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Me aburren las ferias
20April
Artículos

Me aburren las ferias

Podría venderle el vaso a un euro si me demuestra que la idea es conceptualmente fallida. El País
¿Por qué cuesta un vaso de agua medio lleno veinte mil euros? ABC
La estrella de Arco es el vaso de agua medio vacío o medio lleno de Wilfredo Prieto.
Arte 10
El vaso de agua de Wilfredo Prieto se le atraganta a la vieja guardia del arte.
El Confidencial
El artista cubano revoluciona ARCO con un vaso de agua por 20 000 euros. El Insurgente

 

Wilfredo Prieto

Has sido ahora mismo el revuelo de la prensa española en la Feria Arco Madrid con la polémica alrededor de tu obra Vaso de agua medio lleno. Y estamos en esta antigua casona de El Vedado, apuntalada, sobre bancos largos de madera aserrada, en un sitio que recuerdo siempre cerrado, rodeado de leyendas.


Arte por Excelencias puede ser muy útil para, en vez de mediatizar, dejar pasar tus opiniones al lector.
¿Cómo llegas aquí a plena calle Línea, otra vez en Cuba, cuando mucha gente te hace en Barcelona?


Este lugar es casi una base, un estudio en construcción. Es una casa de gran valor patrimonial, que requiere de una compleja restauración. Ahora no tengo tiempo de meterme en una construcción: es un lugar para trabajar hasta la Bienal y tenerlo todo organizado mientras.


Yo nunca me he ido de Cuba. Viví nueve años en Barcelona, otros dos en Nueva York y un tiempo en París, pero siempre fueron dos meses allá y dos aquí, nunca me he sentido un inmigrante. Siempre he tenido este contacto y, de hecho, cada vez tengo más deseos de estar en La Habana y en Cuba en general. Ahora mismo estoy trabajando en un proyecto en Sancti Spíritus que me va a llevar cinco años como mínimo.

¿Un lustro? ¿Y estará ubicada en un lugar que realmente te importa?


Con muy buena suerte. Es una autopista con la forma del infinito y un kilómetro de extensión en medio del campo, en Zaza del Medio. Siempre había tenido el deseo de hacer una obra en la zona donde nací. Está a quinientos metros de la Autopista Nacional, en el kilómetro 342. Es una obra con condiciones ingenieras a escala real, que lleva viales, iluminación… Acaba de ser aprobada por el gobierno de la provincia de Sancti Spíritus.

¿Estás trabajando en la mayor exposición que has preparado?


Sí, se puede decir así, porque forma parte de una serie de exposiciones que han estado itinerando previamente en dos museos, en Kunstverein Braunschweig y el Smak, en Gante, y termina en La Habana, donde tendrá condiciones diferentes, porque el espacio cambia. También va a salir un libro nuevo que resume mi trabajo y se va a presentar en esta ultima exposición que se inaugurará el 23 de mayo en el Museo Nacional de Bellas Artes. Va a estar en el patio, serán unas cincuenta piezas.


Junto a ello, estoy en un proyecto en la fábrica de bicicletas de Línea y 18 junto a las jóvenes curadoras Gretel Medina y Direlia Lazo. Hemos invitado a doce artistas internacionales y dos artistas cubanos. Son pues de lugares muy diversos, con una mirada muy especial, para ponerlos a dialogar con el contexto cubano.
Dos proyectos de envergadura compleja. Uno se inaugura al día siguiente del otro. Estamos trabajando sin parar, sábado y domingo…

Perdóname que insista: ¿qué te hace concentrarte en La Habana, cuando hay otras ciudades más mediáticas, nuevas ferias de arte…? Tu galerista imagino esté haciéndote propuestas.


Chico, a mí hace mucho tiempo que las ferias no me interesan. En persona ya casi nunca asisto. Cuando estuvo el boom de las ferias, iba por hobby, por entender qué pasaba. Me aburren mucho: casi ya no veo arte, y al final tampoco encuentro a los amigos. Ya no me divierten, me parecen bastante malas como fenómeno. Entiendo que se abren a un público diferente, pero me interesan más las bienales, porque hay una manera distinta de ver el arte, un respeto completamente diferente.


