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¿El huevo o la gallina?
17January
Artículos

¿El huevo o la gallina?

Me decidí en la foto de portada por la precisa y hermosa foto de Juan Carlos Borjas, uno de los tres ganadores del primer premio del Concurso Fotográfico «Alimentos de ida y vuelta», en el Seminario Internacional Excelencias Gourmet, con más de cien fotos y participantes de diez países, porque, además de la provocación en sí misma, me pareció adecuada para nuestro titular.

La interrogante basada en el refranero popular de qué fue lo primero en el mundo parece adecuarse a la última tormenta mediática de una banana pegada con precinta que alguien se engulle en una feria de arte contemporáneo en Miami, y que no sé por qué tanto me recuerda los debates en Arco Madrid sobre un vaso de agua medio lleno, o medio vacío según uno apreciara, cuyo valor rebasaba los veinte mil euros, del cubano Wilfredo Prieto.

Recuerdo en especial la sin par argumentación del artista en medio de la polémica en la prensa española. Aseguraba que el desafío «se atragantaba en la garganta de la vieja guardia del arte». Y declaraba entonces el irreverente creador a El País: «Podría venderle el vaso en un euro si me demuestra que la idea es conceptualmente fallida».

La diferencia es que entonces hacíamos Arte por Excelencias número 23, y de Prieto también publicamos su obra de una cáscara de plátano sobre un jabón. 

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Miami nos sorprendió una vez más con su flexibilidad conceptual, adaptación a las nuevas tendencias, utilización de los automóviles, especialmente los Lamborgini, como soportes para exponer el arte, vanguardistas diseños en muebles y objetos decorativos… Restaurantes, hoteles y galerías como la de Gary Nader, una feria en sí misma, convierten a esta ciudad en el centro de arte de Iberoamérica y aprovechan el evento como aliciente para el turismo cultural y de calidad de la ciudad, declarada Capital de la Cultura Gastronómica 2019. 

Hoy estamos a las puertas de la edición cincuenta. Puedo dar fe, desde nuestro primer número y mis encuentros con editores, pintores y críticos, fragua al calor de la Bienal de La Habana, que este es un tema de la relación arte-mercado que nos persigue casi desde los primeros artistas que trabajaron en una corte, o que, como el hermano de Vincent Van Gogh, tuvieron que malvender sus obras para sobrevivir a la época.

El pintor y crítico Manuel López Oliva le llama no sin razón «La bananalización del arte» en sus instructivas y largas polémicas por correo electrónico. Y lo cito en la última: «Y no es que estemos en contra de que el arte se venda, sino de que se fabrique un seudoarte desde el mercado, con lógica solo constructiva-financiera y una estética pueril o solo especulativa».

En uno de esos email el Maestro, a quien tanto queremos en el Grupo Excelencias por su sentido de pertenencia a nuestra revista, señala «El plátano es solo el evento circunstancial de un acto especulativo en el cual ya no es necesario el objeto artístico para vender. Se vende el acto mismo de vender. Es mercado de lo virtual, porque ni siquiera importa el gusto o la cultura del destinatario. Lo que importa es el resultado pecuniario en ese enlace entre el productor, el mercader y el inversionista».

Abro con gusto estas páginas para visiones distintas y encontradas del mismo asunto, desde Art Basel y el sistema de ferias satélites de la que acabamos de regresar en el pasado diciembre, o la repercusión de la 16 Bienal de Venecia en diversos pabellones, hasta quien en la dichosa banana ve el epicentro del arte contemporáneo internacional.

Yo sigo creyendo en cuidar, sobre todo, a las gallinas.