se inaugura la agencia Europa Press estaban buscando a fotógrafos jóvenes. No les importaba que no tuvieran mucha formación, ellos iban a ocuparse pero necesitaban gente con ojos más frescos, gente joven dispuesta y ahí es donde empiezo con 17 o 18 años.

¿En esa época se hacían fotorreporteros o  reporteros?

En aquella época esa agencia era de locos. Me querían llevar los fines de semana a reuniones y yo me escapaba siempre porque todo el dinero que me pagaban se lo daba a mi madre, que era la que lo requería, pero yo también necesitaba dinerito, y los fines de semana trabajaba por otro lado fotografiando actores. Iba al teatro a hacer las fotos la noche anterior a un estreno, en el ensayo general, y se las vendía a los actores; ganaba un extra para mi bolsillo. Es decir, hacía lo que me mandaba la agencia -que era cubrir actividades que ellos tenían, eventos  (por aquel entonces de política no se hablaba), actividades culturales, pero luego lo mezclaba con lo del teatro, lo de la música.

Ahí se empieza a ver parte de lo que hago y salto al diario Pueblo, que en aquel momento era un periódico donde se hacía reporterismo, muy importante para la época. En ese lugar es donde realmente aprendo a trabajar para los medios, para un periódico: en la lucha por ver si tu foto era la de la primera página de mañana. Te obligaba a tocar un tema y otro y a salir de viaje. Empiezo a tener una actividad, que no me permite hacer grandes fotos, pero sí tener una gran carga en lo cultural, en lo humano, el vivir situaciones que no viviría si no estuviera en eso. Por ejemplo estar en un viaje del Papa a Fátima y ver todo lleno de cristianos que esperaban de rodillas desde dos días antes; estar 10 días después en Cuba viendo los discursos de Fidel Castro que duraban 5 horas y ese tipo de cosas te van formando. Eso y hacer fotografías y ver fotografías. Vas mirando y distinguiendo quién hace un tipo de foto, qué gustó, qué foto te gustaría hacer y al final todo eso lo vas metiendo en la cabeza.

César, has hecho todo tipo de fotografías a todo tipo de personajes importantes durante muchísimos años. ¿Con qué personaje te has sentido más cómodo? Porque en las entrevistas y en los trabajos de tú a tú siempre hay un feeling: gente con la que te entiendes y gente con la que no.

Exactamente, pero no se puede sintetizar en una persona. Primero porque no es lo mismo la persona con la que tú te relacionas en el trabajo cuando tienes 18 años que cuando tienes 30 o 50. Por eso es muy difícil decir cuál es la que más me ha gustado. Te diría que muchísima, y la persona que menos me ha gustado, muchísima. Pero la persona que no me gusta, la olvido. Me quedo en la memoria con las personas que me han gustado, aunque tampoco he tenido malísimas experiencias.

De todas maneras está el ejemplo de la exposición antológica de Marisol, exposición que posee una gran calidad de fotografías, y demuestra que cuando conoces a la persona -que en ese momento era muy importante en el mundo cultural en España- debes conectar muy bien con ella. Al cabo de los años la mayoría de las fotografías de ella son tuyas.

Empecé a trabajar con ella cuando comenzó a hacer cine. Yo estaba en el diario Pueblo y ella salía en el periódico todas las semanas: cuando empezaba a rodar la película, cuando la estrenaba, el día que cumplía años, el día que se estaba preparando para hacer otra película… Era noticia y un personaje mediático que salía todos los días. Ahí empiezo a hacer fotos y todas las revistas quieren sacarla en la portada y yo, sigo haciendo y haciendo.

¿Las portadas de Marisol son tuyas?

Exacto, pero ahora hago un estudio cuando veo las fotos y las analizo. Me sorprenden fotos -y sorprenden a gente cuando nos ponemos hablar sobre ellas o las tenemos delante- y de pronto dicen: “Esta foto parece que está hecha ayer” Y digo: “No, esta foto es del año 69”. Claro, lo he hecho con gente que no la conocen, de otro país. Les digo: “¿Esta foto de cuándo es?” y me responden “Esta foto es una portada de una revista de modas del invierno pasado” y  digo: “No, esta foto es del año 73” y se asombran porque no tiene nada de esa época, no tiene nada que la relacione con la estética de esa época, puede ser de ayer.

Es cierto, yo he visto portadas tuyas antiguas y piensa que son de ayer; o sea, eres un hombre adelantado en el mundo de la fotografía para tu época.