La feria, obviamente, es un fenómeno de mercado, no es tan interesante. Puedes aprender de ello, lo que está pasando, lo que se vende; pero eso no te aporta más que un momento, no tiene mucho sentido como artista seguirlo. Ves que los precios son relativos: que un artista venda muy caro no significa que sea un buen artista. Y al revés: uno que nunca ha vendido nada, puede ser muy bueno. Lamentablemente, muchísimas de las bienales internacionales están teniendo referencias de las ferias. Porque son las que están teniendo una economía. La banalización es una enfermedad contemporánea con el arte, y cada vez hay menos espacios serios en cuanto a producción artística. Es muy difícil tener ese catador de lo que realmente tiene un sentido experimental.

¿Disfrutas de alguna manera que la polémica acompañe tu obra?


No, para nada. A veces es hasta dañino para el que trate de entender una pieza. La obra es autónoma de la polémica. Muchas veces eso puede tender a confundir. Es muy diferente a cuando hay una obra o un artista que sí está interesado en ello, porque son polémicas que activan un contenido. En mi caso, sí me interesa con la obra One Million Dollar activar la especulación de los medios de comunicación, ya que ese es su sentido; pero de otras, no es para nada mi interés.


Cuando uno trabaja con el público está expuesto a la polémica. Si eres un zapatero y estás arreglando zapatos, el público te va a decir si queda mal o bien. Es como el vendedor de pasajes en la ventanilla del tren, que está expuesto a que le griten o lo elogien. Siempre estás haciendo un intercambio, y cuando haces una obra de arte, tú lo haces con ella, pero la obra comienza su intercambio con el público. Puede pasar totalmente desapercibida o puede ser el momento explosivo, como es el caso de Vaso de agua medio lleno, una pieza del año 2006. Hubo momentos en que nadie hablaba de ella. Y otros en que sí. Y no creo que se trate de hacer obras provocadoras, sino de qué entiende la gente por provocación o no, que es bien diferente.


El público tiene que ser inteligente. Está en una feria. Si vas a un supermercado y compras una botella de vino, debes saber que no estás catando un vino. Hay lugares para disfrutar y entender el arte, hay lugares para comprar y vender arte.

Sigo teniendo una duda: si no es tu deseo esta sucesión de polémicas que recorre tu obra, ¿es tu galerista, que sabe colocarla en el mercado?


Tú tienes que tener una frecuencia con un galerista, como una cofradía en la manera de entender el arte. No podría trabajar con un galerista que le gusta solamente la pintura. La galería hace también una función de organización y de mercado. Es una suerte que exista, porque hoy hay una metodología de cómo se expone en un museo, y cada vez es más rebuscada. Vives en una sociedad de la disciplina, ¿vas a meterte en una cueva? Puede ser muy sucio el trabajo de un galerista, y a su vez resultar muy interesante. Un artista no tiene siempre por qué tener una galería, pero cuando tiene una que le da la libertad para crear, como es mi caso, y respeta su deseo de hacer, es una buena aliada.


Soy bastante incrédulo con las noticias: son manipuladas, exageradas y en dependencia de los intereses, sobre todo hoy día, de qué y cómo tú pinchas en Internet. Das clic y dicen «Paris Hilton se le levantó la saya en…». Nunca terminas la noticia en el titular. Lo que está valiendo para mucha prensa es tu capacidad de pinchar ahí, no lo que está trasmitiendo. Supongo que esto tiene que corresponderse con el salario o con el prestigio «goggleísta».


Hay muchísima prensa seria, pero es poca respecto a la masividad de la mala prensa. Estamos viviendo en una época de esa masividad en los medios, en el arte, sobre todo en el mercado del arte. Hoy las referencias de un artista se dan muchas veces por el mercado, se dan por feria, se dan por galería. No se da por los elementos o la obra que estés haciendo. Y yo no creo que a un artista deba influirle lo que diga la prensa, tanto positiva como negativamente. Si están hablando bien de ti, no tiene que ser alguien que te cambie. Puede ser que reflexiones y digas: «Estoy equivocado, porque estoy haciendo lo que a todo el mundo le gusta». O al revés: cuando se habla mal, decir: «Estoy planteando algo nuevo; por lo tanto, esa imagen es incómoda». Los medios no pueden ser la dirección de lo que estás creando.


