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Carmen Herrera al fin descubierta
25May
Artículos

Carmen Herrera al fin descubierta

La pintora que presentamos ahora es una antigua referencia en mi archivo, a pesar de que la prensa internacional y el mercado de arte anunciaron con bombo y platillo, en el pasado 2009, el “sensacional descubrimiento” de Carmen Herrera. Abrí su expediente en 1975. Era un pequeño recorte de la revista de arte norteamericana ArtNews donde se anunciaba una exposición de la artista en la Galería Sudamericana, de Nueva York, en 1956. Ante mi insistencia, algunos amigos enviaron catálogos, recortes, fotos, y fui conformando un conjunto, no muy numeroso, que lograba al menos mostrar diferentes aspectos de la actividad artística de Carmen Herrera en Nueva York donde reside desde 1939. Con algo más de investigación acudieron las sorpresas. Su nombre aparecía en el catálogo de la Primera exposición de arte moderno, realizada en los Salones del Centro de Dependientes, La Habana, entre marzo y abril de 1937, sin embargo, aún no encontrábamos a la pintora sino a una escultora que exhibía un “Cristo” tallado en caoba. Por si fuera poco, descubrimos que también había participado, días antes, en la Primera exposición de pintura y escultura al aire libre, en el parque de Albear. Precisamente, en el texto del catálogo, firmado por José Antonio Portuondo, aparece la primera mención conocida de su obra: “búsqueda afanosa en las tallas de Carmen Herrera”. Aún pudimos retroceder más, hasta 1933 y encontrar, la que parece ser su primera presentación en público en la Exposición de autorretratos, organizada por el Círculo de Bellas Artes de La Habana. Luego comprobamos que durante estos años Carmen estudiaba arquitectura en la universidad habanera, carrera que abandonó en el primer año. El itinerario de la artista no resulta fácil de seguir a partir de entonces. Estudios en París en la posguerra y regreso a Nueva York en 1953. Curiosamente realiza su primera muestra personal en el Lyceum, a finales de 1950, en una de sus visitas a la Isla. Nunca más expuso en Cuba y con poca frecuencia lo hizo en Nueva York. Como ella misma ha declarado, pintaba porque lo necesitaba, tanto como las monjas necesitan cuidar a los enfermos. La crítica de arte, las galerías y toda la parafernalia que rodea al arte la ignoró durante décadas a pesar de que su obra de pequeñas dimensiones hubiera podido colgarse al lado de las de Kelly o Newman, para no mencionar a algunos que el viento se llevó. Cuando en 1993, el equipo de autores del proyecto Memoria: Artes visuales cubanas del siglo xx emprendimos la tarea de reunir información para el libro, seleccionamos sin dudarlo a Carmen Herrera entre los más importantes creadores nacidos en Cuba. Para nosotros, en aquel momento, ya era una pionera en lo concerniente al constructivismo y el arte geométrico en América Latina. Nos sirvió de referencia la lectura de un texto de la crítica de arte argentina Nelly Perazzo, escrito en 1988, donde enjuiciaba elogiosamente la obra de la artista “recién descubierta”: Desde el comienzo, la obra de Carmen Herrera se ha caracterizado por el orden y la simplicidad. […] ha desarrollado un tipo sumamente personal de abstracción geométrica tanto en su definición de formas como en su inesperado uso de colores suaves tales como el celeste y el amarillo limón. La propia artista considera que si nunca fue tenida en cuenta se debió a su origen latino, sumado al hecho de ser mujer y no hacer cuadros de grandes formatos. No puedo corroborar totalmente estos criterios aunque los entiendo, pero sí es una rotunda realidad que Carmen Herrera arribó a su novena década de vida sin reconocimiento alguno. Lo más extraordinario de esta artista es el hecho de que nunca se detuvo; pintar era un fin para ella, no un medio de vida, de lo contrario hubiera muerto de hambre ya que nadie atendía ni entendía sus cuadros. El boom Carmen Herrera me asombra, aunque me alegra. Ahora su nombre aparece en The Guardian y en el New York Times; la exaltan críticos famosos; recibe reconocimientos de prestigiosas instituciones; coleccionistas y museos compran sus obras; expone en espacios que nunca soñó. Todo esto me recuerda aquella popular balada italiana de los años sesenta La vida es una tómbola, tómbola, tómbola…

Catálogo de la artista / The artist’s catalog / 1936

Les Lieux, no. 29, 1949 / Acrílico sobre tela Acrylic on canvas / 73,5 x 62 cm


Shocking pink no. 20, 1949 / Acrílico sobre tela
Acrylic on canvas / 81,3 x 101,7 cm