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Paula Alí: “El teatro es la escuela; la televisión, la fama y el cine, la memoria”
06January

Paula Alí: “El teatro es la escuela; la televisión, la fama y el cine, la memoria”

Paula, usted tiene una extensa trayectoria artística, en primer lugar, en el teatro y, después, en la televisión y el cine, aunque comenzó, según tengo entendido, como modelo en CMQ televisión.

En efecto, comencé como modelo ocasional y extra, en 1959, en CMQ Televisión, en varios espacios, uno de ellos Cabaret «Regalías».

Y ¿cuándo comenzó su carrera actoral?

Andando la primera mitad de la década de los ´60, en el Teatro Martí, en una simpática comedia musical, titulada ¡Voy abajo!, en la que se me ofreció un pequeño papel, que acepté de buen grado. Entonces, fui quedándome allí, hasta finales de 1969, y fui encarnando personajes de cada vez mayor peso, hasta la última obra en la que trabajé con ese colectivo. Un día, supe que la también actriz y directora teatral Berta Martínez, del Grupo Teatro Estudio, pretendía montar La casa de Bernarda Alba y estaba buscando actrices para encarnar los personajes. ¡Imagínate, Teatro Estudio era un sueño para cualquier actor! 

Decidí ir a ver a Berta, ella me aceptó y así fue que comencé en Teatro Estudio. Trabajar bajo su dirección fue toda una escuela, porque, además de una excelente actriz y directora, fue una auténtica pedagoga, sobre todo para las actrices. Después, tuve la suerte, en realidad, he tenido mucha suerte en mi profesión, de trabajar junto a excelentes actores, con excelentes directores. Cada director aporta algo al acervo intelectual y al oficio de un actor.

Por otra parte, no desdeño ningún género, aunque siento especial predilección por la tragicomedia, esa comedia que, detrás, tiene un tono trágico, como es el caso de La Celestina o La Tragicomedia de Calisto y Melibea, que tuvo una original puesta en escena hace varios años, en la que encarné el rol protagónico, bajo la dirección de Carlos Díaz, uno de nuestros más notables directores de la actualidad.

De todos los renombrados directores, con los que usted trabajó, hay uno que, según mi humilde apreciación, marcó su carrera: el maestro Héctor Quintero.

¡Oh, mi querido Héctor! Nosotros, además de ser muy buenos amigos, teníamos gran empatía, excelente comunicación. Héctor es el único creador al que nunca le cambié ni una sola letra de sus textos, porque escribía de modo genial. Era una personalidad muy fuerte, pero manteníamos una excelente relación. Tanto nuestra amistad como su labor de director fueron vitales para mí. Creo que, además de lo mucho que aprendí con Berta Martínez en cuanto a contenido, con quien más aprendí acerca de la forma de decir fue con Héctor. Si no hubiese trabajado con Berta y Héctor, jamás habría sido lo que soy hoy.

Usted ha paseado no solamente por diversos géneros, así como por autores clásicos y contemporáneos, sino, también, por el mundo, encarnando personajes de disímiles países. Más que haber tenido suerte, yo diría que ha sido su empeño, su dedicación y su valía como actriz los factores que han condicionado que usted haya podido encarnar todos los personajes de su extensa carrera.

De todos modos, te reitero: he tenido mucha suerte. Desde luego, tienes razón: además del talento y de la suerte que una persona pueda tener, el empeño, la dedicación, es esencial. Yo nunca he dicho «no» a nada, sin importar las dimensiones del personaje, pues siempre se aprende, y, además, en verdad, he tenido mucha suerte con los directores. Si me percato de que no voy a tener buena comunicación con un director, me alejo, porque resulta muy difícil trabajar si no existe eso. Enseguida me doy cuenta de si podré o no trabajar con esa persona, porque el actor no es un muñeco manejado por un ventrílocuo. Antes que todo, debe tener una cadena de pensamiento, que va llevándolo al personaje, porque no puede montarse directamente en el sentimiento ni en el gesto, ni en la palabra; eso es producto del pensamiento, pues hasta que no conoce bien lo que va a hacer, hasta el último detalle, no puede darse cuenta y cambiar.

 

Paula premio ACTUAR

 

De todos sus roles televisivos en diez telenovelas, más de treinta telefilmes y media docena de programas humorísticos, tanto seriados como no seriados, hay tres que han quedado en el imaginario popular: Josefa, la madre de Chiripazo, en la exitosa telenovela El año que viene, una vez más, de la mano de Héctor Quintero; la tía de la protagonista de la también exitosa telenovela Salir de noche, dirigida por Mirtha González Pereda y la Doctora Rosa Matriz, en el popular espacio humorístico Punto «G». Por favor, dígame algo acerca de estos personajes.

