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Romina Rivero cuestiona la medicina y el control del cuerpo en Decolonizar la piel
17December
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Romina Rivero cuestiona la medicina y el control del cuerpo en Decolonizar la piel

La artista visual y médica Romina Rivero presenta la exposición Decolonizar la piel, que podrá visitarse del hasta el 24 de enero de 2026. La muestra propone una reflexión crítica sobre el cuerpo, la medicina, la biopolítica y los sistemas de control que han modelado históricamente la vida, el conocimiento y las prácticas de cuidado.

La exposición se articula a partir de una instalación principal compuesta por cien mil piezas de incienso que ocupan el fondo de la galería. El uso de la flor de azahar —asociada a procesos de sanación— introduce una dimensión olfativa y sensorial que remite a las farmacopeas tradicionales y a los saberes medicinales desplazados por la medicina moderna y la industria farmacéutica. La obra establece un diálogo crítico con la sustitución de los remedios naturales por principios activos sintetizados y patentados, señalando los procesos de apropiación y exclusión del conocimiento no institucionalizado.

Decolonizar la piel parte de una pregunta central sobre el lugar del cuerpo ante su intervención sistemática. Desde su doble condición de artista y médica, Rivero aborda la medicina moderna como ejercicio biopolítico, analizando cómo los cuerpos han sido disciplinados, clasificados y normalizados a través de discursos clínicos. La exposición pone especial énfasis en los cuerpos feminizados, históricamente sometidos a procesos de control, medicalización y experimentación, y en la eliminación de los saberes medicinales femeninos en favor de una medicina institucionalizada.

Uno de los núcleos de la muestra es la intervención de un vademécum farmacológico contemporáneo, sellado y transformado con velo, flores, algodón y fibras naturales. Este libro cerrado funciona como metáfora de una farmacopea silenciada, cuya presencia persiste como cuerpo simbólico y memorial. La obra se acompaña de fotografías de archivo del Centro de Documentación del TEA, que muestran a mujeres canarias intervenidas con blonda, encaje asociado históricamente al trabajo femenino, resignificado aquí como elemento de sutura entre pasado y presente.

La exposición sitúa a Canarias como un territorio de experimentación histórica, pero también como espacio de resistencia. Se hace referencia a prácticas de sanación tradicionales que aún perviven, como los rezados vinculados al susto, la pena o el quebranto. Estas prácticas aparecen representadas en paneles japoneses realizados a mano, que reproducen registros gráficos del sonido de uno de estos rezados, combinados con fragmentos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, presentados como fórmulas de invocación colectiva.

La materialidad ocupa un lugar central en el discurso expositivo. Elementos como el nácar, el pan de oro, el algodón, la pluma y el aluminio se emplean para abordar conceptos de fragilidad, reparación, contención y regeneración. Un vídeo en bucle muestra una vértebra que se fractura y recompone de manera continua, mientras una escultura fundida en aluminio sugiere una estructura de sostén que permite la verticalidad sin rigidez defensiva.

Entre las piezas presentadas se encuentra Ginger Jars, instalación compuesta por siete cojines blancos que incorporan plantas medicinales y funcionan como dispositivos simbólicos de acompañamiento de experiencias como la humillación, el rechazo, la traición, el abandono o la injusticia. Estas obras aluden a prácticas de cuidado que operan fuera de los marcos institucionales y que no pueden ser codificadas ni monetizadas por la medicina moderna.

Decolonizar la piel plantea una crítica a la distinción entre cuerpos que merecen cuidado y cuerpos considerados desechables, proponiendo una política alternativa de la vida basada en el reconocimiento de la memoria corporal, la cicatriz y el trauma como parte constitutiva de los procesos de sanación. La exposición no ofrece soluciones clínicas, sino un conjunto de materiales y lenguajes que invitan a repensar el cuerpo como territorio sensible, ecosistema de memoria y espacio de resistencia.

Sobre la artista

Romina Rivero (Tenerife, 1982) centra su práctica artística en la investigación de los vínculos entre medicina, filosofía y violencia biopolítica. Su trabajo contrapone la medicina occidental neoliberal con la medicina tradicional, y establece diálogos entre la filosofía taoísta y el pensamiento contemporáneo, con referencias a autores como Michel Foucault y Paul B. Preciado.

Su obra analiza los discursos clínicos y políticos desde el siglo XVII hasta la actualidad, abordando conceptos como biopoder, tanatopolítica, tecnobiopolítica y fármaco-pornopolítica, así como la pérdida histórica del poder de la mujer sobre la medicina, la reproducción y la creatividad social. Desde una austeridad cromática y una diversidad de lenguajes, Rivero concibe el cuerpo como territorio, memoria e identidad, y el dolor como un espacio que puede ser dignificado desde lo material y lo simbólico.