En ese aspecto creo que sí. Siempre he estado mirando más allá y sigo mirando más para delante que para atrás. No me dedico a ir poniendo las fotos en álbumes y mirar cómo hacía las fotos. He tenido muchos colegas de mi época que decían “Yo, las fotos, como toda la vida” Cuando apareció el movimiento digital, empezaron hacer otro tipo de cosas con la fotografía diferentes de lo que se había hecho “toda la vida”. ¿Qué significa toda la vida? La fotografía al principio se hacía en unas placas de cristal que había que empaparlas, por la superficie, por la base; hacer la foto inmediatamente antes de que se secara, revelarla. Era un auténtico trabajo artesanal, de chinos.

Luego la cámara en un cajón y tenía que estar en un estudio. Más tarde la fotografía cambia, y va evolucionando. Cuando la II Guerra Mundial ya había cámaras pequeñas, podía ir un reportero con una cámara colgada y estar en el frente, haciendo fotos y documentando, algo que antes no se podía hacer. Lo que hay que hacer es subirse al tren cuando el tren está parado, no cuando el tren ya va a velocidad porque no te puedes subir. Y cuando empezó la revolución, empezó. Nadie esperaba que fuera a ser así, tan rápido y con esa fuerza. Yo empecé enseguida, con el ordenador, a ver cosas que aquí no existían pero que alguien estaba haciendo y algunos compañeros me decían que eso no querían ni verlo porque iba a durar cuatro días.

¿Cuatro días?

Pero yo quería estar ahí y me compré la primera, aprovechando un viaje que hice a EEUU. Una cámara que hacía fotos digitales, sin películas. Claro que todavía no tenían la calidad, pero veía que era otra forma de hacer cosas, que podías disparar y disparar que era gratis y veías lo que pasaba. Sabía que era un juguete pero no pensé que iba a  hacer los cambios que ha hecho en la fotografía, el cine, la comunicación, en tantas y tantas cosas. Si había un manual o un cambio me interesaba, pero notaba que había un entorno de rechazo porque no usaba la película en el laboratorio, como “toda la vida”. Yo me apunté y a veces tenemos grandes debates sobre el tema.

Sé que, por ejemplo, en el mundo del arte consideran que la fotografía tiene que tener esas características tradicionales. Lo digital ha hecho que la fotografía esté más globalizada; de la forma tradicional, uno hace una foto, saca una copia y no hay más que esa copia. También hay que reconocer que antes la familia llevaba al niño, o a la niña cuando se hacía mayor y ya se vestía de señorita, al estudio de fotografía a que le hicieran una foto para llevarla en la cartera: eso ya no existe. Ahora todo el mundo tiene un teléfono con el que hace la foto - como yo que las hago con un teléfono-, pero eso no quiere decir que sean fotógrafos. Las fotos buenas que hacen falta para la comunicación, la publicidad, las tiene que hacer alguien que esté preparado, que sepa, que tenga ojo.

Cuando en la actualidad uno ve cualquier telediario hay cosas que han pasado en el mundo y que alguien las ha cogido por teléfono, eso sucede todos los días; es decir, nos da acceso a ver cosas que antes no veíamos. ¿Esas imágenes que vemos son como las que habría hecho un buen reportero, un buen cámara? No, pero es que allí – en ese momento que ha durado solo un minuto- no había una cámara; había alguien con un teléfono, y gracias a eso el telediario ha universalizado la imagen, y la imagen genera documentos, genera historia y cuenta la realidad.

Claro, como la que has contado tú durante tantos años.

Lo que pasa es que yo no creo imágenes, la imagen está. Hay un fotógrafo español muy famoso que crea imágenes; él hace como un pintor que tiene el panel blanco y empieza a crear una imagen, a su aire. Salvo los fotógrafos que parten de algo blanco y deciden poner una cosa u otra, mostrar sombra y crear una imagen - mejor o peor, pero la crean-, lo normal de la imagen es que lo que fotografíes esté ahí, exista; que elijas la forma de mirar, el momento en el que la luz es más adecuada, el encuadre…