Empecemos por Josefa, de El año que viene. Inicialmente, Héctor Quintero me asignó otro personaje, pero, cuando leí el guion, el que verdaderamente me cautivó, de un modo increíble, fue Josefa. No sé qué ocurrió en esa telenovela, que todos los actores logramos una excelente comunicación. En toda obra teatral, cinematográfica, radial o televisiva, o una película, el casting es fundamental. Se trata de escoger los actores que mejor puedan interpretar cada personaje. Para mi alegría, Héctor cambió de opinión y me convirtió en Josefa.

El personaje de la telenovela Salir de noche también me fascinó; es un personaje muy humano, que conquistó al público televidente con su conducta cotidiana; una mujer llena de ternura, que dedicó su vida a un sobrino con una discapacidad y una especie de Pepito Grillo de la protagonista.

Respecto a la doctora Rosa Matriz, de Punto «G» debo decir que, al principio, me costó un poco entender cómo interpretarlo, hasta que lo concebí como una mujer insoportable, que hacía las veces de balanza entre los otros dos personajes coprotagónicos, más simpáticos, pero que se dulcificaba mucho cuando intervenía otro personaje, que despertaba en ella la sensualidad. Algunos criticaron el hecho de que hubiese aceptado encarnar ese personaje, por considerar que no aportaba nada a mi carrera artística. Todo aporta, yo no subestimo para nada la comedia, ni el humor; por el contrario, me fascinan. Lo que detesto es la chapucería, la chabacanería.

En el cine, usted trabajó en más de una ocasión bajo las órdenes de ese insigne director que fue Tomás Gutiérrez Alea (Titón).

En una entrevista, me dijeron: «Tú entraste por la puerta grande en el cine, porque empezar con Titón es una gran suerte». Trabajé bajo su dirección en Cartas del parque y, después, en Guantanamera. Él convirtió un personaje en una mujer, para que yo lo interpretase. Con Gerardo Chijona he participado en seis películas. Trabajé en una interesante película con un director irlandés, titulada Viva. Trata sobre un muchacho un tanto marginal, que quiere ser travesti y, al final, lo logra. Una película cubana, en la que participé hace poco tiempo fue ¿Por qué lloran mis amigas?, dirigida por Magda González Grau, una directora con la que me gusta mucho trabajar También encarné otro buen personaje en otra interesante película cubana, titulada Nada, dirigida por Juan Carlos Cremata Malberti, con el que gané el premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Cartagena de Indias, Colombia.

A propósito de los premios: ¿cuál es su criterio respecto a ellos?

Como dijo Martí, toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz. Lo único que no puede ocurrir es que un premio alimente desmesuradamente el ego del artista premiado. Si me otorgan un premio, lo agradezco mucho; si no me lo otorgan, no ocurre nada. Todo premio, y he recibido varios, es un estímulo, pero no recibirlo no es algo que me quite el sueño. Sin embargo, el cariño del público es algo especial. Me regalan flores, se acercan a mí para decirme palabras muy hermosas y emotivas. Hay personas que me dicen: «Usted me ha hecho tan feliz a veces, que yo …» y ¡hasta se echan a llorar de emoción! ¡Ese sí es un premio que adoro recibirlo! Me ocurre algo similar a lo que les ocurre a los médicos, cuya satisfacción es salvar una vida; la de nosotros, los artistas, es salvar un alma.

Paula, como hemos constatado, usted tiene una extensa trayectoria artística en general y en particular en el teatro, después en la televisión, amén del cine. ¿qué medio le gusta más?

Sin lugar a dudas, como el teatro no hay nada. Yo recuerdo que, cuando trabajé en la puesta de Las impuras, había una escena, que sabía que no debía hacerla como la hacía, pero no lograba hallar el modo idóneo de hacerla. Un día, entré llorando al escenario, con una carga emocional muy grande, y así funcionó la escena. Si esto no hubiese ocurrido en el teatro, no habría podido lograrlo, se habría quedado en el modo que no era el válido. El teatro es la escuela, la televisión es la fama y el cine es la memoria. Pero la confrontación directa con el público no tiene comparación, es insustituible.

Cuando actué en La última carta de la baraja, una obra dirigida por Héctor Quintero, en cuyo elenco figuraba Edwin Fernández, un excelente actor y, en particular, un gran comediante, recuerdo que tenía un bocadillo, con el que el público reía mucho. Un día, los espectadores dejaron de reír, yo me preguntaba qué ocurría y se lo comenté a Edwin, quien me respondió: «Es que cambiaste la pausa en el bocadillo, tú hacías una pausa aquí, que es lo que le daba a la gente el pie para reírse». Al día siguiente, volví a hacerlo como antes y ¡resultó!

Opino que todos los actores tienen que pasar por el teatro, en el que puedes estar bastante tiempo ensayando y actuando un personaje, como en el caso del protagónico de La Celestina, con el que hice doscientas funciones y creo que todavía no la he encontrado...

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