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Wifredo Lam, del Caribe al Universo, pasando por Castilla
25August
Artículos

Wifredo Lam, del Caribe al Universo, pasando por Castilla

En este convulso arranque de milenio, vemos cómo proyectos de gran calado, con raíz histórica y amplio recorrido, se arrinconan, son barridos hacia el sumidero de la Historia o criogenizados en el congelador de los sueños incumplidos y, sin embargo, posibles y benéficos.

Iberoamérica: el gran activo del idioma, industrias de la lengua, un gran foro o alianza diplomática, espacio de pensamiento, diálogo y economía que nos harían más fuertes sobre una historia común; la Conferencia Iberoamericana, qué se hizo, en qué quedó, a dónde fue a parar.

Tanto discurso exagerado y en demasía retórico del siglo XX: caminos de ida y vuelta, naciones hermanas, día de la Raza, las dos orillas, saturaron semánticamente un ideal bienintencionado (y lo que es más grave, factible), confluyeron en el caudaloso concepto de Cooperación (al desarrollo).

Iberoamérica es otra cosa. O debería serlo para nosotros, españoles e ibéricos (es crucial la lusofonía). Se impone retomar, ya en serio, el proyecto iberoamericano, autónomo, mucho más allá de la idea de puente con Europa (que también).

Diseño, patentes, tecnología, invención. Integrar todos estos campos clave en el templo de nuestra lengua, común y además diversa, gran koiné, como lo fue el latín que, evolucionado, todavía hablamos desde Transilvania a Faro. Y en sus versiones castellana y portuguesa, de Faro a la Patagonia. 

La cultura y la lengua son nuestros ámbitos comunes. El ordenador (todos y todas tenemos uno), la trinchera.

Quiero recordar hoy aquí, desde una vieja ciudad castellana, Cuenca (que tiene una bella metrópoli homónima en Ecuador), un nombre que fusiona, sintetiza y eleva a incalculable potencia todo lo que estamos apuntando.

Wifredo Lam, el grande enorme Wifredo, cubano universal, genio internacional de la pintura del siglo XX, pionero en la integración a las vanguardias del legado afrocaribeño, la herencia hispana, el factor autóctono indio y, cómo no, su linaje chino paterno.

Toda esa síntesis y su inmenso genio pictórico se consagran e irradian desde París a nivel internacional a partir de los años 40 del siglo pasado, conformando una de las obras mayores de la vanguardia cubana, latinoamericana y global.

Pero Lam (Sagua la Grande, 1902-París 1982) pasó antes unos años formativos cruciales en España, más de 15. En Madrid y en Cuenca: un feraz paréntesis en los años 20 y 30, que sienta las bases de un arte llamado a ser un referente mundial.

Hagamos foco en estos años si no oscuros, no tan bien conocidos como este artista, que fusiona y emblematiza los principales aportes de nuestro continente cultural, bien merece.

LAS RAÍCES DE WIFREDO

Todo está ya en la infancia. Y la de Lam es de un sincretismo y una exuberancia insuperables. Crisol de las culturas iberoamericanas. Sangre paterna china: Enrique Lam Yam. Mamá cubana, aborigen, tan africana como española: Ana Serafina Castilla. Todas esas tradiciones, que están dentro de él, lo rodean, se le acercan, a él se encaraman, y ya nunca se soltarán, excepto recreadas a través de una obra plástica innúmera, singular y excelsa. Ana Sinforosa es “mulata colorá”, “mujer tiposa”, sobrina de Mano Cortada, un célebre cimarrón. Lam Yam era el escribano de la comunidad china de Sagua y artista, maestro en sombras chinescas, animales y personas proyectados en la pared.

(¿No será este, las sombras chinescas, un acceso para explorar el sustrato chino del arte de Lam? La imaginería es afrocubana, santera y espectral, pero el método, la vía de gestación de tan quiméricos seres y visiones, podría venir del lado chino de Wifredo.)

 

Espectacular visión entre surrealista y chinesca
Espectacular visión entre surrealista y chinesca 

 

En aquel hogar, como en casi todos, predomina la influencia femenina. Bajo una imagen de catolización, el padre tiene un altar de adoración y recogimiento para su culto personal asiático, con sus ofrendas de arroz.

Luego están la santería y el animismo, los antepasados brujos. El submundo del panteísmo, las fuerzas, energías y divinidades del monte y de la selva. Guije, duende de los ríos. El diablo y la luna. El espiritismo: “a Teresa se le encaramaba el santo”, hablaban con los muertos. Babalao, salvaje y cartesiano. Gallos, caballos, herraduras. El miedo a los espejos.

Infancia y mocedades son la fragua donde se forja su febril imaginario: el mundo mágico, fuente esencial de su vida y de su obra.

¿Y cómo canalizar todo este totum revolutum? ¿Cómo salida darle? El arte: dibujo, pintura. A los 18 años ingresa en la Academia de San Alejandro.

En 1923 recibe una beca de la municipalidad de Sagua para conocer a los clásicos en España.