Ahora me pongo a trabajar con fotos de hace muchos años, en el ordenador, y digo: “Esta foto estaba mal encuadrada, le sobra eso ahí” Y empiezo a hacer toqueteos. “Esta foto está muy oscura, claro, es que la luz era mala, a ver si aclarándola…” También me encuentro con fotos que en su día no tenían ningún interés - porque el objetivo era otro, se buscaba que esa foto al día siguiente fuera la primera página del periódico- y entonces uno hacía 20 fotos y la que seleccionaba era la buena para el periódico, pero había otras que, en ese momento, no te parecían interesantes. Esas se ven hoy con el paso del tiempo, incluso la que era primera página del periódico, y te dices “¿Y esta foto fue primera página del periódico? Pues no le veo yo la gracia. Pero esta y esta…que ni me acordaba de esta foto y esta otra”. Y hago un descubrimiento, porque esa foto ha cobrado vida con el paso del tiempo, el ojo se ha educado de otra forma. Antes la despreciaste y hoy te das cuenta de que tenía un valor, que ha recuperado un valor y con otras ha pasado lo contrario. Una instantánea que en aquel momento era la foto del día la ves hoy y dices: “¡Vaya foto!”

César, quiero que me cuentes - porque interesa mucho a la gente de Cuba y de América Latina-,  de cuando el Che vino a Madrid. Tú eras el único fotógrafo que estaba ahí y tienes fotos de él que son tuyas. No hubo otro fotógrafo en ese momento…

Probablemente de las fotos mías, las más famosas, sean las del Che.

¿De verdad?

La foto del Che la hice 4 días después de cumplir 18 años. Era el año 59, hacía 6 meses que habían entrado en La Habana, y venía a Madrid. Realmente no venía a Madrid, el Che iba a El Cairo, a una reunión que había allí, pero no podía ir directamente desde La Habana. La conexión era La Habana – Madrid, Madrid - El Cairo y la escala en Madrid duró de las últimas horas de un sábado al domingo a las 3 de la tarde. En aquel entonces se sabía muy pocas cosas del Che - no se hablaba mucho aquí de La Habana y de Cuba poco-, pero siempre había una relación - y la hay todavía- muy sentimental con Cuba. Cuba no es como el resto de países sudamericanos o del Caribe, con Cuba hay un vínculo emocional, porque se ha llenado de españoles. He estado en Santo Domingo, en Caracas, pero no es lo mismo que cuando he ido a Cuba.

Cuba es diferente…

Es diferente, he estado 4 veces en Cuba y lo es. Sobre el Che te cuento que un compañero mío de pueblo había estado con él en la Sierra Maestra y ya le había hecho una entrevista a él y a Fidel Castro. Entonces los de la embajada, que le conocían, le dicen que el Che Guevara viene a hacer una escala en Madrid  dentro de 2 días. Él me llamó por si me interesaba hacerle fotos y claramente acepté. Fuimos a buscarlo al aeropuerto, luego lo acompañamos al hotel, lo dejamos allí porque, por supuesto, venía con la hora cambiada y como él tenía hasta el día siguiente a las 3 de la tarde quería hacer una serie de cosas en Madrid. Deseaba visitar la zona de la ciudad universitaria, una plaza de toros, hacer unas compras y entre mi amigo y yo le arreglamos las cosas. Yo conocía al dueño de la Plaza de toros de Vista Alegre, que era el hermano de Luis Miguel Dominguín y al que mataron luego en Colombia. Le llamé - estaba de cacería por Andalucía-, porque era entonces comunista Domingo Dominguín y le dije: “Está aquí Che Guevara, quiere ver una Plaza de toros y lo quería llevar a Vista Alegre”.

Este amigo mío conocía al dueño de Galerías Preciados que entonces en domingo estaba cerrado para ver si podía atenderle. Mandó a su hijo y a un empleado para que le abriera para él atenderle y empezamos la gira. Nos fuimos a la ciudad a las 6 de la mañana, porque dijo “Mañana a las 6 de la mañana”. Entonces a esa hora estábamos ahí como un clavo y nos fuimos a la ciudad universitaria.

La gente me pregunta “¿Y tú qué le decías al Che?” Es que yo tenía esa sensación de respeto, ¿qué le voy a decir yo al Che? Y me dicen “¿De qué hablaba el Che?” Pues tampoco estoy muy al tanto de lo que hablaba porque yo no iba con él hablando, yo me ponía a una distancia porque lo que yo quería que se viera en las fotos era que el Che estaba en Madrid, no que se viera solo la cara del Che.  

Que ya todo el mundo la conocía…

Claro, que se viera la Universidad, el arco del triunfo… pero esa foto no se vio hasta el año 96.

 

Imagen del Che en Madrid tomada por César Lucas

 

 ¿Y por qué tardó tanto tiempo?

