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Los niños de Chernobil otra vez en Cuba
10January
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Los niños de Chernobil otra vez en Cuba

Por Jorge Fernández Era

 

La exposición fotográfica y audiovisual «Documentos extraviados: niños de Chernobil en Cuba», de la artista peruana Sonia Cunliffe y basada en una investigación de la periodista Maribel Acosta, fue inaugurada en la galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí, con la presencia del señor Guido del Toro, embajador de Perú en Cuba; Abel Prieto, ministro de Cultura cubano; los viceministros Fernando Rojas y Abel Acosta, así como Rubén del Valle Lantarón, presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, y el curador Jorge Fernández Torres.

 

Arte por Excelencias estuvo presente en el primer día de una muestra en la que Sonia Cunliffe toma como pretexto un hecho de finales del pasado siglo que estremeció al mundo y fue el presagio del fin del un «socialismo real» que hasta minimizó el alcance de la explosión en 1986 de un reactor de la central electronuclear ucraniana de Chernóbil, en la antigua Unión Soviética. A través de fotos, documentos, imágenes y la sugerente música compuesta por J. Fernández Acosta inspirada en los relatos del libro Voces de Chernobil, de la Premio Nobel de Literatura 2015 Svetlana Alexievich, la artista narra todo el horror de una tragedia y el inmenso símbolo de la ayuda que significó para las víctimas el ser acogidos por una pequeña isla a más de diez mil kilómetros de distancia.

 

Fernández Torres, en las palabras al catálogo, apunta que la exposición «contrapuntea con lo que es visible o no como experiencia estética, interviene en la manera en que se construyen los discursos a través de los medios de comunicación y abre interrogantes sobre la mutación de una información en dependencia del lugar donde se coloca. Aquí la artista no se obsesiona con representar, más bien presenta un hecho histórico y altera la naturaleza de cualquier relato establecido para entrar en los intersticios que ofrece la vida misma».

 

«Nada es gratuito en lo que hace Sonia —agrega el también director del Museo Nacional de Bellas Artes—. Su interés es subvertirlo todo, de ahí que es muy importante pensar en los espacios y en que las obras respiren libremente en ellos (…) convierte el trabajo de un cuarteto de cuerdas en la altisonancia de una gran cantata oratorio-audiovisual de la vida, la muerte y la desesperación humana. Sin esto, no estoy seguro que hubiera sido posible el arte».