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La Casa que da voz
05July
Artículos

La Casa que da voz

DENTRO DE LA ISLA, SANTIAGO DE CUBA SE RECONOCE COMO LA DE MAYORES APORTACIONES A LA CARIBEÑIDAD, ASÍ LO CONSIDERA EL INVESTIGADOR ORLANDO VERGÉS, MÁXIMO RESPONSABLE DE LA FIESTA DEL FUEGO

Santiago de Cuba, ya no solo como ciudad, sino como provincia, se reconoce como la de mayores aportaciones a la identidad caribeña. La Casa del Caribe primero conoció a uno de sus fundadores, Alexis Alarcón, y luego al gran Joel James, notable ensayista, narrador, historiador e investigador, intelectual de verdad. Y ya después se ha quedado ahí, al parecer para siempre.


Orlando Vergés«Lo más importante de haber entrado en contacto muy cercano con Joel fue el hecho de que con él completé mi formación profesional. Cierto que en ese momento ya era filósofo y hasta me había desempeñado como profesor en el Pedagógico de Manzanillo, pero no era lo que quería. Yo deseaba justamente acercarme a la investigación; hacer más funcionales los conocimientos que había adquirido en la universidad. Y esta Casa me lo proporcionó», asegura Orlando Vergés rememorando aquellos años noventa, cuando todavía no le pasaba por su cabeza que en algún momento de su vida no solo se haría cargo de la afamada institución, sino también del festival que la anima: la emblemática Fiesta del Fuego.


De hecho, lo primero que surgió fue el Festival del Caribe, que este 2016 –en que celebra su edición 36, entre el 3 y el 9 de julio– le hace honores a las culturas populares de Ecuador. «La idea de crearlo se fraguó entre integrantes del antiguo grupo Dramático de Oriente, al cual Joel James pertenecía como dramaturgo, y donde también se hallaban los ya desaparecidos Ramiro Herrero, Rogelio Meneses y Raúl Pomares, así como Fátima Patterson, Carlos Padrón, Andrés Calda…», explica Vergés.


«Ellos, tratando de fomentar el llamado teatro de relaciones en Santiago de Cuba, decidieron salir a las calles a buscar expresiones de la cultura popular para incorporarlas al teatro. Así surgió el evento que en 1981 se denominó Festival de las Artes Escénicas de Origen Caribeño. Un año después, el entonces ministro de Cultura, Armando Hart, se percató de la necesidad de que existiera una institución que estudiara esos fenómenos y sus equivalentes en el Caribe, y propuso, junto con Joel James, la fundación de la Casa. Pero el Festival es el punto de partida, la esencia de la Casa, que sin su Fiesta del Fuego no tiene sentido».


En todos estos años no han sido pocos los aportes de la Casa del Caribe para la cultura cubana, pero este acucioso investigador, eterno buscador de entidades portadoras, se detiene en dos que considera fundamentales: «Sin proponérselo, la Casa ha conseguido estrechar la brecha entre el llamado conocimiento erudito y los saberes populares, acercar el pueblo a las ciencias y viceversa. Y lo ha logrado formando una nueva escuela de hacer antropología y sociología en Cuba. Una nueva escuela que también introdujo Joel. Sin dudas, nosotros nos aproximamos a los objetos de investigación de forma diferente a una universidad o a un gabinete técnico de algún instituto, pues ello responde más a los procedimientos de los propios investigados que a los de la ciencia. Cierto que han existido no pocos prejuicios al respecto, pero ahí están los resultados que evidencian que avanzamos por buen camino.


«Junto con esto, y también sin proponérnoslo, fuimos descubriendo que con ese trabajo de investigación-promoción estábamos saldando una deuda con estas expresiones de la cultura cubana. Y es que hasta que se creó la Casa, muchas de ellas no eran reconocidas como tal. Fue la Casa que, a partir de entonces, comenzó a darle voz a aquellos que normalmente no la tenían. Por tal razón no es raro encontrar en nuestros escenarios académicos a un portador de cultura al lado de un investigador, completando la investigación.


«Recuerdo que Abel Prieto, en una entrevista cuando todavía se desempeñaba como ministro de Cultura, aseguró muy acertadamente que el Festival del Caribe era el único evento en el que las sesiones teóricas continuaban fuera de los espacios donde normalmente estas ocurren, es decir, que seguían en las calles, en el intercambio entre la gente, entre los investigadores, entre los estudiosos y esas expresiones de la cultura popular. Eso es lo que provoca que, al igual que la Casa, su festival permanezca vivo y no sea un festival vitrina».


Le pregunto de qué manera empezó a hacerse cierto el slogan de que Santiago es la capital del Caribe.


«Cuando llegué a la Casa, ya se realizaba el ejercicio de recorrer la Isla buscando entidades portadoras, bajo la dirección de Joel y previo al Festival. En estas andanzas por los campos del oriente salió a flote un fenómeno de alcance cultural muy importante: descubrir el fuerte componente haitiano que existe dentro de la cultura cubana. Todo el oriente –y lo extiendo más allá de sus fronteras tradicionales, es decir, de Guantánamo a Ciego de Ávila– sirvió de asentamiento de la migración haitiana desde principios del siglo xx. Se sabe que hay una migración franco-haitiana posterior al estallido de la revolución que vino a parar a Santiago, a Guantánamo y a otras zonas del oriente, y que era fundamentalmente de colonos franceses con sus dotaciones de esclavos. Ello influyó de manera notoria en los componentes familiares, en la culinaria, en la arquitectura, en la música –todavía la Tumba Francesa responde a aquella época–, pero no fue hasta que apareció la Casa del Caribe que se comenzó a prestar atención a estos asuntos esenciales.


«Cuando se habla de la cultura cubana se reconocen los componentes españoles y africanos, pero no se consideran, por lo general, estas expresiones de origen haitiano que “no se notan”, porque están incorporadas de tal manera que no se perciben, pues ocurrió de manera natural. Este ha sido uno de los principales hallazgos de la Casa. Hasta que surgió el Festival aquí no se hablaba del vudú, culto con una fuerte presencia en el panorama religioso cubano, sobre todo en la zona rural del oriente; ni del gagá, que tanto le ha aportado al carnaval santiaguero. Y ese constituye el eje fundamental a partir del cual Santiago de Cuba, ya no solo como ciudad, sino como provincia, como territorio más ampliado, se reconoce como la de mayores aportaciones a la identidad caribeña, al menos en la Isla».