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Un grupo de «Huellas» en la Bienal
07June

Un grupo de «Huellas» en la Bienal

Por: Jorge Luis Rodríguez Aguilar

 

El ser humano siempre ha sentido pasión por lo inexplicable, por lo ignoto y por lo existencial. Siempre ha procurado encontrar fórmulas que lo ayuden a comprender el misterio de la vida y, en ese desasosiego, se ha reencontrado una y otra vez con el inicio de todas las cosas. Pero quiere la suerte que, a veces, uno sale buscando brozas y encuentra descampados, y sin saberlo descubre que las cosas no son tan terribles y que lo mejor entonces es dejarse llevar y vivir la vida, porque al final, es una sola y hay que aprovecharla. Tal parece que este carpe diem pretende asumir los avatares a como vengan y resignarse a luchar contra lo imposible. Todo lo contrario. Ya en Mayo del 68, amparados por una quimera, los jóvenes soñaron con atrapar lo inalcanzable. Pero el despertar los estremeció y quedaron de plano convencidos de que la realidad no era nueva, porque ya la izquierda venía fragmentada, pero el sueño había sido necesario. El mundo demoraría en despertar y reponerse, y la divisa de esta nueva revolución se convertiría en paradigma y se extendería aquí y allá, descontextualizándose y, en el proceso, revalidando el viejo anhelo del cambio.

 

La juventud siempre ha estado sumida en el mismo dilema. Para todos, el futuro se torna incierto y es principio y causa de las más terribles acciones. ¿Quién alguna vez no ha trazado una línea mirando a las estrellas? ¿Quién no ha cerrado los ojos y se ha visto cinco, diez o más años después, reconvertido y triunfador? ¿Quién no ha intentado atrapar ese momento de felicidad sin querer soltarlo jamás? La vieja sentencia gauguiniana: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?, vuelve a ser entonces motivo de interrogación. Esta vez, como pretexto para la reflexión, un grupo de jóvenes estudiantes de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, la retoman y la convierten en alegoría de su vida. Forma parte de una propuesta que recorre la visualidad desde una postura desprendida, en la que Daniela Águila Travieso, Lucero Rodríguez Iglesias, Daian Estival Carvajal, Alejandro Chongo Soto, Fernando Fernández Tito y Pablo Luis González Galix, encuentran asiento y cuna para recordar el pasado, advertir el presente y cuestionar el mañana.

 

Fotos, objetos, posturas, contemplaciones, se concretan en cada sábana, en cada manta narrada con la transparencia propia de la mirada que quiere construir una lectura única cuando no la hay, porque nadie es dueño más que de su propia vida. Cada uno de estos muchachos ha dejado su huella aquí. Han decidido tomar parte del hoy, sin callarse aquello que parece intrascendente porque, al final, su obra no es más que un recuento de la vida, de la pasión con la cual ellos se enfrentan a su sino y moldean su destino. Es una exposición sui géneris: parte del laberinto, como símbolo primigenio que induce al camino, al no regreso, al desarrollo constante de una idea y de un final. Pero cada una de las paredes del simulado, son cortinas encapsuladas con imágenes que nos recuerdan lo vivido, el paso inexorable del tiempo, lo que ha sido y no podemos desterrar de nosotros. Es interesante ver como un grupo de jóvenes tan bisoños, escarban en su ayer para tejer, con finos hilos de imaginación y ternura, un nuevo sendero con el cual encontrarle sentido a su futuro.

 

Como si desandaran sobre sus mismos pasos, Huellas intenta establecer un diálogo con uno mismo. Es la búsqueda del eterno retorno, de la redención, del rescate de ese tiempo perdido que atormentaba a Proust y que, invariablemente, mortificaba a Joyce. Es el regreso de unos muchachos al vórtice que los hizo partir y que, como Gauguin, se desnudan y dejan volar al extraño pájaro blanco que intenta contener, sin lograrlo, la inutilidad de las palabras vanas.

 

La vida vuelve a ser retratada; vuelve a ser constante. Sea cual sea, la imagen del hombre y sus preocupaciones, como arquetipo, como figura retórica, reaparece. Las insatisfacciones son más que las respuestas porque no bastan las huellas que dejamos; siempre necesitamos explicarnos lo que vendrá.

 

 

Fuente: Cubarte