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Pasado y presente de la Catedral de Mérida
22December
Artículos

Pasado y presente de la Catedral de Mérida

La Catedral de Mérida, Catedral de San Ildefonso, en México, fue edificada en el siglo XVI y en un lapso bastante corto si se toma en cuenta la grandiosidad de la obra. Desde el inicio de su construcción, en el año 1561, hasta su terminación en 1598 —algunos investigadores asientan que en 1599—, ha sido motivo de polé-mica constante. Unos aseguran que fue a iniciativa del rey Felipe II el inicio de su construcción, pero otros aseveran que el obispo Francisco del Toral solicitó al rey su construcción.

Cualquiera que sea la realidad, una cosa es cierta e indudable: se inicia su cons-trucción después que el Papa Pío IV emitiera la autorización correspondiente el 16 de noviembre de 1561.

La paternidad de la obra arquitectónica se atribuye inicialmente a Pedro de Aleustía, y la obra es continuada por Juan Miguel de Agüero, arquitecto cubano, quien llevó a feliz final la construcción. Se dice también que los planos originales fueron traídos por el obispo del Toral directamente desde Ubeda, ciudad de la provincia de Jaén. Lo cierto es que para la ciudad de Mérida, la de Yucatán, es un edificio emblemático y un auténtico orgullo local. Nadie pone en duda su cualidad de ser la primera catedral de tierra firme. La más antigua es la de Santo Domingo, construida en 1521. Por mucho tiempo se aseguró que la magnificencia del edificio se originó por un error administrativo, pues sus planos estaban destinados a Lima, Perú, pero serias investigaciones, como la del historiador de arte sacro Miguel A. Bretos, de-muestran que no es así.

La continuidad de su construcción no fue permanente. Es verdad que entre la gestión del obispo del Toral y su sucesor Fray Diego de Landa se mantuvo el ritmo constructivo de la edificación, que continuó en el obispado de Fray Gregorio de Montalvo, pero al iniciarse el obispado de Fray Juan Izquierdo, la construcción se hizo muy lenta, pues al parecer no era una prioridad de su gestión. Probablemente ello se debió a la situación económica de la península en aquella época. El edificio tuvo un costo total de doscientos cuarenta mil pesos, cantidad inmensa para entonces. Además, el obispo pensaba que la obra era un derroche: solo vivían en la ciudad trescientos españoles. Otro factor que influyó en el atraso de la construcción fue el fallecimiento en 1590 del arquitecto Agüero. Pero el caso es que, al llegar el final del siglo XVI, Mérida contaba ya con su catedral.

Arquitectónicamente, la catedral asimila en sí varios estilos. Su fachada es renacentista, pero su interior tiene tanto elementos góticos como casetondos, los que tienen por objeto aligerar el peso de las bóvedas. Su estilo interior recuerda por mucho el estilo herreriano, muy semejante al de la Capilla de San Lorenzo, en El Escorial. El pórtico de la Puerta del Perdón es de estilo neoclásico. El coro fue construido muy posteriormente; lo añade al edificio el arquitecto Manuel de Arrigunaga y Gutiérrez en el siglo XIX y no guarda relación arquitectónica con el resto del edificio.

Nuestra catedral tuvo por mucho tiempo un monumental reloj, construido en Londres en el año 1731, que funcionó hasta 1871, cuando, debido a la construcción del reloj municipal en la torre del Ayuntamiento de Mérida, y dado que nunca se logró que funcionaran al unísono y sus campanas se escuchaban a destiempo, causando comentarios negativos de la población, se decidió el desmantelamiento de este.

Otro elemento importante es el escudo en la parte superior de la fachada. Originalmente había allí un escudo real español, pero al consumarse la Guerra de Independencia, fue borrado a golpes de cincel y en su lugar se talló otro que corresponde al efímero Imperio de Agustín de Iturbide.

En pleno siglo XX, el distinguido arqueólogo Víctor Segovia Pinto hizo un sensacional descubrimiento. Ya en el siglo XVI Landa consignaba que "los indios acudían voluntariamente a los oficios únicamente en la capilla abierta de Dzibilchaltun y a la catedral de Mérida". Relata Víctor Segovia: "Una mañana, observando detenidamente las torres de la catedral, ahí estaba la causa; me di cuenta de que, en el segundo cuerpo de las torres, habían dos serpientes emplumadas enroscadas a ellas. ¡Claro, ellos entraban ahí a rendir culto a su propio Dios!". Y, dado el festivo carácter de Víctor, soltaba una sonora carcajada.

Rodeada de leyendas urbanas, arrancando feroces discusiones sobre ella, nuestra catedral es y seguirá siendo ¡un gran orgullo de la ciudad de Mérida!