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Para que los sueños florezcan
22October

Para que los sueños florezcan

Había que estar loco en los años noventa para pensar en grandes fiestas, de esas donde se convocan multitudes y también generan multitud de dificultades en su realización. Por suerte para los holguineros y para la cultura, un visionario, entonces ministro, consiguió arrastrarnos hacia uno de esos jolgorios. Hart estaba en Santiago de Cuba cuando, sin dejar de soñar, pensó en la conveniencia de involucrar a las provincias orientales en un sistema de eventos para gestionar sus peculiares riquezas culturales y, sin tomar en cuenta las especiales circunstancias de esos años, llegó a nosotros.

Holguín, territorio de estirpe cultural, atesoraba sueños de vocación mambisa desde los tiempos en que Dositeo Aguilera creó el Himno invasor, y fue tierra fértil para hacer florecer tales empeños. Hart propuso y los holguineros dispusimos echar manos a la obra. Sin la ayuda de wifi ni el permiso de Facebook los amigos se fueron juntando, llegados de todas partes, y contribuyeron a dibujar el rostro multicolor de ese jolgorio, desde entonces llamado Fiesta de la Cultura Iberoamericana.

A su convocatoria han concurrido vuelos directos desde Cataluña y otras latitudes. En cada ocasión dimos la bienvenida a muchos y tantos amigos-artistas o artistas y amigos, quienes sorteaban dificultades de todo tipo, hasta diplomáticas. Una y otra vez, uno y otro año, contra o a favor de viento y marea hicimos florecer la Fiesta acompañada de nuevos proyectos que fueron dándose, en parte gracias a varios hacedores de sueños que nos hicieron borrar del léxico la frase No se puede, como el Dr. Guarch del Monte, Fidel Troya, José Novoa Betancourt, Tatiana Zúñiga y Alexis Triana.

Esfuerzos infinitos a los cuales nos entregábamos sin pesar en el bolsillo, pero sí empeñando el alma, trabajo de equipo que nos permitió saborear el triunfo de ver cómo Holguín se convertía en capital del arte joven con las Romerías, en plaza de pensamiento y unidad iberoamericana con la Fiesta, en amor y canto a la vida. Arañar la nostalgia, observar en plena Fiesta la luna llena, eran algunos de los componentes de ese gran sistema cultural mediante el cual se engarzaban los municipios con la provincia, esta con la nación y todos con el universo.

Extrañamos ya algunos de esos espacios: la presencia reiterada de Holguín en las agendas culturales del país, el brillo del talento local en escenarios foráneos. Conocemos de los esfuerzos realizados, de la perseverancia y entrega de nuestros artistas y de las posibilidades reales que brindan recursos como la comunicación abierta a planos estelares, incluso en plazas y parques.

Evidentemente los tiempos han cambiado. Con certeza moverá a risa decir hoy que puede hacerse una Fiesta con cinco mil pesos de presupuesto, pero nosotros la hicimos. Si se pensara que un profesor de música logra atravesar el Atlántico con su guitarra como única riqueza, si aseguráramos que nuestros solistas y grupos consiguen acudir a eventos y certámenes internacionales e imponer su valía entre los mejores del orbe, porque así fueron reconocidos por grandes figuras, que al visitarnos decidieron apostar por ellos y los invitaron. Pero nosotros, los de siempre, estamos aquí para atestiguarlo. Eso y mucho más puede hacerse posible, precisamente porque los tiempos han cambiado, y distintos caminos aún están por explorar, nuevos y mayores retos se presentan en el ámbito cultural.

Holguín se proyecta hoy como destino turístico de gran interés. La actualización del modelo económico cubano se sustenta en una política de diversificación de los rubros productivos y favorece que la cultura se visualice como un producto capaz de contribuir tanto a la riqueza espiritual de la población como al desarrollo económico, a la promoción de nuestra identidad y de los más genuinos valores que sustentan la creación artística.

Nuestra necesidad de crear es infinita. Las tierras holguineras continúan siendo terreno abonado para que florezcan los sueños, porque con inteligencia y tesón se hace camino y porque, como dijo el sociólogo y antropólogo Tomás Austin Millán, «Así surgió y se desarrolló la cultura: “creando” en un instante (presente) a partir de sus recuerdos y experiencias del pasado para mejorar su futuro y luego transmitiéndolo a sus hijos y descendientes para que estos lo desarrollaran aún más».