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La vida es sueño desde el Caribe
07April
Artículos

La vida es sueño desde el Caribe

En Santo Domingo, primera ciudad del Nuevo Mundo, radica un grupo teatral que durante veintiocho años ha defendido los vínculos entre tradición y modernidad. Se llama Guloya, porque su director, un joven actor graduado del Instituto Superior de Arte, en La Habana, bajo la tutoría de la maestra Flora Lauten —y a través de ella heredero de otro maestro, Vicente Revuelta—, decidió crear el colectivo para recuperar una expresión danzaria-teatral-musical de su país, practicada por los guloyas de San Pedro de Macorís, e intentar leerla desde el presente. Reconocía así uno de los legados de la raíz africana que forma parte de su identidad cultural, fusionada con lo anglosajón por medio del viaje de isla en isla desde los territorios anglófonos.

Con el mismo ímpetu, resolvió superar la falta de sistematicidad en su contexto para fundar y mantener grupos estables en las condiciones del país, sin subvención regular ni otras garantías. Aprendió del empeño de Gayumba, el grupo fundado por Manuel Chapuseaux y Nives Santana, de raigambre brechtiana, y tomó lo mejor de otro como Nuevo Teatro, de orientación stanislavskiana, fundado por Rafael Villalona, paladín del teatro independiente, y con el riguroso magisterio de María Castillo, actriz, directora y pedagoga.

Audacia, perseverancia e inaplazable vocación de crear signan la labor de Guloya, desde la escena en diálogo permanente con las problemáticas de la realidad de su media isla. Muestra de ello son montajes como Cuentos en familia, Nadie está solo, Bochinche, Platero y yo, Naturaleza muerta, Ausentes, Flor de mayo, Frankestein —vista también en Cuba— y Otelo… Sniff, todas defendidas desde un espacio propio, la sala que animan en la Zona Colonial de Santo Domingo, espacio de laboratorio y de activa gestión de promoción cultural. Y muy pronto Claudio Rivera y Guloya volverán a La Habana para mostrar una de sus creaciones más recientes: La vida es sueño, a partir del clásico del Siglo de Oro creado por Calderón de la Barca, que eligieron para celebrar cinco lustros de vida creadora.

Respetuoso del texto, Claudio Rivera lo sintetiza al fundir los tres actos en una secuencia única, acorde con los tiempos agitados que vivimos. Él mismo asume al rey Basilio, padre de Segismundo, en una creación elogiada por la crítica. Propone una alternativa para soñar, a la manera del Caribe, con una puesta colorida y formalmente exuberante, que fue reconocida en su país con el Premio Soberano. Así, el debate sobre la libertad humana contra un destino prefijado pasa por las claves de su herencia formativa, al emplear analogías y hacer volar la imaginación del espectador sin despegar los pies de su propia tierra.