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Catarsis y exorcismo en Sandra Ramos
25May
Artículos

Catarsis y exorcismo en Sandra Ramos

Cuando una tiene el privilegio de ver en secuencia la obra de Sandra Ramos en un disco con nítidas imágenes, recibe la impresión de haber entrado con Alicia en su viaje por el irreal país de las maravillas. Sandra está ahí presente siempre, al igual que aquella “curiosa criatura […] dada a fingir el desdoblamiento de su persona, creyendo ser dos en vez de una”. Pero su trabajo, contrario a lo establecido, no es autobiográfico (sólo lo fue en cuatro de sus grabados iniciales). Aunque su rostro aparece todo el tiempo, deviene una suerte de alter ego, para conducirnos a través de su motivador universo pleno de sugerencias. Sandra es una mujer jovial y risueña. Sin embargo, para mi percepción, su discurso revela paradójicamente una atmósfera donde se aúnan la nostalgia, la melancolía y cierta tristeza. El tono, comedido, denota desconcierto y perplejidad ante el mundo; pero sin dejar de ser a la vez fuerte, agudo e incluso irónico por momentos y hasta sarcástico. Trabaja mucho, en cuerda catártica y de exorcismo. Al hacerle estas observaciones, respondió rápido y desde la risa: “¡Por eso no me deprimo nunca!” Es incuestionable el oficio de esta artista, quien se desenvuelve con soltura y eficacia lo mismo en el grabado, en la pintura (mejor cuando es acrílico que óleo), en el dibujo, las instalaciones, la impresión digital y el video. Mucho de lo que hace resulta atractivo al ojo sofisticado y a los desconocedores de las claves plásticas por igual. Al comentarle sobre el aspecto estético y la forma de controlar la “lindura” que brota en forma natural de sus obras, me habló de su lucha constante por buscar el balance adecuado. Como la forma artística condiciona el mensaje, unas obras le resultan más narrativas y otras más simbólicas. Sandra disfruta todo lo que hace, pero me dijo sentirse mejor cuando trabaja las instalaciones: “son algo diferente, igual a cuando una rompe la rutina de la vida cotidiana”. Contra todos los estereotipos establecidos –los que la hacen conocida por su dominio del grabado y por tratar el tema de la emigración–, en verdad su asunto fundamental es el límite. De ahí que haya en su trabajo tanta figura enclaustrada, fronteras, marcos, líneas periféricas confinantes, etc. “No hay libertad total” –me dijo. “La libertad total no es posible para nada ni para nadie, porque todo lo que es está limitado por algo. La libertad total sería no existir”. Quizá por eso la omnipresencia del agua en sus creaciones, cuando no físicamente, por el empleo del papel metálico en alusión al líquido, rico en simbolismos. Y el trabajo de Sandra está muy permeado de lenguaje simbólico, aunque en ocasiones peque de literalidad. La libertad y el agua son recurrentes en su obra, a modo de leit motiv. La primera, entendida desde el punto de vista filosófico como ausencia de condiciones y de límites, en tanto autocausalidad y autodeterminación. La segunda, por la dualidad del símbolo, en el sentido de la doctrina de Zoroastro, que admite dos principios o divinidades, uno del bien y otro del mal, que continuamente luchan entre sí, metaforizados por Sandra en ahogamientos, naufragios, limpiezas revivificadoras, etc. Existen múltiples símbolos para el agua. En el folclore judío, por ejemplo, la separación de las aguas hecha por Dios en superiores e inferiores, designa la división de las aguas macho y las aguas hembra, que simbolizan la seguridad y la inseguridad, lo masculino y lo femenino. El agua puede considerarse en dos planos opuestos, pero de ningún modo irreductibles. Semejante ambivalencia se sitúa a todos los niveles. El agua es fuente de vida y fuente de muerte, creadora y destructora. También es símbolo de la vida espiritual. Tal ambivalencia se percibe en Sandra, del mismo modo que una espiritualidad sutil emana de gran parte de sus creaciones. La Historia es también un asunto bastante frecuente en el trabajo de Sandra. Gusta retomar personajes conocidos de la caricatura y el dibujo humorístico cubanos, como el Bobo de Abela, Liborio, etc., y ponerlos a dialogar con representaciones de personajes inventados por ella, para establecer la recurrencia de las situaciones. Los comentarios que esos prototipos del criollo hacían en su época, para ella no pierden vigencia. Busca develar los antecedentes de los sucesos actuales, pues es del criterio de que nada ocurre por gusto, todo tiene un referente en la historia del país. No por casualidad la obra de Sandra es abundante en significados y connotaciones, que aportan hasta los títulos de las piezas. Es gracias a su rico mundo interior, cultivado por múltiples lecturas que incluyen literatura (poesía, sobre todo), filosofía clásica, historia, etc. De modo que le es relativamente fácil acudir a citas cultas, o usar grabados antiguos, recontextualizados al comentar con ellos la actualidad. Con tales imágenes logra una especie de visualidad surreal, sin que su obra tenga nada que ver con el surrealismo; dan la impresión al menos de mundos irreales, que nos traen a la mente la frase favorita de Alicia para comenzar sus relatos: “Vamos a imaginar que…” Y entonces queda al espectador la posibilidad de fabular… Los límites en este caso sólo están en su capacidad de invención.

Entropidoscopios, 2009 / Instalación / Installation

El síndrome de Rapunzel, 2008 / Acrílico sobre tela / Acrylic on canvas
140 x 212 cm

Rescate, 2006 / Acrílico sobre tela / Acrylic on canvas
120 x 140 cm

La rueda de la historia, 2009 / Calcografía / Chalcography 
80 x 50 cm