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PRETEXTOS Y REVELACIONES
15September

PRETEXTOS Y REVELACIONES

La exposición Equilibrium de los jóvenes pintores cubanos Alain de la Cruz y Adonis Ferro, que se exhibe actualmente en la Sala Martínez Villena de la UNEAC, constituye un homenaje al ballet como manifestación artística y, de modo especial, celebra la visita que hiciera recientemente la Compañía Royal Ballet a La Habana. Pretende además recrear ambientes y personajes de obras conocidas dentro de ese ámbito de la danza internacional, aspecto en el que radican los principales atractivos conceptuales y formales de su curaduría.

Algunos artistas plásticos y diseñadores gráficos suelen construir alegorías visuales sobre el ballet a partir de elementos típicos u objetos cliché, como las zapatillas, el tutú, y la propia fisonomía de bailarines estáticos o en movimiento. Esta muestra bipersonal tiene la intención y la osadía de romper la costumbre. Alain de la Cruz y Adonis Ferro se adentran en una metáfora diferente, que explora episodios, argumentos. Ellos tratan de rediseñar la expresividad, el matiz psicológico de ciertos personajes; recrear las poéticas de versiones coreográficas, e incluso, revalorizar las motivaciones de quienes las concibieron o idearon la música de algunas de estas puestas. O sea, no asistimos a una ilustración mimética del acontecimiento danzario, sino a una experimentación estética que trata de expandir la sugestividad de determinadas obras del ballet.

Alain de la Cruz es un abstracto nato, un creador joven que evoluciona de manera rápida y segura. Sus imágenes no resultan viscerales, repulsivas, sino más bien sugestionadoras, atrayentes. Los suyos son escenarios histriónicos que, a pesar de la aparente hermeticidad estructural que sugieren, siempre terminan siendo asimilados y transitados por el espectador. En los lienzos de esta oportunidad combina tonalidades sobrias (rojo, negro, gris, carmelita), formas geométricas, objetos de su iconografía habitual como las ruedas y las velas para concebir escenas urbanas, rurales o marítimas cargadas de curiosidad y misterio, las cuales evocan pasajes de repertorios danzarios. Tan auténticamente involucradas están sus imágenes con el tema de elección, que cualquiera de ellas, con un formato mayor, podría ser la escenografía perfecta de representaciones coreográficas en obras como Croma, Carmen, El lago de los cisnes, o La casa de Bernarda Alba.

Adonis Ferro demuestra en la exposición su habilidad artística para el ejercicio del retrato. Su permanente indagación autobiográfica, su fisgoneo en las realidades contingentes del “otro”, es lo que lo ha estado conduciendo poco a poco hacia esta identificación con el género.

Depositarios de una intimidad repleta de asociaciones, de múltiples fantasías y augurios, los personajes de Ferro han decidido trasladarse al universo del ballet para encarnar los rasgos sentimentales y psicológicos de determinados personajes. Pero ese tránsito ha sobrepasado para su beneficio lo meramente coyuntural, ofreciéndole una serie de recursos y artificios que con seguridad irán permeando en lo adelante su producción artística. El homenaje de ocasión ha devenido en su caso pretexto de tanteos y revelaciones técnicas. Como quien de súbito comienza ver otras aristas inclementes de la vida, esos personajes de Ferro no sólo han ido perdiendo parte de su inocencia para hacerse más sarcásticos e inductivos, sino también han transformado su concepción física y su perspectiva de enfoque. Una nueva dimensión expresionista entre lo caricaturesco y lo dramático parece irse resumiendo en el quehacer de este creador, ponerse a merced de ciertos escarceos simbólicos en piezas emblemáticas como Bodas de Sangre, Romeo y Julieta, Manon y Cascanueces.

Vista desde una perspectiva general, la exposición se divide en dos grandes espacios, distintivos y complementarios. Como se infiere en el tratamiento de los cuadros, uno concierne a los ambientes o escenografías y otro a la galería de personajes. Sorteando sin contratiempos las diferencias del trazado compositivo y el estilo de cada uno de los autores, ambos conjuntos enfatizan por igual las maneras y efectos del expresionismo abstracto, parecen seguir la estela dejada por figuras paradigmáticas de nuestras artes plásticas como Servando Cabrera, Raúl Martínez y Antonia Eiríz, que ha sido retomada con mucha fuerza en la emergente pintura cubana de principios de siglo.