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Arte y cultura hoy: local, regional, global
30March

Arte y cultura hoy: local, regional, global

Cuando en septiembre del 2007, nos dispusimos a definir cuál podría ser el tema de la Décima Bienal de La Habana, surgieron tres presupuestos básicos de trabajo.

El primero de ellos decía o esclarecía lo que no debíamos o lo que no queríamos hacer, justamente en función de corregir lo que durante meses y sesiones de análisis se nos evidenció como desfavorable respecto a la Bienal precedente. Después, el hecho de que nos acercábamos al 25 aniversario de la fundación del Centro “Wifredo Lam”, motivo no sólo de celebración sino también razón para un recuento y reencuentro con muchos de los amigos, colaboradores y artistas que desde esta institución y la Bienal han podido desarrollar sus carreras y proyectarse hacia otros territorios geográficos. Por último, el tema de esta nueva cita, si bien debía colocarse en la égida de las discusiones contemporáneas sobre el arte y la cultura del llamado –y ahora cada vez más esparcido– Tercer Mundo, también requería ser lo suficientemente abarcador como para integrar los que habían sido los presupuestos iniciales del evento y sus transformaciones e intereses conceptuales más recientes.

Todo ello redundó en un diseño conceptual que tiene en cuenta la propia historia de la Bienal de La Habana –su génesis, programa y desarrollo– como perfil desde el cual se anticiparon muchas de las prácticas del arte internacional y la cultura hoy, al tiempo que –dando continuidad a ese devenir– propicia diferentes niveles de acercamiento a los problemas que marcan los contextos particulares del mundo actual y que se definen para las artes visuales como expresión de la dinámica entre lo local, lo regional y lo global.

Mis vínculos y compromisos personales con la Bienal de La Habana me habían llevado de simple espectadora a colaboradora y de ahí a organizadora de sus últimos eventos teóricos, y miembro actual del equipo de curadores, hecho que me ha permitido observar con cautela su capacidad para producir territorios conceptuales que daban cobertura a las necesidades de movilidad e internacionalización del arte y las culturas locales del también llamado “sur económico”. Estamos ante un laboratorio en el que las partes se van articulando de manera casuística en el ejercicio de políticas culturales nacidas de su propia gestión y devenir, como modelo estratégico en construcción poco reconocido desde el punto de vista crítico y teórico si se le compara con la envergadura alcanzada por el ejercicio curatorial.

No obstante, la Bienal había logrado erigirse como práctica específica que unifica las variantes investigativas, críticas y curatoriales. El propio cuerpo de investigadores/curadores del Centro “Wifredo Lam”, si bien ha generado una mirada y un pensamiento crítico en torno a las producciones visuales “periféricas” que son su objeto de estudio, abrió una brecha por donde transitaron después el gran número de Bienales que en el mundo de hoy asumen una perspectiva descentrada. Cada edición se articulaba a partir de un pensamiento mixto que tenía en cuenta modelos históricos de análisis concebidos desde una modernidad subalterna, tales como el de la antropofagia brasileña, el de la asimilación crítica de la vanguardia cubana, el del nacionalismo de la escuela mexicana, el de la relación tradición-modernidad planteado y estudiado por la propia Bienal de La Habana, o incluso modelos ya más recientes como la relación modernidad-postmodernidad, el modelo de la multiculturalidad, el postcolonial, o la perspectiva ahora en discusión de lo glocal.

El proceso mismo de desarrollo de las Bienales ha descrito también una evolución que va desde el estudio de la identidad latinoamericana y tercermundista en términos de legitimación –lo cual hacía valedero ante los ojos del mundo las particularidades y pertinencia de su producción artística, incluso las más tradicionales– a la heterogeneidad e hibridación multiculturales propias de un mundo interconectado. Esta perspectiva imbrica además toda una diversidad de enfoques y posturas críticas, de miradas y entrecruzamientos, de procesos históricos y de situaciones socioculturales, que operan en la trama cultural y social de estas regiones y países; todo lo cual viene a explicar que se haya concebido un referente metodológico en los Estudios Culturales1 como substrato que permite la articulación de lo diverso.

