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La verdadera historia de Tropicana (XII)
05July
Artículos

La verdadera historia de Tropicana (XII)

Cuando el 31 de diciembre de 1958 Tropicana abría sus puertas, nadie sospechó el gran acontecimiento que se avecinaba. Todo se había preparado como de costumbre pero, por primera vez desde su inauguración, los salones estaban medio vacíos y muchas de las reservaciones que aparecían registradas y pagadas no habían concurrido a disfrutarlas.

A las 10:30 p.m. aproximadamente, un hombre vestido de civil entró apresurado y se acercó al Jefe de la Policía de Marianao, que se encontraba sentado en una mesa, susurrándole algo al oído, y este salió apresuradamente, acompañado de sus secuaces. Reinó la expectación entre todos los presentes.

A las 11:30 p.m., en pleno show, Ardura fue avisado de que había llegado el enlace del Coronel Roberto Fernández Miranda, y ambos se encerraron en uno de los salones de juego privados, y no precisamente a jugar. Sería alrededor de la 1:00 a.m. cuando salió el visitante, y al poco rato le siguió Ardura, con un gran maletín negro de mano y se marchó en su auto. Al día siguiente se supo que se había marchado del país con su familia en su avioneta particular; él era piloto y no le costó mucho trabajo despegar de Aerovías Q, que era su pista normal.

A las 2:30 a.m. se escuchó un avión que volaba por encima del cabaret, cosa inusual, nunca había sucedido; y aunque todos esperaban la caída del régimen de un momento a otro por las noticias que se recibían a través de Radio Rebelde, nadie se imaginó que en él huía el tirano Batista.

Esa noche transcurrió muy moderada. A las 12 no había la alegría natural por el advenimiento del nuevo año. Se respiraba un ambiente dramático, tenso, expectante, como si todos presagiaran el desenlace, al extremo de que estas fiestas que normalmente terminaban a las cinco o seis de la mañana, «botando» prácticamente al público.

Muy temprano en la mañana, al conocerse la caída del régimen y la huída de Batista, se constituyó el Comité de Ocupación Revolucionario (COR), integrado por trabajadores del centro, y se tomó revolucionariamente el cabaret. Los custodios no aparecieron por ninguna parte, y se organizaron guardias en los alrededores y especialmente en la entrada principal cerca de la línea del ferrocarril.

A las 8:00 a.m., como de costumbre, llegó Martín, se le autorizó a pasar y se le informó que el cabaret no abriría sus puertas en respuesta al llamado de huelga general, lanzado por el líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Comenzaba un fin de año diferente para Martín Fox y su camarilla.

Esa misma mañana, el pueblo eufórico de alegría por la fuga del tirano, se lanzó a la calle y saquearon las salas de juego del Sans Souci, Deauville, Plaza, Sevilla y otros lugares que tenían salas de juego, y también destruyeron todos los parquímetros automáticos que existían en las principales calles de La Habana.

El COR del cabaret, enterado de estos hechos, montó guardias reforzadas y se posicionaron en la entrada principal del cabaret, armados de palos, cabillas y una vieja escopeta que existía y se usaba como utilería.  Alrededor de las cuatro de la tarde hicieron su aparición dos camiones cargados de personas con el objetivo de saquear el cabaret, pero el COR les salió al paso, y optaron por irse. 

El día 3  por la tarde llegaron las avanzadas de la tropa del Comandante Camilo Cienfuegos que se dirigían a ocupar el campamento de Columbia, hoy Ciudad Escolar Libertad, bajo las órdenes del Teniente Egaña, y se coordinaron las operaciones relacionadas con la custodia y cuidado del cabaret. 

Al atardecer, volvió Martín acompañado de uno de sus colaboradores más cercanos, para sacar unos bultos. Luego de consultar con el mando rebelde fue autorizado. Al concluir la huelga general algunos miembros del COR se personaron en casa de Echemendía. Se le invitó a que reabriera el cabaret, pero se negó alegando que solamente recibía órdenes de Martín. Entonces se dirigieron a donde vivía este último con el mismo propósito, quien salió corriendo por la calle gritando que lo querían matar. Fue necesario conducirlo a la fuerza para explicarle que el objetivo de la visita era que abriera el cabaret con los juegos autorizados por la ley. 

Martín el «Guajiro» se negó rotundamente y se le dio un breve plazo para que recapacitara, pero tampoco entregó las llaves. Fue necesario acudir a la Policía que lo llevó detenido para la Jefatura General hasta que llegó el Comandante Efigenio Amejeiras, Jefe de la Policía Nacional Revolucionaria, quien logró convencerlo.


Después del histórico discurso de Fidel Castro pronunciado el 8 de enero, se reunió al COR y se le informó que Tropicana continuaría trabajando bajo sus órdenes. El  día 9, abría sus puertas bajo la supervisión de los trabajadores. A partir de entonces, Tropicana ha continuado funcionando normalmente con una afluencia notable de público.

 

Vea:

La verdadera historia de Tropicana (XI).