Después que la obra sale de tu taller, ella tiene una vida independiente a ti, ya no te pertenece, ella va tomando una vida propia y llega a puntos insospechados. Un ejemplo es el vaso de agua.

¿Tú la expones por primera vez en dónde?


Ni me acuerdo en qué lugar la expuse. Son vidas nuevas, las obras toman una independencia absoluta, como la tuvo Apolítico en su momento. La hice en 2001 y desde entonces se ha expuesto dos veces al año como mínimo, a veces hasta tres en el mismo país. Son asuntos que no puedo estar decidiendo. Me ha pasado también con Políticamente correcto, con Agua bendita y otras. Son varias obras las que me sorprenden, pero para mí no es un medidor.


Hasta a veces me entero de cosas por Internet. Ojalá pudiera clonarme para poder leerlo todo. Hay tanto que leer y tanto que hacer. Pero estoy en Cuba, tengo una hora de Internet al día, y la utilizo para seleccionar cosas puntuales.


¿Lo utilizas más que la televisión?


¿Sientes que ello te ha beneficiado?


La televisión es nula para mí. No tengo televisor. Cumplo ya doce años sin tenerlo físicamente. Siento que es una imposición que uno tiene. Prefiero seleccionar un poco lo que quiero ver.

¿Te sirvió el Instituto Superior de Arte como nutriente de la persona que eres hoy?


No solo el ISA. Son muchísimos factores. El Instituto Superior de Arte es uno de los principales, pero yo le doy la misma importancia a la escuela elemental de arte donde estudié, a la de nivel medio, como también a la Casa de la Cultura. A veces esas experiencias menos significativas son como un milímetro de error de ángulo en una nave espacial que va a la Luna: acaban siendo kilómetros y kilómetros de error. La formación es esencial en un artista, y te cambia toda la experiencia.


Doy gracias por tener esa formación en Cuba, en un momento donde la educación era esplendorosa en arte. También agradezco al Período Especial: aprendimos muchísimo. Siempre sigo diciendo que son grandes lujos que tuve en la vida: haber comido con limitaciones, porque de pronto había otros valores humanos entre los mismos compañeros. Y eso me marcó para siempre. Tienes otra noción de las cosas, otra valoración del objeto: la carencia, el placer de la carencia, ¿no? Nadie te puede pasar gato por liebre cuando estás en un contexto internacional.

Si ahora mismo te preguntaran desde cualquier otra parte del mundo qué es lo que más te importa en tu proyección como artista, aparte de la Bienal de La Habana, de Zaza del Medio, ¿qué responderías?


Hacer lo que me dé la gana. Lo que yo quiero hacer. No tener una concesión por nada. Y disfrutarlo. Creo que cuando tú haces lo que tienes deseo de hacer, es cuando tiene sentido lo que estás haciendo. Cuando no eres deudor de nada, y estás hablando de creación, cuando estás creando algo nuevo, es cuando estás tomando un riesgo continuamente. Dejar a la imaginación, y que el trabajo te vaya llevando. Es lo que al final mueve todo, y esa experimentación es lo que te hace salir de la monotonía. Estar en algo nuevo, quizás en nuevos experimentos, estarlos estudiando con ingenieros, con físicos, con productores de arte… Es lo que te puede hacer entender la vida y la realidad.


Creo que el mayor error es hacer lo contrario: meterte en un sello, en una forma de hacer parecida, para que la gente pueda reconocer que este es fulano, que este es mengano. Es el mayor de los aburrimientos. Hacer una marca no tiene ningún sentido. Tiene sentido si la marca aparece, cuando ya no tienes forma de desprenderte, por razones de cultura, de formación: cuestiones innatas. Pero no por la propuesta de la búsqueda de un mercado, de un estilo. Son fórmulas bastante caducas en la creación y contraproducentes con el sentido de crear.