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Tomás Gutiérrez Alea (Titón): suculentas cenas fílmicas
02June
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Tomás Gutiérrez Alea (Titón): suculentas cenas fílmicas

A propósito del VII Seminario Gastronómico Internacional Excelencias Gourmet -a celebrarse del 7 al 9 de junio en el salón Habana Café del hotel habanero Meliá Cohiba- Arte por Excelencias continúa con la sección en la que se proponen textos que develan los vínculos entre la cultura culinaria cubana y el arte de ese país.

 

Por:  Frank Padrón

El cine cubano no está ajeno al tema gastronómico. Uno de nuestros cineastas mayores, Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) lo reflejó de modo original y creativo en algunos de sus filmes.  

En La última cena (1976) el propietario de un ingenio azucarero, a fines del siglo xviii, invita a comer a su mesa, el día del Jueves Santo, a doce de sus esclavos negros. Durante la comida con sus siervos, el patrón se autorrepresenta como nuncio de Cristo en la tierra. Cuando al día siguiente los esclavos se rebelan contra las crueldades de un capataz, el patrón ordena decapitar precisamente a los doce que cenaron con él. La comida es simbólica, sobre todo de la hipocresía clasista dominante, de la imposibilidad de conciliación de clases en un sistema injusto y basado precisamente en la desigualdad y el desprecio al otro-diferente (en este caso de otro color de piel) como lo fue durante el esclavismo.

El autor de Canibalia, Carlos Jáuregui, ve aquí no solo la prefiguración del cambiazo sociopolítico  ocurrido en Cuba a partir de 1959, sino el que se insinuó en Haití, y que tuvo una suerte de realización en el nuestro. Leemos en el referido libro:

La insurrección del ingenio evoca la Revolución haitiana, la cual a su vez, resuena como una amenaza espectral. […] El nacionalismo socialista cubano ve a la nación cumpliéndole al pasado promesas y amenazando como un caníbal, al colonizador, al dueño, al capitalismo, al Imperio norteamericano. […] El relato calibánico de la Revolución sostendrá que sí; que Cuba realiza, en 1959, las promesas de la Revolución en Saint Domingue.[1]

Dos años después de esta admirable cinta, Titón realiza otra donde la comida posee un esencial peso dramático: Los sobrevivientes (1978). El propio autor se refirió a las confluencias entre ellas:

La última cena y Los sobrevivientes fueron concebidas dentro de un mismo período de tiempo y fueron presentadas como proyectos simultáneamente. Esto quizá permite descubrir analogías involuntarias en el tratamiento de ambas. El hecho de que la cena se desarrolle en un mismo lugar y que la casa de Los sobrevivientes marque los límites en que estos se mueven, es una coincidencia fortuita.[2]

Más realista la primera, metafórica la segunda, el microscosmos que recoge esta última es el de una familia aristocrática  que decide aislarse del proceso revolucionario en su vetusta mansión, recurrencia en la obra titoniana que, recordemos, aparece desde otras claves y sujetos y con variantes en otros títulos (Memorias del subdesarrollo, Fresa y chocolate). Influida, como puede verse, por El ángel exterminador, de Buñuel, los personajes de esta obra no son víctimas del azar incontrolable sino de la decisión y la voluntad propias, mas tienen en común con los del maestro español-mexicano la degradación e involución en tanto individuos y (sobre todo) clase social.

Esos nobles venidos a menos celebran al inicio grandes y suculentas comidas que van menguando a medida que ellos mismos bloquean la comunicación y el oxígeno del «exterior», para terminar practicando el canibalismo, literal y simbólico: a los pocos de sus miembros que se mantienen vivos a duras penas no les queda otra alternativa, ante la despensa vacía imposible de llenarse, a la vez que se (auto)consumen como clase negada a la evolución social y, por tanto, condenada, históricamente, a devorarse, a extinguirse.  

Cine y comida, un maridaje perfecto.

 

[1] Carlos Jáuregui: Canibalia (Canibalismo, calibanismo, antropofagia cultural y consumo en América Latina). Fondo Editorial Casa de las Américas, 2005, La Habana, pp.760-1.

 

[2] «Titón  habla de Los sobrevivientes», en: Juan Antonio García Borrero, Guía crítica del cine cubano, Arte y Literatura, La Habana, 2001, pp. 321.

 

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