Porque el periódico no la publicó. El periódico publicó una carita de él diciendo el Che llega a Madrid pero no dio un reportaje sobre él.

O sea, que estuvo durante muchos años guardada esa foto.

Tan impresionantemente importante, una foto histórica…

Guardada, y sale por primera vez la foto en una exposición que se hizo en Barcelona - de muchos fotógrafos españoles y de una época larga-  y esa foto del Che sorprende porque se ve solo, con el uniforme de militar en una calle que está vacía a las 7 de la mañana del domingo y en la ciudad universitaria, con un letrero y él mirando para otro sitio.  Pero sobre todo el verle solo y en Madrid. Esa foto sorprendió en la exposición porque nunca se había visto. Recuerdo que me llamaron unos compañeros míos de Barcelona para decirme que habían visto la exposición, que estaba fantástica, que tenía que ir a verla porque iba a Madrid y les llamaba la atención que habían visto una foto del Che tomada por mi padre. Y les digo “¿De mi padre? Si mi padre nunca ha hecho fotos”. Es que habían visto que el autor se llamaba César Lucas como yo, pero eran del año 59. Entonces se sorprenden de saber que esa foto la había hecho yo con 18 años. Me lo decían compañeros que me habían conocido con 35 o 30 años. Esa foto se hizo famosa porque nunca se había visto una imagen del Che así y sorprendía, sorprendía además que nosotros hubiéramos estado paseando por la calle con el Che. 

Es que es un hecho insólito…

Pero eso sorprende cuando el Che se convierte en un mito. Después de su muerte recuerdo que los posters y las camisetas con su imagen estaban en las habitaciones de toda una generación y es en aquel momento que el Che se convierte en un mito histórico, pero no en el año 59.  En el año 59 íbamos con él por la calle.

Porque era un personaje normal…

No, no, lo admiraban porque se habían hecho famosos los barbudos. Iba él -y otros dos que también llevaban uniforme y barba- paseando por La Gran Vía y la gente miraba y decía “Mira, esos son los cubanos”, porque era un uniforme que no conocían y barbas. Incluso hay quien dice “Ese que lleva la gorra diferente, ese debe ser Fidel Castro”. A ese nivel se conocía la figura, pero en la cafetería donde estuvimos desayunando, la camarera lo reconoció y me dijo “Ay, este es el Che Guevara, ¿me podría tirar una foto con él?” Y yo le respondo que por mi parte no hay problemas, pero que debía pregúnteselo a él. Lo hizo y él le respondió “Claro, cómo no”.

Sabes que el Che era un hombre muy tierno, muy campechano, no decía nunca que no…

Y ella que estaba en la barra sirviendo, salió y esa fue toda la historia. Pero esa foto que le tomé en la ciudad universitaria -  aunque además de esa he hecho otras fotos, ¿no?- se ha convertido en una foto histórica.

César, ¿cómo ves ahora – que tienes una amplia experiencia- el mundo de la fotografía actual?

En España no ha tenido el respeto y el reconocimiento que ha tenido en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, el fotoperiodismo tiene una relevancia y un respeto muy fuertes; entre otras cosas, porque toda su historia está contada en imágenes. Desde el General Custer y sus tropas, los indios, todo eso está documentado fotográficamente y allí la fotografía se trata con un respeto muy especial.

En España ha habido un momento, que fue en el periodo de la transición, en el que hubo una revolución en la libertad, en lo cultural. Hubo un cambio de la sociedad y sobre todo de los medios de comunicación. Gracias a esa libertad aparecieron diferentes medios de comunicación que habían sido inexistentes antes, una forma de contar la realidad y lo que pasaba y donde la fotografía tuvo una importancia muy fuerte. Tecnológicamente los medios tenían más calidad, las impresoras eran mejores; o sea, la fotografía ocupó un espacio importante en los medios pero no con un buen reconocimiento. Yo fui el primer jefe de fotografía en un periódico…

El País

Y tenía que discutir con el jefe de Internacional o con el Jefe de otra sección y para ellos que un fotógrafo se pusiera a la mesa a discutir, era algo que no entendían. Creían que un fotógrafo era un auxiliar de la redacción: alguien que hacía una foto para demostrar que lo que el redactor contaba era verdad, pero no porque la foto tuviera un valor especial. El fotógrafo servía para que - si iban a hacer una entrevista a un personaje-, le hiciera una foto que demostrara que le habían hecho una entrevista al personaje; no que el fotógrafo va a hacer una foto tan extraordinaria del personaje, que va a contar tanto del personaje como tú en tu texto.

