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Una puerta en Casapueblo
04May

Una puerta en Casapueblo

En su blanca Casapueblo (Punta Ballena, Uruguay) encontramos a Carlos Páez Vilaró, inquieto creador, pintor cercano a la cultura afro uruguaya.

Páez Vilaró es un constante renovador, con mucho de músico, arquitecto, escritor y soñador: "Lo mío es la obra de un pintor que sale al camino sin saber nadar”, dice mientras nos muestra las maravillas de esta “escultura viviente”.

También confiesa que su amigo “es el sol: él viene todos los días a saludarme cuando sale detrás de la sierra, luego se va a iluminar otros sitios y me dice chao”.

Realmente su obra es espectacular. Tiene un concepto que impresiona, se perciben las reminiscencias gaudianas.
Sí. Gaudí tocó toda la arquitectura, la magia de la creación. Él era más barroco. Yo busco líneas más simples. Gaudí hacía cosas más molduradas. Pero todos, de alguna manera, le hacemos la venia al gran maestro. Y esta casa tiene mucho de España, también. El Concierto de Aranjuez es el himno de la casa. Toda la arquitectura modelada así hace pensar en el gran maestro que era Gaudí, aunque lo mío es la influencia del gaucho uruguayo que hace la casa de adobe, en el sur, la casa de barro. Fue lo que más me impresionó. Haciendo un poco de poesía, me inspiré mucho en el Hornero, el pájaro uruguayo que hace su casa de barro. Pensaba: si un pájaro es capaz de hacer su casa, ¿por qué no puedo viajar yo en el aire….

¿Cómo pasa los días en Casapueblo?
Hasta hoy estamos muy contentos. La casa no está inactiva. Continuamente vienen colegios. Pasaron 300 colegios el invierno pasado. Los chicos dibujan, es fantástico. Y aparte, se ha transformado en un centro de visitas de mucha gente importante que viene a Punta del Este; es como una puerta simbólica. Tengo un sector donde guardo un poco más la intimidad. Yo pinto allí, tengo la cúpula más alta. Y soy muy feliz de haber llegado a los 86 años, con muchas ganas de seguir trabajando. Para ello tengo una filosofía muy especial: el obstáculo es mi mayor estímulo, y lo otro es estar siempre cerca de la juventud, porque la juventud está más actualizada, se las sabe todas. En cambio, el hombre que ya tiene muchos años, como yo, tiene mucho que aprender incluso de los chicos. Conozco chiquilines de seis años que ya manejan la Internet. Otra de las cosas que me dio fuerzas ha sido tratar de no llegar nunca. Luchar por llegar pero no llegar nunca. Porque cuando uno recibe el título, ahí ya se siente que llegó.

ES UNA CASA VIVA
Por aquí pasó un gran estudioso alemán. “¿Cómo puede usted vivir rodeado de estatuas que pertenecen a religiones desencontradas?”, me preguntaba... Yo le dije “bueno, yo estoy acostumbrado a verlas, las quiero mucho”. “No, pero no las siento conversar”, me respondía. Y desde ese día, cuando viene un murmullo raro, me digo “se están peleando”.

LIBROS E HISTORIA
Recorriendo Casapueblo, llena de adornos y obras traídos de sus innumerables viajes por el mundo, Páez Vilaró nos muestra la librería que tiene distribuida por el edificio, con muchos títulos sobre África y Polinesia. Nos muestra Cuentos del África negra, que trata sobre la tierra donde vivió mucho tiempo (incluidos tres meses con Albert Schweizer en su leprosario de Lambarere). También Arte y parte, la historia de su vida, y Entre mi hijo y yo, la luna. La odisea de un padre en la tragedia de los Andes, la lucha de un padre por encontrar a su hijo perdido en la cordillera, en 1972. A sus 86 años, mantiene plenas sus condiciones físicas y mentales, su capacidad para transformar la realidad desde su visión, en palabras.