Ma Antoñica Wilson, de la secta Lucumí, invoca a los ídolos africanos para que le brinden protección en Europa. Se la darán y un horizonte plástico y espiritual, cultural en el más prístino de los sentidos: con las técnicas europeas poetizará, recreará los sustratos heredados del Oriente y de África.

Sus sueños de gloria bohemia parecen direccionarlo a París. Y a París llegará y en París triunfará, vaya si lo hará, solo que 20 años más tarde, pero es en España donde ese crisol se enriquezca con lo hispano, Velázquez y Goya, más el aporte flamenco. Y los ecos de vanguardia que resuenan crecientes. Y Picasso…

EN ESPAÑA: DE CUENCA AL CIELO

La llegada a Madrid de Lam es provechosa de inmediato para él, en términos de su crecimiento personal y de su desarrollo como artista.

El Prado, con cuyo director Álvarez de Sotomayor disfrutó de gran amistad y pupilaje, fue su gran escuela. El Greco, Velázquez, Ribera, Goya, Berruguete, El Bosco. Allí busca, y encuentra, “a los artistas rebeldes que pintan discursos contra la tiranía”. Es un Madrid en ebullición, con el cine y las vanguardias, ultraísmo, dadá, surrealismo, tendencias que llegan de París como un balón de rugby y desde Madrid se rebotan a Latinoamérica, a USA, con vuelta acelerada a Europa. Y un Madrid donde coexisten el 98 y lo que luego se llamará el 27. Donde dos ramones pastorean las literarias manadas: Valle Inclán y De la Serna. Galdós, el gran eslabón perdido entre Cervantes y la modernidad, fundador de vanguardias pero ignorado por estas, acaba de morir después de negársele en su propia Patria, al menos por dos veces, el más que merecido Nobel. Un Madrid de bohemia, de anarquistas y cocottes: un Madrid en que Lam encuentra acomodo.

Frecuenta el desaparecido Pasaje Alhambra, Augusto Figueroa con San Marcos, donde tuvo su, más que estudio, salón palaciego Sorolla. Allí, como después en Cuenca y ya para siempre, combina café y arte, diálogo y amistad, aprendizaje y diversión. Trata a Bores, Moreno Villa, Dalí y al padre de la Escuela de Vallecas, el gran Benjamín Palencia.

 

Casa de la Sirena
Casa de la Sirena  

 

 

Pero cuando la beca le es retirada en 1925, es un compañero de pensión, un conquense de familia acomodada, estudiante de Medicina, Rodríguez Muñoz, quien le acoge y permite subsistir en Europa.

Wifredo no dejará nunca de volver a Madrid, donde con el advenimiento de la II República intensificará sus relaciones (Valle y Azorín, entre otros ilustres) pero es en Cuenca en donde asienta sus reales. Veranos en la casa solariega de Villares del Saz. Inviernos en Cuenca, con flamante estudio en el Almudí. Dibujos al natural para magníficas colaboraciones en las revistas de la época: La Ilustración castellana, con su sección fija en página 5 “Del Cuenca típico”, y “La voz regional”, casi una veintena de viñetas. Retratos al óleo de damas y personajes de la élite local y provincial de Cuenca. Y el amparo y hospitalidad de las familias Rodríguez Muñoz y Conversa, que le permiten un refugio, un reconocimiento, una integración en el también efervescente, si bien provinciano, panorama cultural de una vieja ciudad castellana de los años 20 del siglo XX.

 

El Almudí aquí tuvo su estudio en Cuenca Wifredo Lam.
El Almudí aquí tuvo su estudio en Cuenca Wifredo Lam.

 

Entre el esperpento solanesco y los ecos cubistas, su pluma y su pincel captan el vértigo de una ciudad que desafía la geometría y el abismo, sus rocas, rúas y ríos, y a sus pobladores, que se mueven entre la hidalguía y el nuevo mito del progreso. Una ciudad en que coexisten la posada cervantina con el hotel parisino (el Iberia, cuyas tertulias culturales frecuentó), la tasca castiza y popular con el café elegante o la tertulia ilustrada en la rebotica de una librería.

Precisamente en la librería Escobar se incorpora a una tertulia de intelectuales y artistas. Esta librería existe todavía, bajo otra denominación, Librería Evangelio, y su propietario actual, Fernando Evangelio, ha tenido el buen criterio de preservar la exquisita fábrica de ebanistería, con esa minuciosidad de los años 20, que se puede admirar tanto en el exterior como en mostradores y anaqueles del interior. De hecho, es el local comercial más antiguo de Carretería, eje comercial del centro urbano. Allí alternará Wifredo con artistas locales, Fausto Culebras o Marco Pérez, con el periodista Luis Martínez Kleisler, con Juan Giménez Aguilar y otros. Y su magisterio plástico pudo impactar más tarde en artistas jóvenes, como Luis Cebrián El Vasco, miembros del grupo vanguardista El Bergantín de la Vela Roja, que floreció pocos años después.