Eso era en general. Y de pronto un fotógrafo dice: “Esta es la foto que debe de ir en primera página” y ellos decían: “Oh, esta foto va en esta página a tres columnas y tres columnas va a ser mucho, es que hay mucho texto” y les digo “Pues habrá que quitar texto, porque esta foto aquí tiene más información que el texto que hay que quitar”: chocabas.

Si empieza una crisis porque los periódicos se venden menos, la publicidad cae y hay que reducir el presupuesto… “Pues, oye en lugar de tres fotógrafos, uno, porque además ya muchas fotos nos llegan de gente que las hace y nos la manda”. Además si alguien va a hacer una entrevista, “Hombre, si tú haces buenas fotos, pues tú mismo le haces una foto, porque total…” O sea, nunca ha tenido la relevancia que debe tener.

También te diré que hoy se hacen mejores fotos que las que se han hecho nunca. Primero ahora mismo hay en Madrid, que yo sepa, 4 o 5 escuelas de fotografía importantísimas, además en internet se pueden ver los manuales de todo. Pero, sobre todo, hay una cosa que es importante: la fotografía solamente se aprende viendo fotos y haciendo fotos. No se necesita la técnica que requiere un arquitecto o quien va a operar un corazón – esos profesionales necesitan sabiduría, técnica, formación y muchas cosas-,  la técnica para hacer fotografías es poca, es el ojo, solo el ojo.

Y la práctica…

Bueno, por eso digo mirar y hacer. Mirar fotografías ahora, gracias a internet –que yo lo admiro mucho-, es fácil. Se pueden ver las colecciones de los mejores fotógrafos que hay en el mundo. Ver fotografía, como no se ha podido ver nunca, es gratis. Hacer fotos de una forma o de otra hasta que te gusten, no cuesta. Antes había que hacerlo con mucho cuidado porque no se podía estar disparando…

Los carretes eran muy caros.

Por eso digo que ahora, en ese aspecto, se ven fotos - si uno se remite a los libros de fotografía de hace años-,  que no son comparables.

César, por último, ¿qué es para ti un fotógrafo, un fotorreportero, un reportero?, ¿qué los diferencia?

Te voy a decir una cosa respecto a la valoración en general de la fotografía de la que hablábamos. No he conocido a ningún escritor, novelista, periodista o poeta al que alguien que lee sus libros le diga: “Me ha gustado mucho tu libro, por cierto, ¿tú cómo lo escribes, con máquina de escribir, con el ordenador o a lápiz?”. No he conocido a ningún pintor que haya contado algún día que cuando hace sus cuadros alguien le diga “Ay, me ha encantado ese bodegón que has hecho, ¿tú qué pintura utilizas o qué pincel?”. Porque se entiende que eso no es cuestión del pincel, es cuestión de la creación, de la cabeza del pintor, de su habilidad, de su experiencia.

Pero a un fotógrafo se le atribuye una parte a él y otra parte a la cámara. Cuando alguien ve una foto, que gusta: “Ay, he visto tu foto que me ha encantado, qué fotaza, ¿con qué cámara la has hecho?” Y le respondes “Con tal cámara” Entonces te dicen “Claro, yo tengo una pero no es tan buena como esa” Yo no le pregunto a Paco de Lucía, que en paz descanse, con qué guitarra toca, porque hay que ver cómo suena su guitarra. Pero en la fotografía se atribuye la  foto buena a que está hecha con una cámara buena, pues mira, yo la hago con mi ojo.

Ahora pongo el ejemplo de si alguien distingue una foto que está hecha con un teléfono a una que está hecha con una cámara: no la distingues. Si vas a hacer una foto de gran tamaño, la del teléfono no da para eso, pero te da para mirar y para captar algo que tú tienes delante, que existe y que existe para todo el mundo, pero no todo el mundo lo ve. Si yo le digo a 4 fotógrafos de ir a la Puerta de Alcalá, no tendrás nunca 4 fotos iguales, porque el objeto está ahí pero cada uno lo ve de una manera, y ve cosas que otros no ven. Es el ojo, el ojo, el ojo…

César estoy encantada de haber hablado contigo, de que me hayas contado tantas cosas interesantes – debes saber que soy una admiradora tuya- y te doy las gracias con mucho cariño por la entrevista que me has dado.