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EL VIDEO JOVEN
15September

EL VIDEO JOVEN

El Concurso Latinoamericano a la Creación y Autoría en Video y Artes Digitales “Juan Downey” nació con la Bienal de Video y Artes Mediales, y constituye uno de sus puntales más importantes. Tiene como objetivos descubrir nuevos talentos y homenajear al artista chileno fallecido que lo nombra, uno de los pioneros del video arte en el mundo.

Este año llegaron más de cien obras, principalmente de Chile y Argentina, y se sumaron países como Cuba y Brasil, y chilenos residentes en el extranjero. El tema de la convocatoria fue el propio concepto de la bienal: “Resistencia crítica”.

El jurado, integrado por los teóricos Arlindo Machado (Brasil), Rodrigo Alonso (Argentina), y la artista chilena Ingrid Wildi, otorgó el primer premio (mil dólares) a la obra “Algún lugar encontraré” (2008) del chileno Nicolás Sánchez, destacado por su economía de medios, su dimensión poética, y “por revelar situaciones contemporáneas de supervivencia y resistencia creativa”. Una obra “entre el capitalismo y la melancolía”, según dice su autor.

Sobre la importancia del concurso, que se realiza desde 1993, conversamos con el editor general de la BVAM: el sociólogo Simón Pérez.

¿Qué tendencias se han visto reflejadas en la historia del certamen?
El desarrollo del video inserto en la bienal ha sido muy importante por el mismo contexto socio-cultural y político de los primeros años de la transición democrática en Chile, con un fuerte acento por entonces en la memoria política de la dictadura. El concurso ha sido un fiel reflejo de época, abriéndose cada vez a más países, transformando contenidos y formatos de investigación, pasando a nuevos dispositivos, a la masificación de los formatos digitales y a la despolitización y abstracción constante. Los 90 son años de experimentación del formato. Desde mediados del 2000 podemos apreciar obras que se preocupan más del contexto político y cultural de la obra, junto al desarrollo constante de técnicas y formatos, integrando nuevas herramientas. Las temáticas han transitado hacia una interpelación de los medios de comunicación, la sociedad de consumo, los aparatos de vigilancia, las culturas urbanas.

Este año, el concurso se abrió a Net Art. Sin embargo, la categoría fue declarada desierta. ¿Qué ocurrió con este proceso?
Se trataba de abrir a trabajos que se soporten en la Web, que en la composición misma de la obra ocupan las herramientas de Internet y el ciber-espacio, y que posibilitan la interacción entre el navegante y la obra. Llegaron muy pocos trabajos a esta línea. Creo que se debió, por un lado, a que el concurso está vinculado históricamente al trabajo con video arte. Pero también hay razones que apelan directamente a la escena artística local: al sistema de educación universitaria en Chile sobre artes visuales, donde el uso de las tecnologías, de soportes digitales e incluso electrónicos, ha tenido un pobre desarrollo y escasa inserción en los planes curriculares; a la poca visión de la disciplina artística, junto con una cerrazón del campo intelectual de las artes a destacar y fomentar la teoría sobre arte y tecnología. Son muy pocos los investigadores dedicados a este trabajo. Un síntoma de todo esto es también la última entrega de recursos públicos para la cultura y las artes por medio de FONDART, abierto a disciplinas tradicionales, sin que aparezcan proyectos de innovación en cultura ni usos de nuevos formatos de manera más profunda. Persiste, además, la falta de iniciativas profesionales de formación independiente; el desamparo de los artistas que utilizan medios interactivos se ve también en la falta de espacios para la producción de arte.

¿Cómo se comporta esta situación en el resto de Latinoamérica?
En países como Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, México y Perú existe un mayor desarrollo de las artes mediales-interactivas-electrónicas, con una tradición de más de quince años, y artistas visibles, reflejo de países que han profundizado en investigaciones y en políticas orientadas hacia el fomento de espacios de producción de arte y tecnología, como, por ejemplo, Media Lab de Centro Cultural de España de Buenos Aires, ATA en Perú, el Centro Multimedia de México, e Itaú Cultural en Brasil, sumado al desarrollo de programas universitarios vinculados al arte y a la tecnología. Ello nos habla de una suerte de aislamiento y retraso de Chile respecto al tema, y ha sido función de esta Bienal contrarrestar esa situación difundiendo este tipo de arte contemporáneo.

Más información: http://www.bvam.cl/