Skip to main content
Tres cartelistas cubanas
04December
Artículos

Tres cartelistas cubanas

El cartel de promoción cultural cubano de estos tiempos ha alcanzado un fortalecimiento y maduración perceptibles, gracias al impulso que le han otorgado diseñadores, especialistas, historiadores e instituciones a esta disciplina del diseño gráfico cuya tradición es indiscutible y singular en el país. Un rejuvenecimiento bienaventurado, con marcada vitalidad en los últimos años de la primera década del nuevo milenio.

 

El trabajo desarrollado por las diseñadoras: Giselle Monzón, Michelle Miyares Hollands y Laura Llópiz, se inserta dentro de ese quehacer creativo que ha venido cimentando un número mucho más amplio de cartelistas, quienes también han apostado por los recursos estéticos y conceptuales que les ofrece el cartel como material creativo/funcional/promocional.

 

Graduadas de Diseño Informacional del Instituto Superior de Diseño (ISDI), Monzón (2002), Hollands (2002) y Laura Llópiz (2000), han incursionado y crecido en esta dinámica de nueva apertura. Sus obras poseen claras diferencias, sin embargo se orientan con relativa autonomía formal y lingüística, permitiéndoles mayores posibilidades de abordaje. De manera que las delimitaciones contextuales y la estructura gráfica manejadas, se interconectan con lenguajes artísticos que rebasan el campo de las artes plásticas, aunque las incluye y mezcla. Las temáticas interpretadas se circunscriben fundamentalmente a eventos culturales que van desde exposiciones, presentaciones de películas, documentales y libros, hasta festivales de diversa naturaleza. En su mayoría constituyen documentos testimoniales de la memoria histórica y visual de estos proyectos. En las diversas piezas se puede dilucidar una avenencia de intereses técnicos y artísticos –pintura, fotografía, tipografía, composición, ilustración, publicidad, teatro, danza, cine, etc.– que serán los promotores de la expansión del cartel en el espacio, no ya urbano, sino expositivo.[i]

 

Monzón tiene un acercamiento constructivo con el arte experimental, debido a la estrategia que ha efectuado en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV), de La Habana. Implementar la imagen de exposiciones con este perfil, figura el gancho perfecto para explorar con agudeza las necesidades de expresión y diálogo de los artistas. Su aporte para la producción cartelística ha sido objetivo; las soluciones gráficas, por lo general, fungen de forma independiente a la visualidad del proyecto. Apunta sin miedo aparente. Desafía y dinamiza con sus propuestas la concepción de las exhibiciones llevadas a cabo por la institución.

 

Por su parte, los carteles de Hollands son exquisitos. La imagen, la tipografía, los elementos usados dan la impresión que no acaban las ideas, los regodeos en torno a un tópico, una trama, un título o motivo. La poética que desdobla es más barroca. Sus agradecidos carteles resultan inquietantes y provocadores, sobre todo los realizados para el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Llópiz prefiere la síntesis, con influencias hacia lo mínimal y concreto. Las apreciaciones en torno al discurso planteado suelen ser sucintas y claras. Irrumpe con una solución y la termina, apuesta por la belleza y una sutileza sintomática en la que ciñe al espectador. Su labor como diseñadora de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) le ha concedido la oportunidad de ofrecer una identidad coherente con los intereses de la organización.

 

La especial armonía de la producción de estas mujeres cartelistas, su talento y sensibilidad, han constituido los motivos del reconocimiento adquiridos no sólo en el país sino internacionalmente. Sus interpretaciones, caracterizadas por la originalidad, el reciclaje, la apropiación, la mixtura, le estampan a sus obras signos de una heterogeneidad fascinante, que refuerzan la convivencia de múltiples corrientes creativas en función del soporte.



[i]El cartel en Cuba, por circunstancias económicas y sociales ajenas a los intereses de los propios diseñadores, organizadores y promotores, ha sido cada vez más desplazado de la calle, condición que ha privilegiado su exhibición en galerías y centros culturales.