Lo normativo nunca ha sido premisa en el arte…así que la música lleva varios años saliéndose del guión. Para los más clásicos, el reggaeton puede sonar rebelde y hasta poco armonioso podrían decir, pero otra cosa es hablar de géneros cuya razón de ser es precisamente la no búsqueda del cánon, de ser únicos, y no llenar estadios. Abramos paso entonces a los “géneros raros”.
Cada 24 de agosto, el calendario se pone creativo, dedicándole incluso un día a la música extraña, una fecha que rinde homenaje a los sonidos que fomentan abrir la mente y agitar el oído.
La idea nació en 1998, cuando el compositor Patrick Grant decidió honrar al padre de su novia, y, de paso, promocionar su disco Fields Amaze, una mezcla inusual de ritmos.
Los instrumentos más raros del mundo
Si te gusta la ciencia ficción toma asiento, que en este universo todo parece sacado de Interestelar. El theremin, por ejemplo, fue inventado por el ruso León Theremin y se toca sin contacto físico. Basta una caja con dos antenas, las cuales al detectar la proximidad de las manos son capaces de modular el tono y el volumen, produciendo un sonido etéreo que ha sido protagonista en bandas sonoras de películas de ciencia ficción de los años cincuenta.
Algo similar ocurre con el arpa láser, que reemplaza las cuerdas por haces de luz. Se toca tal cual la tradicional, con la diferencia de que, al interrumpirse, activan notas mediante sensores conectados a sintetizadores, ofreciendo no solo música sino un espectáculo visual.
Por otro lado, está también la armónica de cristal, formada por cuencos de vidrio que giran sobre un eje y suenan cuando se tocan con las yemas mojadas. El daxophone, en cambio, es pura excentricidad: una lengüeta de madera amplificada por micrófonos de contacto que según se frota, se golpea o pellizca, produce sonidos similares a los de animales.
Y si hablamos de sencillez hipnótica, el birimbao —o guimbarda— se lleva el premio. Se trata de un arco de metal o bambú que vibra con la boca como caja de resonancia.
Hablemos de géneros raros
Entre los géneros musicales más insólitos figura el glitch, el cual nació en los noventa para reivindicar lo que normalmente se considera un error: chasquidos, saltos y ruidos digitales que aquí se convierten en arte.
A él, se suma el black MIDI, que defiende el concepto de saturación al extremo, con composiciones que contienen millones de notas imposibles de tocar por humanos y que, visualmente, transforman las partituras en manchas negras.
Pero, más radical aún es el japanoise, un torrente de distorsión y caos sonoro que empuja al oyente a encontrar belleza en el ruido puro y duro. En el otro extremo se halla el lowercase, donde se busca conseguir lo casi inaudible, como el roce de un papel o el zumbido de una bombilla.
Para los amantes de Harry Potter, el wizard rock —o wrock— les trae una buena noticia. El género adopta letras inspiradas en la saga. Se suma a la extensa lista el seapunk, nacido de la broma y que combina música electrónica con sonidos marinos. Mientras, el doom jazz saca a relucir la atmósfera más oscura y melancólica, fusionando la densidad del doom metal con la improvisación del jazz. Aunque si hablamos del extremo más sombrío, entonces, el funeral doom es su mejor sinónimo, un género que podría ser perfectamente la banda sonora de un funeral cósmico.
La nostalgia y la sátira se encuentran en el vaporwave y el psytrance. Mientras, el goatstep coquetea con el absurdo añadiendo balidos de cabra a bases de trance psicodélico. Asimismo, está el chap hop, una mezcla de rap con estética británica victoriana,
Con sus matices absurdos en algunos casos y más turbios y graciosos en otros, la música rara es un recordatorio de que lo marginal, y “lo no bonito” también son formas de expresar arte.
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