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El sueño de volver
26June
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El sueño de volver

Entrevista a Osmo Vänskä, director de la Minnesota Orchestra

Osmo Vänskä, director de la Minnesota Orchestra

El famoso estereotipo nórdico no se cumple en Osmo Vänskä. Puede que hayan sido el sol, el color del trópico, el entusiasmo contagioso de los más de ciento cincuenta compañeros de viaje, o la avidez por descubrir un país, que bajo el velo de la prohibición se vuelve más y más atractivo por días. Lo que sí sabemos con seguridad es que el décimo director de la Orquesta Sinfónica de Minnesota mantuvo la sonrisa amplia durante los cinco días que la agrupación norteamericana hizo historia en Cuba.

«Estamos felices de ser los primeros en llegar en estos tiempos de cambio», dijo el finlandés refiriéndose al hecho de que, a su llegada, la orquesta se convirtió en el primer gran ensemble musical estadounidense en tocar tierra luego del entendimiento logrado entre Washington y La Habana en diciembre último.

Una de las primeras imágenes de Vänskä en Cuba, todavía delante del avión en que venían —donde brindaron con champaña y aplaudieron mientras dejaban las aguas territoriales de Estados Unidos—, demuestra que esta no es una frase vacía, como tampoco lo de «venimos a hacer amigos, historia y música» con que Marilyn Nelson, una de las benefactoras de la gira, acuñó el viaje.

«Todo sucedió muy rápido», aseguró Vänskä en la pequeña entrevista que nos concedió, atrapado en un itinerario que dejó muy pocos espacios para el descanso. En un camerino del Teatro Nacional, acompañado por su esposa, la concertino Erin Keefe, y antes de salir a dirigir el ensayo conjunto con estudiantes del Conservatorio Amadeo Roldán, explicó que la idea de venir a Cuba surgió en febrero, quizá un poco antes, pero justo después del gran anuncio del 17 de diciembre, catalizador para grandes cambios en el hasta entonces estático panorama bilateral entre Estados Unidos y la Isla.

«Este posiblemente debe haber sido el menor tiempo de preparación que una sinfónica ha tenido para una gira, pero estoy muy feliz de que hayamos podido hacerlo. Estamos aquí y felices».

Felices y gratamente sorprendidos. Al día siguiente de su llegada, los más de cien músicos de la orquesta fueron recibidos por estudiantes de nivel medio y superior de la Escuela Nacional de Arte y la Universidad, quienes tocaron para y con los visitantes, estos últimos emocionados de cuánto talento y cuántas ganas habían detrás de instrumentos en su mayoría defectuosos, que sin embargo no restaban en calidad.

«Cuando hablamos del programa en Cuba, para mí era muy importante tener la posibilidad de compartir música, no solo con las audiencias, sino con los músicos también. Eso se va haciendo cada vez más común cuanto estamos de gira», acotó el finlandés, reconocido por su gestión frente al conjunto de Minnesota, donde hace solo unos días acaba de extender su presencia al menos hasta 2019.

Considerado uno de los mejores conductores del mundo, Osmo comenzó su carrera como clarinetista, para ocupar después primeros puestos en las Filarmónicas de Helsinki (1977-1982) y Turku (1971-1976) y luego estudiar dirección en la Academia Sibelius bajo la mirada de Jorma Panula, por el que Vänskä siente particular admiración y cuyas grabaciones le han valido numerosos reconocimientos internacionales.

En camino hacia el medio oeste norteamericano, el finés primero sirvió como conductor invitado principal en la Sinfónica de Lahti —a la que convirtió en una de las mejores de su país—, al tiempo que fungía como director musical de la Orquesta Sinfónica de Islandia y director principal de la Orquesta Filarmónica Escocesa de la BBC. En Minnesota por más de cinco años y luego de su renuncia a causa de diferencias entre la administración y los músicos, Vänskä regresó luego de dos años al conjunto para alegría de sus miembros y del público, que celebró con grandes muestras de júbilo la reciente extensión de su contrato.

Gran parte de su popularidad, además de —por supuesto— su innegable talento, el Grammy que ganó con la Orquesta, y la nueva vida que ha traído a la institución, recae en la voluntad consciente de promover el intercambio, no solo con el público, sino con otros colegas.

Frank Fernández y Osmo Vänskä saludan al público tras el concierto.

«Es por eso que tenemos un solista cubano [el Maestro Frank Fernández], y a dos coros [el Nacional y Vocal Leo] junto a nosotros en el escenario. También hemos visitado ya dos escuelas de música, y es muy bueno que hayamos podido compartir también nuestra manera de hacer la música con estos jóvenes alumnos», contestó el Maestro cuando quisimos saber el porqué de estos intercambios: «Sencillamente porque queremos retribuir».

Aunque se les aconsejó rehuir de temas políticos, ninguno de los miembros de la Orquesta, ni Vänskä, ni siquiera los directivos, pudieron dejar de reconocer la gran significación del viaje ni la historia detrás de este. Al fin y al cabo, repetir un recorrido que sus predecesores hicieron ochenta y cinco años atrás y regresar con la misma obra de Beethoven —la Sinfonía no. 3, Eroica— que le ganó el aplauso de nuestros bisabuelos, fue algo que siempre tuvieron en cuenta.

«Fue idea de los organizadores locales. Querían que lo hiciéramos porque la misma orquesta, que en aquel entonces se llamaba Sinfónica de Minneapolis, estuvo aquí en 1929 y 1930 y tocaron ante un auditorio repleto».

«Esta es una pieza poderosa, enérgica, fuerte, como espero que sean nuestras relaciones. Venimos a demostrar que la música es un lenguaje universal, que puede hacer que nos entendamos, que nos hagamos amigos, a pesar de cualquier diferencia».

La emoción que se vivió en los dos conciertos, sobre todo en el último, cuando se escucharon juntas las notas de los himnos de Cuba y de Estados Unidos, y el aplauso que siguió demuestra que la cercanía no se mide ni por el tiempo ni por la distancia. El sábado 16 de mayo, el Norte y el Caribe se acercaron un poco más.

Después de cuatro días de intensa actividad, de impresión ante la calidez y la familiaridad de los cubanos —que los visitantes aceptaron primero con sorpresa y luego con naturalidad—, unido al entusiasmo de sentirse casi como descubridores modernos en una tierra exótica, la gira terminó como se supone cuando se habla de músicos: con una descarga de jazz que incluyó al propio Osmo interpretando, con el clarinete y junto a la orquesta Aragón, un repertorio que varió desde Dos gardenias hasta Caravan.

«Estamos listos para regresar lo más pronto posible», sonrió Vänskä. «Espero que no tengan que pasar otros ochenta años, porque no nos hemos ido y ya soñamos con volver».