Hablo de los Estudios Culturales como un “campo” de disciplinas en el sentido dado por Bordieu al término,2 donde por cuestiones relativas al modo de recibir la información y a un proceso de selección que nos es propio, fueron mejor entendidas la perspectiva individual y el nombre de sus autores que sus presupuestos como bloque de conocimiento, academia o corriente de pensamiento. En este vastísimo campo aparecen entremezclados rasgos y enfoques muchas veces opuestos (los que proponen los Estudios Culturales, los de los Estudios Postcoloniales y los llamados Estudios Subalternos) aunque referidos a operaciones culturales que tienen lugar en el Tercer Mundo. Dentro de ellos podemos citar autores latinoamericanos como Ticio Escobar, Milko Lauer, Nelly Richard, Néstor García Canclini, o Martín Barbero, así como voces postmodernas, postcoloniales o subalternas como las de Rasheed Araeen (Pakistán), Luis Camnitzer (Uruguay/EE.UU.), Omi Baba, (Nigeria), Geeta Kapur (India) Gerardo Mosquera (Cuba) y Okui Enkwenson (Nigeria/EU), entre otros.

Sin perder de vista que la Bienal de La Habana atiende sobre todo la producción artística de estas regiones que la cultural (aun reconociendo la unidad que ello representa en el modo de hacer cultural del Tercer Mundo) su plataforma metodológica se conecta igualmente desde estos “campos ampliados” del saber, con los discursos de la crítica, la teoría y la Historia del Arte, las cuales unidas bajo el prisma del método curatorial constituyen también una forma de diálogo interdiscipliario y/o transdisciplinario. Prueba sensible de esta dislocación y ampliación del canon o disciplina lo es el modo en que mis colegas habían logrado definir o concatenar bienales entre sí, a partir de la pauta de conocimiento, experimentación e indagación que generaba un modelo o ejercicio curatorial respecto al siguiente para evidenciar, precisamente, problemáticas que tienen todo un universo de interpretaciones y significaciones dentro de la tradición del arte y la heterogeneidad del mundo de hoy.

La cultura cubana de la década del ochenta sirvió de escenario al desarrollo de un proyecto como la Bienal que, además de erigirse en espacio de debate y reflexión sobre las relaciones centro-periferia, y de ampliar las zonas de resonancia de la cultura artística local, implementaba una variante de integración regional y global de nuevo tipo. En este sentido “integración y resistencia en la era global” constituye un tema resumen respecto a aquellos otros anteriores para evidenciar la cada vez mayor multiplicidad de vectores en unidad y en oposición de los que somos parte precisamente en su contradicción.

En cuestiones de desarrollo artístico y/o cultural nadie puede hoy sentirse distante o ajeno a esta paradoja de la unidad en la diversidad y que deja de ser una relación binaria, para convertirse bajo el prisma de lo global en inclusiva y rizomática. Tal parece ser el carácter expandido, convulso y explosivo que nos plantea la globalización, que ella misma no puede ser tema, si acaso título, escenario o paisaje de fondo del cual formamos parte como agentes transformadores y no como entes pasivos o víctimas. He insistido una y otra vez en esta idea porque ella nos devuelve a aquellos pasos iniciales en que desde La Habana, y sin saberlo mucho, aquel equipo fundador se adentraba –hace ya 25 años– en la construcción de una nueva geopolítica del arte.

Si bien el occidente hegemónico ha trazado buena parte de las estrategias discursivas sobre lo humano y nuestra civilización, otros mundo paralelos interactuaban y creaban sus propios territorios conceptuales, geográficos y prácticos. ¿No es acaso eso que llamamos globalización una vuelta a otros ejes perpendiculares e imaginarios que cubrieron siempre al globo terráqueo y su aceptación como caminos eternos e inconclusos de la práctica y la creatividad humana? Más allá de una ideología de los dominantes sobre los dominados, de una corriente nacida de la ideología neoliberal, o de una realidad económica internacional, la globalización se nos presenta como una dinámica de retorno y re-encuentro; un punto de revalidación de la esfera de la cultura desde una perspectiva mundial que se deja contaminar por los márgenes.

