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Academia cubana de artes vive en su propia nube
01June

Academia cubana de artes vive en su propia nube

Por Martha Sánchez. Exclusivo para Excelencias

 

Gran parte de los artistas viven en una nube, o al menos así piensa la gente, pero la Escuela de Artes San Alejandro de Cuba acaba de adoptar la suya propia y es para siempre. Cuando un maestro de esa prestigiosa academia, la segunda más antigua en América Latina, llamó al escultor colombiano Ricardo Cárdenas para exponer allí alguna obra durante la XII Bienal de La Habana, primero no se lo podía creer. Luego de la sorpresa, llegó la duda: ¿qué hacer en un sitio visto dentro del gremio como sagrado?

 


Un amigo en Cuba tomó una foto a una planta de enredadera que envuelve unas columnas y se la envió por email. Y así viajó también la idea, trabajar algo enredado en aquella edificación neoclásica en la cual estudió hasta el Héroe Nacional cubano José Martí. Por estos días, San Alejandro transforma sus aulas, patios y pasillos en sede colateral de la XII Bienal de La Habana, pero por decisión del claustro de profesores la nube de acero que envuelve la parte superior de una las columnas de la entrada de la academia quedará instalada allí por tiempo indefinido. Tras siete días de arduas labores de soldadura, Ricardo Cárdenas la donó con mucho gusto.

 

Junto al colombiano, otro creadores de ese país y de España, Chile, México, Bahamas, Estados Unidos, Argentina y Cuba trabajaron en la institución durante días con el propósito de insertar propuestas en aulas, patios y pasillos que la directora Sandra Fuentes considera galaxias, por la amplitud y riqueza de cada montaje.

 

A raíz de la idea, la exposición en general se presenta al público con el título de El hombre y su universo, y según el curador Toni Piñera permite apreciar a artistas con disímiles poéticas, diferentes formas de mirar el arte.

 


Dentro de una de las aulas, el colach de gran formato El manto del océano, de la argentina Matilde Marín, proviene de un estudio del color de los mares antiguos y modernos. Los tonos responden a una investigación que instauró en ella una pasión por los faros. La pieza expuesta en La Habana incluye al centro una imagen en blanco y negro del faro del fin del mundo, como se le conoce al de San Juan de Salvamento, ubicado en la Patagonia, al sur de Argentina. Esa edificación al interior de una islita solitaria ganó su apodo tras la publicación de la novela homónima del dramaturgo francés Julio Verne, quien la escribió allí mismo.

 


Otro colombiano, Sair García, montó una instalación sobre los desaparecidos en su país y decidió pintar el río Magdalena porque se ha convertido en un gran cementerio, atestiguó. En cambio, la escultora mexicana Susana Celis trajo un conjunto de animales esculpidos en plata con símbolos de su país como el sol, venerado por los aztecas, y la chilena Camila Lobo propone una mirada al arte desde la tecnología.

 


La instalación de Lobo en un pasillo aparece en la oscuridad, o sea, que emerge con el paso del día y desaparece según la intensidad de luz. A la artista le interesa esa relación entre la obra y lo que puede ver cada espectador.

 


Entre las instalaciones de factura cubana sobresale Caída libre, un proyectil construido a base de fibras de vidrio y monedas nacionales de un centavo. Los creadores Agustín Hernández Carlos y Leonardo Salgado quisieron explorar el objeto como metáfora, símbolo de conquista y de poderío económico. También, esperan sembrar una duda con aquella bomba caída en medio del patio, sobre si pudiera explotar de un momento a otro o no.

 


Para Fuentes y Piñera esta muestra a propósito de la Bienal es un digno preámbulo de las celebraciones por los 200 años de fundación de la academia, suceso que festejarán ampliamente en 2018.

 


Hasta el próximo 22 de junio, la Escuela de Artes San Alejandro de Cuba está abierta al público con disímiles proyectos de profesores, estudiantes, egresados y artistas invitados de numerosos países. El más visible de todos, desde la inmensa avenida 41 es la nube de Cárdenas, que luce en dependencia del estado del tiempo. Con sol se difumina algo, sorprende, confunde, y con sombra adquiere aspecto más plateado, amenazante. De cualquier forma, invita a pensar, construir y, sin duda, capta la mirada de choferes y caminantes.