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GISELLE x dos
03March

GISELLE x dos

Por: Toni Piñera/Foto: Nancy Reyes

 

Algo mágico/insólito ocurre con la obra cumbre del Romanticismo y Cuba, desde aquel dos de noviembre de 1943 en que Alicia y la campesina de la leyenda popular germánica recogida por Heine intercambiaron identidades sobre la escena norteamericana. Desde entonces, la bailarina cubana es Giselle y la joven alemana enamorada Alicia, simbiosis de extraña procedencia que las unió para no separarlas nunca. A tal punto que la descendencia escénica de la Maestra sigue sus pasos, y no solo en el protagónico. La magia cubre toda la obra, los diversos personajes y el cuerpo de baile, a pesar del tiempo… El BNC, sin ninguna duda, podemos afirmar, entrega todo su aliento cada vez que la reproduce en las tablas. Como en un calco histórico, es todo Giselle.

 

Así se evidenció cada noche en la magnífica temporada del clásico recién clausurada en el GTH Alicia Alonso.

 

Dos bailarines de calibre en el BNC regalaron, el sábado, un fraseo de altura en los protagónicos: Anette Delgado (Giselle) y Dani Hernández (Albrecht). Un lirismo efervescente, inteligencia en el baile, nivel interpretativo y técnica cuidada al máximo, constituyeron signos muy evidentes de ambos artistas. Ellos, como es habitual, se entregaron en cuerpo y alma y se dejaron llevar en un baile pleno de matices. Más que interpretar personajes ya clásicos, la posibilidad de crear. Es un placer siempre disfrutarlos.

 

Un día antes ocupó las tablas un binomio singular que ya ha dado muestras de intensa conexión escénica: Viengsay Valdés/Patricio Revé en los personajes principales. Consagrada y debutante, regalaron una hermosa función donde se hizo palpable, la plena madurez –en todos los sentidos- de la primera bailarina, quien entregó una de sus mejores Giselle. Contenida al máximo, exhalando el alma en cada paso, seduciéndonos con el mesurado baile: hermosos y discretos balances, gestos…, bordó su actuación de una intensa espontaneidad, y un hálito particular para hacernos vibrar al extremo en su locura/muerte, y en toda la función. A su lado, es menester destacar el potencial interno del muy joven Revé/Albrecht, quien ofreció, en su primera vez, algo que pocas veces sucede, un digno Albrecht, elegante/sencillo, y, sumamente cuidadoso con su compañera, amén de instantes virtuosos en el baile, sobre todo hacia el final del segundo acto. Por supuesto, toca ahora estudiar, reflexionar y trabajar para entrar, profundamente, en la piel del duque de Silesia, y delinear el doble perfil del contradictorio y complejo personaje.

 

GISELLE ES TODO EL BNC…

 

El desempeño del resto del elenco estuvo, en términos generales a la altura. Las reinas de las willis vivieron momentos altos: Ginett Moncho, esa carismática bailarina de fuerza llenó la Myrtha, con su  técnica y la soberbia interpretación, y se observo cómoda en un papel que domina a la perfección. La juvenil Claudia García, en su debut, dejo en claro que es un nombre a seguir en las filas del BNC. Su actuación fue digna de elogio: con una seguridad y técnica precisa: saltos descomunales, fuertes puntas y carácter, convenció al auditorio que la premio con sonoras ovaciones. Myrtha tiene digna descendencia.

 

Berthe, la madre de Giselle, alcanzó dos precisas y sedimentadas bailarinas en el rol: Analucia Prado y Aymara Vasallo, para poner el drama en juego con su quehacer, mientras que en el Hilarión, Ernesto Díaz dibujó sus tonos dramáticos con profesionalismo, se siente con peso en la puesta. Otro debut llegó en estas jornadas en la piel de Julio Blanes, en el propio personaje. No hay dudas de que tiene condiciones ya mostradas en otros papeles anteriores, aquí hizo un loable esfuerzo, es enérgico pero debe trabajarlo desde adentro, para hacerlo más orgánico. Asimismo, destacó en las funciones la coherencia, estilo, homogeneidad en el baile de las willis de Aymara Vasallo/Glenda García (18) y de Ivis Díaz/Analucía Prado (17), y la frescura/perfección del danzar, en conjunto, de los jóvenes amigos, en el pas de dix del primer acto.

 

Tampoco olvidar a Félix Rodríguez en su personal Príncipe de Courtland, y al Jefe de Campo, vestido por un joven que se destaca en la escena, por muy pequeño que sea su rol –lo hizo antes en su ágil desempeño en el Mayordomo de Cascanueces-: Adniel Reyes. Y, no por azar, el auditorio ovaciona –algo inusual en otras obras- al cuerpo de baile, especialmente, en el segundo acto, por la precisión, coherencia, en el baile de las willis que roza la perfección. Una verdadera joya estilística que es necesario subrayar. La Orquesta Sinfónica del GTH Alicia Alonso, dirigida sabiamente por el maestro Giovanni Duarte ya reconocido en esta labor, sin embargo tuvo altas y bajas en el desempeño de la hermosa partitura de Adams, al menos viernes y sábado, y no solamente en los consabidos metales, algo que restó sin dudas al espectáculo, y al colorido, del lado auditivo, a unas funciones que en el baile fueron rayanas en la perfección.