Para Arjun Appadurai se trata de flujos de circulación en una dimensión absolutamente nueva en la que el mercado mundial sustituye progresivamente al poder político de la nación o el estado; para Canclini una dimensión que afecta el carácter mestizo de las culturas a niveles –horizontales, verticales y transversales– donde el potencial híbrido rompe con la lógica del Estado-nación; para Jameson un síntoma convertido en estrategia para la sobrevivencia del capitalismo en una nueva fase. Cada uno va formulando miradas que se cruzan con el perfil más próximo a sus respectivas áreas de trabajo y con el suficiente grado de entrecruzamiento como para no anclarse dentro de cualquiera de sus originales disciplinas de conocimiento.3 Entre otras muchas voces cada quien aporta un sentido o la ve por una de sus aristas aunque siempre con ánimo ecuménico.

Para nosotros se trata de un nuevo orden histórico que afecta los procesos de identidad cultural y que pone al descubierto precisamente su grado de mutabilidad. Para muchos por ejemplo nada más lejos de la globalización que la experiencia cubana; para mí nada más lejos de ella que tal aseveración. La globalización no es –únicamente– la aplicación directa de ciertas normas económicas, sociales que llamamos neoliberales, es también una reacción en cadena que, a merced de las tecnologías de la comunicación, de la dinámica de acercamiento exclusivo o no entre países, de los movimientos migratorios y las comunidades autonombradas de inmigrantes, de la multiculturalidad e hibridez contenidas en cada fragmento o región de lo humano, o de las naciones surgidas de procesos transculturales y transnacionales más recientes, produce un movimiento aquí y una caída de naipes allá. Cierto que todavía hoy coexistimos con comunidades aisladas que no sólo conservan o tratan de conservar su status original como forma de protección –y que nosotros nos acercamos a ellas con el errado interés de transformarlas– pero esa también es una forma, aunque distanciada, de vivir la globalización, resistiéndose a la manera en que ese entramado diverso se filtra y entra a formar parte de lo cotidiano.

Es así que en nuestra percepción y ejercicio curatorial la globalización no constituye un paradigma, destino o fin. Justamente como plataforma de desarrollo temático y conceptual nos permite visualizar otras muchas caras de un fenómeno todavía visto desde una perspectiva polarizada. Ello explica por qué a un término tan socorrido y esclarecedor como parece ser el de glocal, preferimos una variable más poliédrica, la de localidades regionales globales de hoy o dinámica local-regional-global. La conjunción de lo global y lo local como propuesta de análisis conceptual es a mi modo de ver una reducción de las variables a considerar.

Hablamos de una situación, un estado mental, físico y económico perteneciente a la que se ha dado en llamar nueva era de globalizaciones o contactos mundiales. Un marco referencial o figura retórica por las que atraviesan -y son atravesadas- todas las posibles variables de interconectividad y que implica no solo ubicarnos en las comunidades, culturas, y producciones artísticas locales-regionales-globales de hoy, las cuales adquieren matrices diferenciadores en sus particularidades contextuales, sino también en los discursos sobre el arte que ellas generan como aporte particular de uno u otro contexto, territorio, cuerpo físico o conceptual, a las definiciones de la dinámica de lo global.

Desde esta perspectiva lo local nos habla de las especificidades del contexto; ya no reviste el discurso de las antiguas políticas nacionalistas o identitarias, antes bien cuestiona en diferentes niveles su subalternidad, etnocentrismo y exotismo a fin de existir como variante de un mismo nivel u orden frente a la homogenización y como exposición de sus históricos y actuales rasgos de hibridez y diversidad dentro de las llamadas “políticas de la diferencia”. Lo local es así visto como una instancia dinámica, dialógica, siempre en conectividad que, a fin de superar su otrora condición modernista y anticolonial, es hoy más exuberante en su tendencia no endógena, su movilidad y mutabilidad. En oposición al discurso tradicional de la identidad, y en su configuración actual, lo local -léase también lo contextual-, permite una mirada más amplia al propio fenómeno de la identidad, que, como se sabe, contiene evidencias múltiples del carácter atonal y paradójico de una cultura.