“No quiero que sientan que soy escritor, sólo que balbuceo mucho”, nos dice, y recuerda los inicios de Casamuseo. “Almorzaba con los operarios, me ayudaban los pescadores, y después se acostumbraron a venir los grandes amigos: Plácido Domingo, Vinicius de Moraes, Juan Manuel Fangio, pintores, Pelé, Omar Shariff, presidentes también, falsos profetas”…

TODO LO FUE CONSTRUYENDO POCO A POCO…
Ladrillo a ladrillo, con materiales de viejas construcciones, de casas destruidas. Estas ventanas quizá originalmente miraban a un cementerio, ahora miran al mar. Siempre obtuve todo a cambio por cuadros. Gran parte de las cosas que hay aquí, las baldosas del suelo, puertas, ruedas, ventanas, diferentes objetos, han sido conseguidas a través de trueques, de un intercambio con las personas que poseían esos objetos, y que recibieron mis obras. La gente fue muy generosa conmigo. En esos principios era para mí muy difícil sostener todo…

Hay una puerta de barco por aquí…
Aquí hay de todo. Esta casa respira por su antigüedad.

Usted nos ha hablado del sol, ¿qué tiene que decirnos de la luna?
Cuando estuve en el atelier de Nueva York hicimos la medialuna. Siempre la veía a través del ventanal del atelier. Pero no era una luna entera sino una medialuna con una estrellita. La luna es misteriosa, la estrellita es la esperanza. Esto era un lugar totalmente solitario. Los amigos que me ayudaron a tener el lugar compraron un sitio y nunca construyeron, tenían miedo de vivir en el acantilado. Ahora ya no conozco ni los vecinos.

¿Cuántos metros tiene usted de construcción?
Yo digo que eso sólo se puede medir con el vuelo de los pájaros. Siempre digo que es un barco quieto, atrapado en los acantilados, pero en contemplación activa.

Hablando de barcos, viajes, ¿cuáles son los países que más tiene en el recuerdo?
Muchos. El que más me tocó fue Tahití. Hice exposiciones en Papeete. Me gusta la gente de Tahití.

En el Caribe, ¿qué islas conoce?
Estuve en la República Dominicana, en Haití…

¿Conoce Cuba?
Fui invitado a una cumbre de los Países No Alineados, pero no pude ir.

El Hotel
La idea de la construcción de la casa nació en 1958. Carlos también quiso hacer una aldea para amigos, para artesanos y artistas, para escritores, para poetas. Y los convocó. Y arrancó con esa aldea. Después surgió el tema económico y de mantenimiento, por lo que tuvo que llamar a unos inversores argentinos a que lo ayudaran con el tema hotelero. Ahí está hoy el complejo, un tiempo compartido. Y hay habitaciones que funcionan como hotel. Está en el mismo predio donde se encuentra Casapueblo. Allí nos recibe Freddy, el joven encargado del establecimiento.

¿Cuántas habitaciones tienen aquí?
En total son 70 habitaciones y apartamentos.

¿Y cuántos son los apartamentos de tiempo compartido?
Son 20 habitaciones y suites. Y 50 son apartamentos que van de 2, 4 y 6 hasta 8 personas.

¿De cuántas habitaciones disponen habitualmente para alquilar?
Depende de la temporada. En lo que son las semanas fijas, como les llamamos, tenemos cierta cantidad de propietarios que vienen todos los años, que ya tienen sus semanas contratadas, y lo que tenemos libre, disponible, pueden ser 3, 5, o 6 apartamentos. Lo que tenemos libre, que es de Casapueblo, se alquila.

¿Qué precio tiene normalmente una habitación para dos personas?
También depende de la temporada. Por ejemplo, el precio más alto es en fin de año, 460 dólares. Después, a partir del 9 de enero, está en 280 una habitación doble con desayuno, buena terraza y vista al mar. En invierno la misma habitación cuesta 135 dólares.

¿Tienen central de reservas o reservan directamente ustedes?
A partir de este año la central de reservas se pasó a Punta del Este. ¿De dónde provienen los turistas? Por lo general argentinos. A partir del año pasado, también llega bastante gente de Brasil.