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Bienal de artes pláticas transforma fisonomía de La Habana
28May

Bienal de artes pláticas transforma fisonomía de La Habana

Por Martha Sánchez. Exclusivo para Excelencias

Fotos: Excelencias

Artistas de más de 40 países dan riendas sueltas a su creatividad y modifican con arte espacios urbanos de la capital cubana por invitación de la XII Bienal de La Habana cuya celebración hasta el 22 de junio promueve una fiesta visual.

 


Como de costumbre, la Bienal puso a dialogar a creadores de diversas regiones y según su director, Jorge Fernández, se mantiene fiel al principio de dar voz a quienes a veces padecen desatención en sus lugares de orígenes.

 


El evento no tiene sede precisa pues transcurre simultáneamente en muchos sitios de La Habana para que los artífices creen en función del contexto urbano.

 


La idea principal es convertir la ciudad durante todo un mes en la galería más amplia del mundo. A la vez, esa intención constituye una apuesta por lo social, por mejorar el entorno de múltiples barrios y con esto la vida de sus habitantes.

 

Según Fernández, la idea que tenemos del arte suele ser muy diferente a la experiencia real del artista, por tanto la XII edición reflexiona sobre el tema y asume como slogan: “Entre la idea y la experiencia”.

 


Un propósito esencial de la cita de 2015 es la exposición de los procesos de trabajo en el arte, marcada en pleno siglo XXI por la colaboración. Con esa lógica, el evento involucra a científicos, músicos, arquitectos, bailarines, diseñadores, fotógrafos, cineastas, profesionales de diversas especialidades en cientos de proyectos compartidos.

 


La muestra colateral de la XII edición incluye expresiones como la danza, la música, el teatro, el cine y la literatura, a partir de la riqueza semántica que aporta cada una y al mismo tiempo las relaciones entre ellas.

 


Resultado fructífero dio el estreno mundial del proyecto cubano-estadounidense The light in Cuban eyes, que exhibió el pasado 24 de mayo una preciosa conjunción de artes: música, danza contemporánea, ballet, fotografía, diseños de luces, vestuario y la magia de un teatro como el Martí. Involucró al padre de la pianística cubana Frank Fernández como intérprete y compositor, al coreógrafo estadounidense Pedro Ruiz, a jóvenes danzantes de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso y a la compañía contemporánea Endedans.

 


A tono con los procesos de producción artística contemporánea, la Bienal trata de relacionar múltiples zonas del saber, además de propiciar talleres de curaduría y encuentros para reflexionar sobre arquitectura, urbanidad y otros tópicos.

 


Esta edición abre espacios al desarrollo de proyectos educativos y a la exposición de investigaciones académicas que contribuyan a la reflexión relacionada con las artes.

 


“Para nosotros es importante la energía de la ciudad”, apuntó Fernández en los momentos iniciales e invitó a involucrar a las comunidades en los proyectos y a convertirlos en espacios de socialización. Esa ha sido la óptica de casi todas las propuestas, sacar el arte de los recintos clásicos y estimular la inserción social.

 


Cines, parques, plazas, museos, librerías, edificios comunes, esquinas de cualquier calle, acogen por estos días estructuras de disímiles tamaños en correspondencia con la intención de fomentar un diálogo entre arte y hábitat.

 


El directivo del evento más trascendente de las artes visuales en Cuba también aspira a que las obras expuestas fomenten preguntas acerca de los propios espacios de la ciudad sobre los cuales se crean o erigen.

 


De acuerdo con el presidente del Consejo Nacional de Artes Plásticas, Rubén del Valle, la Bienal debe hacer accesible el arte a los más diversos públicos, para que sea patrimonio de la sociedad, no de un segmento de esta.

 


En consecuencia, los organizadores eligieron lugares atípicos para las creaciones como librerías, parques, parqueos, bibliotecas, una antigua fábrica de bicicletas, instituciones públicas como el Instituto Cubano del Libro, un asilo de ancianos, la vieja termoeléctrica Talla Piedra y el edificio Focsa, entre varios. Algunos espacios públicos que ya han cambiado de fisonomía son la Terminal de Ómnibus Nacionales, el Pabellón Cuba, la estación del tren de Hershey, la antigua fábrica de bicicletas en el Vedado, la Universidad de La Habana y algunos tramos del Malecón.    

 


La más famosa avenida del litoral norte de la capital sirve de escenario a más de 50 proyectos. Uno de ellos llama la atención en una isla tan calurosa y es la construcción de una pista de hielo, con un material que imita ese estado natural del agua y permite patinar allí con los patines adecuados, traídos por el autor, de origen irlandés, Duke Riley, asentado en Estados Unidos. La curiosa superficie sintética permite deslizarse sobre la pista y jóvenes entusiastas han corrido a probar suerte. Quienes no consiguen mantener el equilibrio al menos han podido estampar las nalgas en aquella rareza con la que Riley defiende la existencia de espacios en apariencia ajenos a su entorno.

 

Algo atractivo de la Bienal La Habana es la posibilidad de generar un diálogo real con las personas y en ese sentido esta cosecha gran éxito.

 


La mayor exposición del evento se titula Zona Franca y radica en el complejo cultural Morro-Cabaña, mientras el Pabellón Cuba de la capital sirve de escenario del proyecto titulado Entre, dentro, fuera, que cuenta con la participación de creadores de Estados Unidos, Bulgaria, Canadá y Cuba.

 


El Centro de Arte Contemporáneo Wilfredo Lam, la Fototeca de Cuba y el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, funcionan otra vez como sedes claves para las múltiples propuestas renovadoras y experimentales de alrededor de tres mil artistas cubanos y foráneos.

 


Algunas obras quedarán para siempre en la ciudad como regalo de sus artistas, una de ellas será Primavera, escultura preciosa en acero de ocho metros de altura, donada por el autor, Rafaél San Juán, a la Oficina del Historiador de La Habana.