Lo local se transmuta en regional al hablar también de hibridaciones circunstanciales, nuevas cartografías, espacios físicos afines o de desplazamiento del propio principio originario que le acompaña. Traducido en alianzas estratégicas o de sobrevivencia, lo local es a lo regional un espejo de lo igual que se reconoce también en la diferencia. Desde luego que en esta perspectiva lo regional hace mucho más visible el concepto de hibrides y de multiculturalidad que lo local, y remite a las diferencias de origen -al tiempo que a lo común-, en que puede reinsertarse y deslocalizarse lo local sin perder por ello su naturaleza histórica y su especificidad.

Por su parte el aspecto global de esta relación supone las interconexiones de esos flujos -lo que hay aquí de allá y viceversa- para evidenciar tanto rasgos liberadores y utópicos de dichas conexiones como hacer públicos los viejos y nuevos procesos de colonización y postcolonización en los que se inserta la práctica mundial. Paradójicamente la dinámica de internacionalización que supone lo global permite reconocer y ha hecho visibles aquellos discursos otrora subalternos, casi siempre minimizados en la red internacional de información y representados por prácticas culturales concretas que son expresiones de salvaguarda e integridad de lo local y lo regional.

Estos niveles no serían lo suficientemente válidos desde un punto de vista conceptual si no es porque nos permiten atravesar diferentes aspectos del individuo actual. Sus operaciones de negociación con los nuevos modos de subalternidad y desplazamiento; los conflictos de un presente en el que se violentan procesos históricos locales por prácticas de modernistas y postmodernistas al uso; la violencia que emana de conflictos político-históricos, la militarización de estos territorios y sus implicaciones (economía de guerra, paz armada, terror cotidiano), las frustraciones y desigualdades humanas por flujos tecnológicos o de riqueza material, la recuperación de identidades perdidas, la pérdida de fe, etcétera.

Y es que el substrato colonizador que se esconde en la supuesta utopía globalizadora o su puesta en práctica no ha dejado de ser un problema. Así lo demuestran muchas de las obras que en nuestro trabajo de campo han entrado a formar parte de la nómina de la bienal, y es también a todas luces evidente cuando las confrontamos con las variantes de análisis planteadas como articulaciones de lo local-regional-global.

Por ello, pensar la globalización es revisar un devenir, quizás entendido por primera vez como universo total que supere las tradicionales oposiciones binarias, aunque reconociendo aquellos desequilibrios prácticos que refuerzan la desigualdad y nos alertan frente a la homogenización. Como alternativa histórica a los progresivos intentos de contacto e internacionalización cultural vividos por la humanidad, esta otra fase de lo global quizás nos permita superar prejuicios, complejos y limitaciones que nos llevan constantemente a la búsqueda de una salida a nuestra subalternidad. Parte de esa nueva era de globalizaciones es la puesta en evidencia de esos “otros” espacios de diálogo o ejes de irradiación de cultura como fuerzas de un universo en ebullición; fuerzas que pueden ya tomarse la libertad de desestimar al otro hegemónico por considerarlo su igual.

Y no es que las cosas hayan cambiado tanto a nuestro favor. Después de aceptar que la existencia de una práctica cultural “hegemónica” es excluyente de lo “periférico” -expresiones que deberíamos ir pensando en cómo sustituir para no perdernos en una retórica de más de veinte años de existencia-, me pregunto por qué habríamos de concebir esos territorios económicos, políticos y conceptuales en términos de exclusión, colonialismo, eurocentrismo -que lo son-, y no en términos de “otra otredad”. ¿No hemos llegado a crear nuestros propios circuitos de circulación y no han llegado estos a afectar la dinámica del mainstream? Por otro lado, territorios y cuerpos transnacionales y transculturales son una realidad anterior a lo que hoy conocemos como globalización y sobrevivieron al tiempo, el consentimiento y la adhesión hegemónica occidental, incluso conteniéndola pero solo como una de sus partes en acción, como un otro más.

Los tres niveles planteados se contienen unos en otros a fin de desechar viejos esencialismos y nuevos fundamentalismos, pero intentan también en su condición de herramienta metodológica-curatorial superar ideas predeterminadas y frases convertidas en slogan -que no dejan de ser simplistas- como aquella de “acción local, pensamiento global” y viceversa, con el propósito de evidenciar cómo cada individuo o colectividad participa de la globalidad a través de su identidad cultural específica y cómo ello significa a nivel teórico y práctico un cuestionamiento de cualquier pretendida homogeneidad o grado absoluto del principio global.

