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La omisión: un filme para redescubrir Argentina
11December
Festival de cine de La Habana

La omisión: un filme para redescubrir Argentina

Entre las novedades que cada año viajan en busca de aplausos al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano están las óperas primas en concurso. Muchas de ellas a veces pecan de pisar terrenos firmes o de desarrollarse con la ductilidad necesaria para que desde el principio se avizore lo que va a suceder, pero este no es el caso de La omisión, el debut del argentino Sebastián Schjaer, a cuya obra la crítica la ha descrito como “una película angustiante, difícil de encasillar, de asimilar y, precisamente por eso, decididamente fascinante”.

Guionista además de este filme de noventa minutos, Schjaer tiene en su haber la realización de cortos como Mañana todas las cosas (2013) y El pasado roto (2015). Con esta entrega de recién estrenada, nos cuenta la historia de Paula, joven porteña de 23 años que busca trabajo en una ciudad nevada del sur argentino y que tendrá que lidiará con sus duras condiciones de vida y problemas no resueltos que se van revelando a medida que avanza la trama.

Y precisamente para conocer la historia detrás de la historia de este filme conversamos en exclusiva con su director:

¿Sebastián, qué te animó a hacer esta película?

Yo había hecho dos cortos anteriormente que fueron el primer paso en la indagación de ciertas inquietudes que tenían que ver con trabajar universos femeninos con personajes jóvenes, y la relación de ellos con la maternidad como una circunstancia que siempre está presente en sus vidas.

Tiempo después de hacer estos cortos casualmente encontré una foto en Internet, una imagen que se me quedó grabada en la cabeza: la de una ruta del sur argentino toda despoblada y cubierta de nieve, y en la banquina un auto estacionado frente al cual había una chica con la capucha de la campera puesta a quien no se le podía ver el rostro.

A raíz de esa imagen surgieron los dos elementos que más me interpelaron, y que con el tiempo se volvieron los dos pilares centrales sobre los que se construye la película: el primero es el espacio del sur, particularmente la ciudad de Ushuaia ―lugar que conocí específicamente para la película― que tenía características que lo alejaban del imaginario patagónico que yo había visto retratado en las películas, y que por tanto me planteaba el reto de construir otra imagen del sur.

Y por otro lado ―más relacionado con lo que había sido las indagaciones en los cortos―, el personaje de una chica cuyo rostro no podemos ver y que por ende se presenta ante el espectador como un misterio. Fue a partir de esa idea de relacionarme con el personaje desde una curiosidad muy genuina que empecé a escribir el guion, y en la medida en que progresaba descubría un centro más profundo. Por eso creo que de alguna forma el origen de la película tiene que ver esa curiosidad y es el resultado de esa búsqueda incesante.

Quizás por eso el título no cambió durante los cinco años que duró este proceso, pues da la idea de algo omitido que en la medida en que más se oculta mayor es su presencia, fue el motor esencial que me animó a realizar el filme.

¿Cómo fue el proceso de preparación del guion y su puesta en marcha?

Tuve un proceso largo de entender y de luego trasladar al equipo de qué manera el retrato de un personaje podía evitar la explicación psicológica, sin por eso dejar de lado cierta contundencia en la expresión de las emociones de ese personaje. Para mí el reto principal era cómo hacer para, al omitir todo lo que está alrededor, lograr contar el centro de un personaje, es decir, qué es lo que mueve sus emociones y su manera de relacionarse con su propio deseo y forma de verse de manera confusa.

Creo que ese fue un momento bien interesante para mí, el darme cuenta de ese fenómeno que nos sucede a los seres humanos, que creemos tener convicciones claras sobre nosotros mismos, pero al momento de explicarlas es fácil darse cuenta de que no. Tuve que pensar en cómo hacer y la cantidad vueltas necesarias que tenía que dar para llegar a ese punto al que no se podía acceder de forma directa, y el zambullirme en ese estado real de las cosas solo fue posible al llegar a Ushuaia.

La película durante los dos primeros años de escritura transcurría en un lugar anónimo de la Patagonia, hicimos largos viajes desde Buenos Aires hasta el Sur, pasando por pueblos grandes y pequeños. Sin embargo, en ningún lugar encontrábamos ese espacio donde la historia se arraigara. Habíamos evitado desde el comienzo ir a Ushuaia, pero allí fue donde todo tomó forma.

¿Por qué? ¿Qué encontraste en ese lugar alejado al que evitaste todo el tiempo?

A Ushuaia fui solo y me instalé veinte días, supe que ese lugar expresaba un montón de sensaciones que este personaje vivía y estaba sintiendo. Al principio no supe bien, pero luego pude definir la personalidad de ese lugar en tres grandes ejes: el primero de ellos es su carácter de aislamiento, casi al borde del mapa y más al sur de eso no hay nada. El segundo es su paisaje industrial muy intenso, ese lado algo oscuro que me atrajo muchísimo. Finalmente es un sitio al que llegan personas de diferentes partes del país escapando de historias de vida muy duras, como muchas mujeres que huyen de sus parejas abusadoras

Me interesaba la contradicción entre ese lugar hostil, inhóspito, cruel, pero que al mismo tiempo era como un refugio, un caparazón para muchas personas. En ese sentido, lo que más me interesó del personaje es que estaba como en un paréntesis, ella trabaja el turismo pero es local para los turistas y es turista para los locales. Esa condición de estar todo el tiempo siendo nada es lo mismo que yo sentí cuando estaba allí, y es lo que intenté trasladar al personaje.

¿Cuán difícil fue el rodaje?

Muy difícil. La ciudad además de ser hostil por el clima es una ciudad muy tensa, ojalá algo de esa atmósfera haya quedado recogido en la película. Fue un rodaje en el que nos fuimos enfermando todos, íbamos cayéndonos, recuperándonos y remplazándonos unos a otros. Creo que todo eso impregnó el tono de las escenas. En el sonido creamos esa atmósfera que tiene que ver con el tono de la película, a veces aturde, con todo ese entorno industrial, en relación con sonidos mucho más puntuales como la respiración de los personajes, determinadas expresiones, y de escenas de mucho ruido pasábamos a otras dentro de autos donde había acústica.

Fue desafío reconstruir a partir del montaje el sonido, crear esa realidad artificial, pues no es así como suena ese lugar, aunque creo que así se siente.

¿Por qué la ficción por encima del documental para tratar temas sociales?

La ficción tiene respuestas o modos de construir más interesantes sobre cosas que serían más obviamente documentales, y el documental tiene respuestas más novedosas a problemas que la ficción ya agotó. Es decir, cuando uno se enfrenta a un documental de tema social, ya esa visión la tenemos bastante digerida, y a veces la ficción encuentra un modo de entrar en ese tema trillado de manera más novedosa.

¿Cuál es tu relación íntima con Cuba más allá del cine?

Para mí es doblemente importante presentar mi filme aquí en La Habana, pues primeramente este festival lo admiro mucho, y se presentan muchas películas importantes del continente. Por otra parte, mis dos abuelos con sus siete hijos vinieron aquí en los años sesenta a trabajar, y Cuba fue un lugar muy recurrente en mi familia de historias, formación, etc.

En esa época mientras había una fuerte dictadura en mi país, Cuba abrió sus puertas a mi familia y por eso siempre quise conocer esta tierra que alguna vez fue de mis padres también.

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Yuli alias Acosta​​​​​​​