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Habaneros ilustres: Sergio. El hijo de Cintio y Fina
29January
500 Aniversario

Habaneros ilustres: Sergio. El hijo de Cintio y Fina

Para comienzos del siglo XX la Calzada de Jesús del Monte, además de haber perdido aquel esplendor decimonono que le caracterizó, había cambiado de nombre: ahora se le llamaba avenida 10 de Octubre y enlazaba a los nacientes barrios que se extendían a lo largo del centro sur de la ciudad y en los que comenzaban a proliferar vetustos palacetes y edificios de apartamentos con un estilo más moderno.

Atrás quedaba la historia de carruajes y quintas de descanso de la sacarocracia cubana y en su lugar comenzaban a poblar la zona la naciente clase media y los descendientes de los ilustres generales de la guerra de independencia, políticos, hombres de negocio e intelectuales.

Entre estas nuevas familias estarán los Diego, los García-Marruz, los Vitier, los Acostas y otras que aportarán a lo largo del nuevo siglo su impronta a la cultura cubana de modo excepcional. Ellos serán el núcleo fundamental de la vida cultural de aquella zona.

Cuentan que Don Medardo Vitier, el gran pedagogo cubano, no lo pensó dos veces para adquirir una propiedad en el naciente barrio de la Víbora y establecerse allí con su familia a comienzos de los años treinta y ver nacer a sus dos nietos preferidos: Sergio y José María, los mismos niños a los que llevaba a su retiro en la provincia de Matanzas.

Los niños Vitier García-Marruz no distinguían las clases sociales y los colores de piel entre sus amigos del barrio. Sobre todo Sergio que había ganado fama de defensor de las causas perdidas y que recibió más de un regaño por comprarse “broncas” ajenas; pero esa era su forma de mostrar que los amigos eran lo más importante.

Según sus memorias “…contadas al pie de la barra…”, su madre le regañaba por el estado de su ropa tras una broca barriotera pero después le edificaba por su actitud. Pero su momento de mayor regocijo era cuando su abuelo le llevaba a recorrer en La Habana los lugares vinculados con la vida de José Martí; “… el abuelo dejaba de ser el gran erudito y me hablaba con un dulzura increíble… tanto que olvidaba la guerra de pandillas de barrio pactada para ese día…”

El mayor de los hermanos Vitier estaba destinado a seguir los pasos del abuelo, el padre, la madre y su tío Eliseo: ser un hombre de letras; talento y cultura tenía para ello. Sin embargo, sería la música su futuro, sobre todo la guitarra el instrumento al que se apasionó después de descubrir el naciente Rock and Roll y el impacto que causaba entre las muchachas del Instituto de la Víbora.

Si iba a tocar la guitarra no era para ser un simple imitador. No; él debía ser un buen guitarrista y para ello decidió esforzarse al máximo, adquirir todo el conocimiento posible del instrumento y explorar sus posibilidades hasta el infinito, sobre todo si entre los amigos de la infancia y vecinos estaba Noel Nicola, el hijo de Isaac Nicola, el maestro de guitarra más importante de Cuba en esos años.

Pero no será Noel el único compañero de “fechorías musicales”. Sergio pertenece a una generación marcada por la impronta del feeling, una generación a la también pertenecen Martí Rojas, Rey Montesinos y el gran Carlos Emilio Morales. Hombres que comienzan a buscar y a explorar nuevas formas expresivas en el instrumento y que tienen en Leo Brower una suerte de líder natural.

Sergio, a diferencia de los miembros de su generación musical, trae en sus alforjas otra fuerte influencia musical: la africana. Esa que descubrió en su niñez allá en Matanzas, y por la que se convirtió en todo un estudioso de sus patrones rítmicos -tanto de la litúrgica como de la profana-; fascinación que se convertirá en el epicentro de su trabajo futuro, aunque antes pasaran algunos acontecimientos importantes en su vida profesional.

La Habana de los sesenta lo tiene como parte importante de su vida nocturna cuando pasa a formar parte del grupo Los Armónicos que dirigía su tío el pianista Felipe Dulzaidez y en el que coincidirá con músicos de la talla de Rembert Egües, Carlos del Puerto, José Luis Quintana, Changüito, entre otros.

Aunque será a partir del año 1966 que su nombre se volverá obligado como representante de una vanguardia experimental al fundar el grupo Oru del que formarán parte en diversas etapas figuras como Jesús Pérez, Guillermo Barreto, Mercedita Valdés, Orlando “Cachaíto” López, el etnólogo Rogelio Martínez Furé, Tata Guïnes y otros importantes músicos.

Y sin abandonar su trabajo, fusionando lo cubano con lo afrocubano y lo universal en la guitarra fundamentalmente, se incluye en la nómina del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC que dirige su vecino y amigo de la infancia Leo Brower donde completa su formación académica.

Sergio Vitier era un líder natural, es por esa razón que a su llamado para ejecutar y producir música tanto para el cine como para otros formatos, algunos de los más importantes músicos cubanos de su tiempo -y otros más recientes-, siempre estuvieron presentes: le acompañaron y disfrutaron de esa cubanía desbordante que le caracterizó hasta el mismo momento de su muerte en 2016.

Su obra guitarrística, cargada de giros humorísticos nunca resultó aburrida y se le considera uno de los compositores más versátiles de la segunda mitad del siglo XX. El mismo siglo que convirtió a la calzada de Jesús del Monte en una de las calles de mayor vida cultural de La Habana.