Pasar al contenido principal
La danza después de la danza
28April
Artículos

La danza después de la danza

El pasado miércoles en La Habana se bailó Bodas de sangre. No es ni de lejos la primera vez, ni probablemente la última, pero dejó una atmósfera especial. Ya lo habían anunciado hacía unas semanas: la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba Sadaise Arencibia se despediría de los escenarios. 

Los adioses no son cosa fácil, nadie nunca está preparado para ellos y para Sadaise tampoco. Sin embargo, decidió hacerlo de la manera que mejor quiere que se le recuerde en el arte de las puntas: con garbo, soltura y feliz. Con la interpretación de “La Mujer” de la obra de Antonio Gades sobre el texto de Lorca, la bailarina no solo cerró su carrera de más de 25 años, sino que cumplió uno de sus anhelos de toda la vida: compartir pasos con el español Joaquín de Luz. 

Dicen que cuando el universo conspira poco hay que hacer y así fue. No hubo mejor reverencia a la danza, ni a sí misma, a quien después de mucho tiempo, ha vuelto a poner en primer lugar: medirse en una obra intensa, cargada de emoción, que trasciende lo técnico para hablar de la pasión humana. “Bodas de sangre” fue su punto final sobre las tablas, pero también el inicio de otra etapa, aún por definir.

25 años de rigor y belleza

 

Fotos: Maykel Espinosa

 

Desde su ingreso en el Ballet Nacional de Cuba en 1999, Sadaise Arencibia fue primero promovida a Bailarina Principal en 2005 y a Primera Bailarina en 2009. Fue ahí cuando protagonizó los grandes roles clásicos como Giselle, Odette o Aurora. La crítica internacional la reconoció, y no faltaron escenarios que se rindieran ante su arte: de Roma a Moscú o de Johannesburgo a Trujillo.

En declaraciones para Arte por Excelencias reconoció: “Para mí es un privilegio que cuando piensen en la imagen de la mujer Cisne o de la bailarina Cisne, piensen directamente en mí”

También supo dar vida a personajes más terrenales y viscerales, como Kitri o Carmen, que es justo junto a la Willy de Giselle y al cisne, uno de los que mejor la identifican y más siente. Fue justamente esta amplitud la que la convirtió en una figura querida por públicos diversos, esos que este miércoles la abrazaron con aplausos.

La última ovación

Ella no lo imaginaba, pero es que no había otra forma de hacerlo. La sala estaba llena y el cierre un homenaje total a su destreza, por parte de espectadores, pero también de la compañía junto a la que creció, e incluso de algunos que la acompañaron a la distancia con palabras de afecto: “Sentí un cariño muy sincero de los bailarines, de todos los que salieron a escena y especialmente también del público que me ovacionó. Sentí esa ovación tan sincera, tan honesta de parte de todo el mundo”, dijo. 

La vida de un bailarín es corta. Quizás es que la viven con demasiada intensidad, como quien intenta condensarlo todo en un par de décadas. El camino ahora probablemente sean las aulas, la asesoría, el acompañamiento ... y que, si se piensa, ¿qué queda en una bailarina cuando acaba la danza?

Sadaise lo tiene claro: “La danza siempre va a vivir en mí, porque es una carrera de mucha sensibilidad…Nunca te vas de ella por completo, aunque emprendas otro camino diferente. Hay un dicho que reza: una vez bailarina, siempre bailarina”. Por qué no, si existe amor después del amor, con las licencias de Fito, quedará entonces, la danza después de la danza. 

Fotos: Maykel Espinosa