 

Fernando Evangelio, que conserva intacta la librería donde tantas tertulias hizo Wilfredo Lam
Fernando Evangelio, que conserva intacta la librería donde tantas tertulias hizo Wilfredo Lam

 

Cuenca fue decisiva en la vida y en la obra de Lam. No una escapada recurrente de Madrid. Al contrario, en Cuenca y en Villares del Saz fue decantando, madurando su discurso sincrético artístico y vital.

Parece que tuvo algún amor no correspondido en Cuenca y, a la inversa, que él no correspondió a alguna manifestación amorosa proveniente de la familia de sus huéspedes. Su primer matrimonio, con Eva Píriz, tuvo el gozoso fruto de un hijo y el dolor inmenso de una doble y temprana pérdida a causa de la tuberculosis. Fueron años de miseria y dolor que superó con gallardía y probable refugio en la ciudad del Júcar.

Sus dos habitaciones en Cuenca revelan su fascinación por el paisaje abisal de la ciudad. La primera en la calle Matadero, por debajo del Jardín de los Poetas, la torre de San Gil y los rascacielos medievales de la trasera de la calle Correduría, sobrevolando el Huécar frente a los Tiradores y el cerro del Socorro. Otra posterior, más arriba, también a la Hoz del Huécar, en la Ronda de Julián Romero. Disfrutó de las mejores vistas, no se cansaba nunca de contemplarlas.

 

Surreales Casas Colgadas según Lam
Surreales Casas Colgadas según Lam

 

Aparte de su magnífico trabajo como dibujante, en que supo captar la pervivencia de un espectacular enclave engastado en la roca, de un laberinto colgado entre dos abismos u hoces con sus dos ríos, Júcar y Huécar, Lam creó varias obras de mayor formato y calado: El Baile, Fantasía oriental, el Bodegón del Toro.

 

Fantasías sensuales de Wifredo en Cuenca
Fantasías sensuales de Wifredo en Cuenca 

 

Los escritores autóctonos han mantenido vivo el rescoldo de la decisiva etapa conquense de Wifredo Lam, decisiva para el artista y también para la ciudad.

Carlos de la Rica escribe: “Pocas veces un artista ha calado esa austeridad lineal y a la vez intensa en su movimiento del urbanismo conquense. Rincones y plazuelas, edificios y edificaciones cuentan su maravillosa interpretación.”

Florencio Martínez Ruiz detecta en la etapa conquense de Lam “primeros ensayos de un mestizaje estético que habría de explotar en París” y lo ancla “entre el temblor yoruba y el guiño picassiano”.

Y José Vicente Ávila resume magistralmente la honda huella de Wifredo en la ciudad más honda: “notario artístico de la ciudad vertical”.

Por mi parte, remito al artículo “Lam, Wifredo forever”, publicado en ABC edición digital el 6 de agosto de 2016, en que reseño la magna retrospectiva que le dedicó ese año el CARS. 

Wifredo conoció en España a otro cubano genial, enamorado de Cuenca, el gran novelista Alejo Carpentier, que describió a Cuenca certera y plásticamente: “la ciudad alucinante de rocas raídas por el tiempo”.

 

Homenaje a la etapa conquense de Lam, 1985
Homenaje a la etapa conquense de Lam, 1985 

 

Desde la exposición de 1985 en la Casa de la Cultura, con cartel exquisitamente estampado por el serígrafo Javier Cebrián, a exposiciones más recientes, ya en este siglo, en galerías de Florida, pasando por publicaciones de la UCLM y la gran retrospectiva del CARS en 2016, ya mencionada, se mantiene el interés por la etapa conquense de Lam. Carlos de la Rica, Florencio Martínez Ruiz o José Vicente Ávila, como acabamos de apuntar, han escrito páginas memorables acerca de ese periodo y ese vínculo. El Wifredo Lam que despegará sus alas universales tras la travesía a la Martinica desde Marsella, en que, huyendo del nazismo, florecen al tiempo los Tristes Trópicos de Claude Levi Strauss, el surrealismo caribeño y la gran fiesta surreal de su obra, se forjó en Cuenca, la ciudad que, medio siglo más tarde, devino foco internacional del informalismo abstracto, por obra y gracia del Museo fundado sobre la colección de Fernando Zóbel, otro oriental singular injertado en Occidente.

Lo ya dicho: Lam, de Cuenca al cielo.

 

Antonio LázaroANTONIO LÁZARO es filólogo, investigador, periodista cultural y novelista. Se doctoró en Estudios Literarios con la identificación autoral y edición de una biografía poética inédita, un romance de más de 4.000 versos, acerca de la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, compuesta por el poeta y dramaturgo barroco Antonio Enríquez Gómez. Ha publicado novelas entre la historia y el misterio como Club Lovecraft (MR, Planeta, 2007) o Los años dorados (Penguinrandom, 2017). Es autor de las guías De hoz a hoz y La gran Ruta Interautonómica de Jorge Manrique (2024). Colabora en medios impresos, digitales y audiovisuales.  Es colaborador de Arte por Excelencias.

Fotos: Cortesía del autor