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La delicia de las provocaciones
31October
Artículos

La delicia de las provocaciones

Por: Loly Estévez

Deliciosa provocación la que nos hace el académico Virgilio López Lemus al elegir treintaiún poetas y poemas para su Mural de poesía cubana. Desde sus orígenes hasta el vanguardismo, título que inicia la colección Cuba de Ediciones La Palma, de Islas Canarias. La llegada a La Habana de los primeros cinco ejemplares del volumen propició un encuentro con críticos y lectores.

Insiste López Lemus en la poesía como esencia de lo cubano, con existencia particular previa a la propia identidad y nación. Abrir las páginas de su Mural… significa el encuentro con A la piña, de Manuel de Zequeira, punto de partida cronológico de la selección a la que el autor llama «mirada a la nación cubana a través de la poesía», pero que fuera calificada en el diario El Mundo por Luis Antonio de Villena como «pequeña antología, pero sabia, porque deja el apetito abierto».

¿Quién puede discutir que está lo diferente en «Más suave que la pera / En Cuba es la gratísima guayaba», de Manuel Justo de Rubalcaba? Ansiamos volver a los poemas cuando López Lemus habla de dos poetas extraordinarios, orgullo de la lengua española. Uno, Julián del Casal, algunas de cuyas obras esenciales abiertamente modernistas precedieron a las de Rubén Darío. Otro, el mayor que ha dado Cuba: José Martí, quien escribió el Ismaelillo años antes del surgimiento de Azul.

 

Portada del libro Mural de Poesía Cubana

 

Se apasiona López Lemus: «Por lo tanto nosotros tenemos dos iniciadores de la corriente más importante que ha dado Hispanoamérica en poesía: el modernismo». Pero no eligió el compilador un poema al hijo para representar al Apóstol. Aunque lo expresa a modo de interrogante —«¿Podría decirse que Hierro es su obra maestra en versos?»—, la acción proporciona la respuesta. Hierro es el escogido. Y me queda el verso eterno: «Grato es morir: horrible, vivir muerto».

Culmina Virgilio su mural con nacidos en el siglo xix. Promete planes para un mayor empeño editorial que abarque un muestrario de la contundente poética cubana del siglo xx. Ojalá lo consiga pronto, porque la lírica de este archipiélago, al que insisten en llamar isla, es la expresión literaria que surge con mayor abundancia entre nosotros. A la que acudimos en amores y desamores, en el fracaso y en la gloria, en los capítulos épicos y en el frecuente melodrama. Pero que está ahí, para todos los hispanohablantes, porque —dijo Mario Benedetti— «La Isla, con su cultura “antropófaga” que siempre se caracterizó por cubanizar lo que llegaba a sus costas y a sus cánones (…) ha ido acumulando nombres y obras que, al menos en poesía (y también en pintura) la sitúan entre los tres o cuatro países que han dado creaciones más notables al castigado continente mestizo».