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El fenómeno Bad Bunny: reguetón y resistencia
08August
Artículos

El fenómeno Bad Bunny: reguetón y resistencia

Nueve años atrás, ni el mismísimo Benito Martínez Ocasio imaginaba que Bad Bunny sería el símbolo político y cultural de la diáspora boricua probablemente más representativo de la música de los tiempos actuales. Pero, la vida da vueltas, o quizás va demasiado rápido como reza en sus canciones. 

Su mérito va más allá de listas de éxitos, o llenar estadios, sino que ha llegado al punto de convertirse en uno de los referentes académicos para hablar de éxodo e identidad en una de las universidades más prestigiosas del mundo. A propósito del reciente anuncio de la Universidad de Yale acerca de su programa de estudios, se abre el debate y una nueva trinchera para adeptos y detractores del conejo malo. 

¿Cómo fue a parar un reguetonero a Yale?

Este otoño, la Universidad de Yale impartirá un curso titulado “Bad Bunny: estética y política musical”, centrado en su disco más reciente, Debí tirar más fotos, una obra introspectiva que ha sido descrita por el propio artista como su “álbum más puertorriqueño”. En un momento en el que universidades estadounidenses enfrentan presiones para recortar materias relacionadas con diversidad e inclusión, el curso se convierte en un acto de resistencia y validación cultural.

Lo interesante es que este fenómeno no es aislado. Ya existen clases sobre Bad Bunny en otras universidades como Wellesley College y Loyola Marymount e incluso un “Bad Bunny Syllabus” disponible en línea. Pero, ¿por qué ocurre? 

Aunque ciertamente, Bad Bunny comenzó con un estilo muy arraigado al trap, de letras explícitas y hasta groseras, hay en su discografía una evolución que, sin perder la esencia urbana, conecta con reflexiones más profundas y una búsqueda consciente por fusionar cada vez más ritmos caribeños…Llamémoslo el arribo a una suerte de madurez musical. 

Bad Bunny, del perreo al cuestionamiento político 

Su más reciente disco es el mejor ejemplo. En tono cercano y sobre todo muy suyo, habla de colonialismo, diáspora, cultura, una lección de cuánto la música desempeña  en los movimientos sociales contemporáneos. En consecuencia, no habría figura más vinculada a la juventud que Benito, aprovechando la internacionalización que ha alcanzado, para poner en la palestra un tema al que tantas veces se le gira la cara.

Los libros de historia valen, pero, no lo cuentan en versos pegadizos que se corean en las esquinas.

DTMF: orgullo y serenidad 

A través de la salsa, la bomba, la plena y el trap, en DTMF nos habla de un Puerto Rico complejo y a la vez rico. No se limita a contar su vida; cuenta la de su isla. En un mundo donde lo latino sigue luchando por evitar la exotización o el cliché, Benito se apropia del escenario global sin perder el acento ni pedir permiso.

Fueron orgullo y serenidad, las palabras que usó Bad Bunny al referirse a su disco más introspectivo, uno que se plantea sin tantas ataduras comerciales y busca cuestionar no solo desde sus letras sino desde la propia concepción de sus giras y campañas.  

Por ejemplo, este verano, el artista celebra 30 conciertos en Puerto Rico. Lejos de buscar el centro global del espectáculo, lo redefine. Convoca al mundo a venir a su casa.  Esta residencia musical se convierte así en un acto político: un recordatorio de que Puerto Rico es más que una “colonia moderna”.

Por otro lado, ha activado el turismo en la isla. Desde la salida del disco, cada destino de sus canciones alcanza más protagonismo en el mapa mundial, porque todos quieren conocer Vega Baja y de dónde viene su flow. Con astucia dibuja su tierra: desde playas de ensueño hasta los callejones más sinceros de San Juan. El resultado es la transformación de la experiencia turística en una inmersión cultural, que arranca con una canción y desemboca en un vuelo de ida.

En tiempos de discursos polarizados, Bad Bunny abre nuevas formas de diálogo, porque cuando una canción se vuelve incómoda, política, y tan profundamente humana como la suya, el arte saca su bandera de crítica social, de espacio de pensamiento y lucha.  Siempre lo ha sido, entonces, ¿por qué no desde el reguetón?