No hay una receta global válida para algún espacio local. El sentido de transgénesis cultural frente al que nos encontramos no niega lo particular y nos remite sobre todo a la multiplicidad de sus fuentes originarias, a revalidar prácticas tradicionales puestas a prueba en su eficacia contextual y ahora reanimadas bajo el prisma de una apertura si se quiere más compulsiva, estratégica y a veces impuesta frente a lo exterior. Pero sabemos también que el reajuste y atención por otros del tratamiento de la diferencia sigue siendo una trampa para mantener bajo control y subordinación la propia diferencia. Lo global, debe quedar claro, no es realmente un espacio absoluto sino diseñado con propósitos muy específicos, “una estrategia de control derivada del espacio representado; de un espacio absoluto que se representa como neutral”.4

No nos alejemos demasiado en teorizaciones de lo que a fin de cuentas nos habla el arte en su rancia objetividad subjetiva. Cuando comenzamos a trabajar estas nociones fueron precisamente las obras encontradas las que nos abrían horizontes temáticos y conceptuales, mucho más esclarecedores sobre el presente que las propias teorías que hoy trabajan y conceptualizan la globalización. Si como definíamos desde el principio, la globalización sería para nosotros más que nada un escenario, fueron las obras las que vinieron a completar y esclarecer ese panorama o campo de acciones.

Al contrario de lo que pudiera pensarse dada la demanda de un arte “internacional” -deslocalizado, desterritorializado- resultó para nosotros asombroso y estimulante la manera en que dentro de la dinámica local-regional-global se presentan interpretaciones divergentes de lo global para contextos incluso similares o pertenecientes a una misma región o incluso a un mismo país.

Según las investigaciones de nuestro equipo, por ejemplo, en México encontramos -entre otras muchas que pudieran mencionarse-, dos variantes polarizadas de arte: el arte sociológico o de participación y compromiso social, un arte de la calle que redime la experiencia de los grupos en el México de los años 70, como es hoy el arte en Oaxaca, y el arte galerístico de corte light, ambos sin embargo conectados o derivados de situaciones y respuestas contextuales a las aplicaciones y referencias de la ideología neoliberal y global. Dos variantes diferentes de desarrollo de la institución arte son las que ofrecen en Brasil el eje Sao Paulo-Río de un lado y las de las regiones del interior del país del otro; y un país como China se erige tanto desde una hipermodernidad tecnológica y estética de raíz occidental como dentro de la autonomía artística más tradicional. Para el caso de Sudáfrica corresponden análisis totalmente particulares sobre la integración y/o resistencia a lo global ante las fracturas que produce la idea de una nación apenas en formación.

Asimismo la ausencia de instituciones patrocinadoras hace que muchas de las prácticas artísticas de países africanos como Nigeria se vean mediadas por el capital institucional de una infraestructura occidental, hecho que sin embargo no demerita los niveles de contextualizad y localismo que esa práctica ostenta. Nuevas variantes de politización y compromiso social se expresan dentro de la estética occidental de los nuevos países surgidos de las naciones de Europa del Este, así como de sus desplazamientos y microlocalizaciones periféricas en los centros; mientras que en el Chile y la Argentina afectados por la aplicación de reglas neoliberales se promovió el consenso y la falta de compromiso político como estrategias de tránsito hacia la llamada democracia y la modernización. En los últimos años un grupo importante de artistas cubanos –algunos de ellos aquí representados- se han movido de lo local hacia una estética estandarizada de lo global, como parte de un ejercicio ya histórico de asimilaciones críticas y en la búsqueda de una conectividad amplia con otros públicos y mercados, sin renunciar por ello al compromiso y a las raíces contextuales que siempre le acompañaron. Como puede apreciarse, un panorama artístico internacional bastante boscoso y diverso.5

Hay razones que parecieran apartarnos de la investigación propiamente artística o estilística, en virtud del entramado sociopolítico que las obras de estas regiones y países describen. Si a través de la homogenización estética la globalización intenta reordenar las diferencias controlándolas; para nosotros se trata de mostrar un imaginario global que nace de lo particular y de necesidades cada vez mayores de reconocimiento y comprensión entre los hombres. Más que la diferencia per se -y junto a ella- nos interesan aquellos procesos que tienen lugar en su interior que, aun mediados por razones históricas, políticas y económicas contextuales, tienden a la internacionalización. Dicho de otro modo, ¿cuáles aspectos de la internacionalización o globalización quedan en entredicho cuando analizamos su puesta en práctica en los eslabones de la diferencia?

