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Dulce María Loynaz: Versos podados por manos de mujer
10December
500 Aniversario

Dulce María Loynaz: Versos podados por manos de mujer

Quién pudiera como el río

ser fugitivo y eterno:

Partir,  llegar, pasar siempre

Y ser siempre el río fresco…

Si se desconociera su figura y ni una fotografía nos mostrara la imagen de aquella señora que impuso con su pluma un ante y un después en la poesía escrita en español, a lo mejor cada cual construiría las imágenes a su antojo, sin creer que en aquel cuerpo menudo, a punto de la fragilidad, emanaba la fuerza volcánica del cuidadoso verso, de la palabra mil veces pensada a la hora de ocupar un sitio, de un lenguaje sencillo e inmensamente complicado al mismo tiempo.

Dulce María Loynaz, Premio Cervantes en 1992—mujer y mito—, nació en La Habana el 10 de diciembre de 1902 y al formar parte de ese selectivo grupo de las mejores poetisas en lengua castellana, obligó a las más jóvenes —sin proponérselo— a poner interés y esmero en las ideas que, acuñadas como poemas, pudiera determinar el rumbo de muchas. Tampoco sin ninguna intención, La Loynaz pasó a convertirse en una escritora de culto en ambos sexos, y en estandarte de la espera y la creación paciente.

De padre mambí, Dulce María viajó en la década del veinte a Estados Unidos y por casi todos los países de Europa. Llegó hasta Egipto, conoció Sudamérica y las Islas Canarias. Casi desde el principio, los críticos de su obra señalaban que sus  versos dan la sensación de que brotan de un surtidor y, al tocar con el aire y la luz, se descomponen en una escala de colores que va de la luminosidad a los tonos ocres.

De ella se dijo que supo captar sutiles matices provenientes de la naturaleza: el mar, el cielo, la luz y las flores…, y que muchas veces se unen a los sentimientos personales como el amor, la piedad, la soledad o la fe en Dios. Todo esto sitúa a sus poemas en una atmósfera ajena al fluir cotidiano. De esta manera, su quehacer poético presenta una marcada tendencia a la poesía pura.[1]

Sobre Jardín, su única novela, escribió el intelectual Gastón Baquero: “La Loynaz se ha podado siempre, con tijeras acerdadas, los sobrantes de miel y los excesos de dulzura. (...) Jardín es, en realidad, un poema en prosa, extenso, entrabado, fiel a una arquitectura. Decir que es la evocación lírica de una vida, es limitarlo demasiado…”[2]

Existen muchas maneras de convertir a La Loynaz en una poeta íntima. Si cada quien se identifica con ella, si una persona apuesta por la vida con sus versos, entonces la escritora y la poesía misma llegarán a vivir todo el tiempo que nos queda como humanidad, al parecer infinito.

Yo soy como el viajero

que llega a un puerto y no lo espera nadie.

Soy el viajero tímido que pasa

entre abrazos ajenos y sonrisas

que no son para él…

Como el viajero solo

que se alza el cuello del abrigo

en el gran muelle frío…

 


[1] Ver en Poetisas Cubanas. Editorial Letras Cubanas, 1985,  p 209 y 210.

[2]Ver en Gastón Baquero Paginario disperso. Ediciones Unión, 2014, p 59 y 60.