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Lola Flores: símbolo en resistencia
16May
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Lola Flores: símbolo en resistencia

Cuando el cáncer le ganó la batalla, Lola Flores sabía ya que la recordarían por muchísimo tiempo, más de lo imaginado. Sabía también que en su entierro estarían todos los admiradores, entre ellos los mariquitas que la querían mucho. Cada uno desfilaría detrás de ella cantando La Zarzamora y lamentando la muerte de la folclórica más irreverente de España. Y así fue.

A partir del 16 de mayo de 1995 el mito de La Faraona empezó a consolidarse (más) dentro y fuera de su país. La artista que más provecho le supo sacar a su carácter, dejó huellas en toda América, tanto que, algunas de las mujeres que se hicieron famosas después, tomaron de ella la energía sobre el escenario. Hay muchas Lolas ocultas por ahí que veneran en silencio a Dolores Flores Ruiz y la más sincera lo hace en público.

Pero construir un personaje creíble es difícil, sobre todo cuando uno mismo es el personaje. Es decir, no hay límites entre el que canta y ama, entre el tablao y la cama. Así sucedió con la hija más querida de Jerez de la Frontera a la que un periodista trató de disminuirle el talento cuando, en los inicios de su carrera, dijo que ella ni bailaba, ni cantaba. Mentira: Lola hacía eso y mucho más, sólo que a su manera. Quien encuentre en Youtube o tenga algún disco viejo en casa, comprobará la voz atractiva de Lola cantando por ejemplo, La lotera o A tu vera. Sólo que después—por culpa del cigarro—tuvo que adecuar la voz de travesti bohemio a tonos más bajos.

Como sucede con otras mujeres (pienso otra vez en Chavela y La Lupe) a Lola la recuerdan algunos por sus peinetas y bata de cola o su pasión por el canto, nada más. Pero quien se detenga a estudiar su personalidad encontrará a una mujer sumamente sabia, con juicios adelantados a su época… Lola pudo ser perfectamente la madre de todos los hippies por esa manera de enfrentarse a la vida, de actuar en contra de lo establecido, por romper las normas de los puros. Así fue construyéndose la leyenda que veinte años después todavía sobrevive. Recientemente el actor Paco León llegó a compararla con Martin Luther King. ¡Imposible!, dijeron algunos, pero ciertamente ambos lucharon por un sueño.

Lola pudo ser, en el fondo, una mujer conservadora, con prejuicios, hija de una época difícil, con el franquismo en las cuatro esquinas. Fue víctima de su carácter y sus despistes. Todavía se recuerda con amargura aquellas jornadas cuando la sentaron en el banquillo como una criminal, acusada de fraude fiscal. España jamás se perdonará aquel error. Ella, después que pagó las miles de pesetas dejó una frase para la posteridad: «Los políticos pasarán, pero yo seguiré siendo Lola.»

Los que vivieron a su sombra saben que no fue fácil: su hija mayor, Lolita, tuvo que desdoblarse como ninguna para hacer su carrera; Antonio esmerarse en sus composiciones y Rosario, la menor, cuentan que le prohibió asistir al primer concierto; hoy es una estrella. Su hermana Carmen, otro ejemplo, fue una cantante de coplas y tangos espectacular. Así, la dinastía Flores creció tanto que llevar ese apellido es garantía de buen arte.

Y todo gracias a aquella mujer que con más de sesenta años cantó rap y con un poco más de vida posiblemente hubiese llegado al reggaetón. Por suerte, la mayoría de los españoles defienden su legado, no tanto como uno quisiera. Por desgracia existe solo una cinta biográfica cuyos únicos valores son el maquillaje y escenografía. La Lola de España merece más: un musical inspirado en su vida y sus amores, una película hecha por Almodóvar, un tema cantando por Serrat o una academia donde se cante y se baile a lo Lola.

Han pasado veinticuatro años desde que murió la mujer que cantó Ay, Alvariño o Burundanga junto con Celia Cruz. Los admiradores siguen escuchando sus temas y los mariquitas se arrebatan con su estilo. A los olvidadizos… que se los coma el tigre.

 

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