La Décima Bienal de La Habana nos permitirá adentrarnos en los problemas fundamentales que bajo la dinámica local-regional-global afectan al mundo de hoy, en particular a las regiones y países en vías de desarrollo y al arte que en ellos se produce, así como entender la diversidad como clave de resistencia e integración a un mundo y sus márgenes cada vez más cercanos.

La Habana, octubre del 2008.


1 Los llamados Cultural Studies o Estudios Culturales (con raíces y comportamientos diferentes en Inglaterra y los Estados Unidos, y con ramificaciones en América Latina y los países postcoloniales) son al decir de Jameson un bloque amplio o conjunto de discursos que si bien tienen aspectos comunes presentan diferencias de perspectivas para sus propios autores y ponen en contradicción aspectos y términos claves de su debate tales como “postmodernismo”, “mestizaje”, “multiculturalidad”, “hibridación”, “globalización”, “culturas subalternas”, “postcolonialismo” etc., etc., etc. Ver: Jameson Frederic: “Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura”, Alteridades, 1993, 3 (5), pp. 93-117.

2 Para Bordieu el “campo” permite una mediación entre lo individual y lo social en tanto expresa una red de relaciones objetivas entre posiciones. Es un espacio donde los agentes pueden actuar con relativa libertad e independencia pero a su vez se encuentran limitados por las mismas reglas que conforman el campo. Este término le sirve de alternativa para rechazar conceptos como el de “aparato ideológico” y le permite no caer en la concepción de la “escuela”, los “partidos políticos”, o la “iglesia”, etc. Ver: Pierre Bourdieu: Sociología y Cultura, Editorial Grijalbo S.A., México D.F., 1990.

3 Martin Hopenhayn: “¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces entre política y cultura”, en Daniel Mato (Compilador), Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización (Colección Programa Grupos de Trabajo), 221 p., Argentina, CLACSO, 2002, y Néstor García Canclini: “Definiciones en transición. Cultura, política y sociedad. Perspectivas latinoamericanas”, en Daniel Mato, CLACSO, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, 2005.

4 Estrella de Diego. Contra el mapa. Siruela. Madrid, 2008. p. 35
5 Sirva de referencia el volumen Coordenadas de arte contemporáneo. Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, Arte Cubano Ediciones, La Habana, 2003, el cual abarca un período de análisis por regiones y países del llamado Sur económico o Tercer Mundo en el período 1984-2003. Asimismo los textos, obras y exposiciones en el presente volumen.


Fuentes bibliográficas

García Canclini, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Grijalbo, México, 1989.

García Canclini, Néstor. Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de globalización. Grijalbo, México, 1995

Grandi, Roberto. Texto y contexto en los medios de comunicación. Bosch, Barcelona, 1995

Hulme, Peter: “La teoría postcolonial y la representación de las culturas en las Américas”. Casa de las Américas. La Habana, No. 202, enero- marzo, 1996.

Martín Barbero, Jesús. La globalización en clave cultural: una mirada latinoamericana. Departamento de Estudios Socioculturales, ITESO, Guadalajara, México, 2002. http://www.er.uqam.ca/nobel/gricis/actes/bogues/Barbero.pdf.

Martín Barbero, Jesús; Ochoa Gautier, Ana Maria. “Políticas de multiculturalidad y desubicaciones de lo popular” en: Daniel Mato (Compilador). Cultura, política y sociedad. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. 2005.

Martín Hopenhayn. El reto de las identidades y la multiculturalidad. Pensar iberoamérica. OEI, Madrid. http://www.campus-oei.org/pensariberoamerica/ric00a01.htm#autor

Richard, Nelly. Globalización académica, estudios culturales y crítica latinoamericana. Daniel Mato (Compilador). Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. (Colección Programa Grupos de Trabajo) 221 P. Argentina: CLACSO, 2002.