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Nancy Morejón: de la renovación a la perpetuidad
07August
Artículos

Nancy Morejón: de la renovación a la perpetuidad

Quizás se hubiera convertido en una cantante de feeling, pero fue la poesía quien nos presentó a Nancy Morejón y la posicionó como una de las autoras más respetadas de la lírica insular, consideración esta que nació desde que salieron a la luz sus primeros versos. Sin embargo, Nancy nunca ha dejado de cantar y sentir la música de manera íntima. Ella dialoga con intérpretes y compositores, plasma sus ideas en un disco de determinado solista, colabora con sus anécdotas en investigaciones sobre aquellas artistas intensas que logró conocer.

«Hubiera sido músico con dignidad, hubiera hecho cosas notables. Estoy segura», confesó a la revista Bohemia, hace casi treinta años.[1]

En la poesía Nancy Morejón encontró la raíz del canto que nunca proyectó sobre un escenario y colocó su voz en un caldeado ambiente de transformación social, donde casi todo estaba sujeto a la definición, a la mirada distinta. El oficio de poeta no escapó de esa época convulsa a inicios de la Revolución. Los escritores de entonces empezaron a mirarse otra vez por dentro y respetando a los clásicos incorporaron nuevas palabras a sus discursos, dirigieron la mirada a otros entornos, hablaron de amor y dolor en otras circunstancias.

Antes de la emoción prefirieron la idea, salieron a la calle y entonces la poesía, la piadosa, la lenta renació inesperada, como escribió Retamar. Como parte de ese grupo de emprendedores Nancy Morejón empezó a moverse, a romper estigmas sociales, prejuicios sembrados durante siglos. Defendió la raza y contribuyó a preservar y a promover los valores del gran Caribe—a ella le debemos el redescubrimiento en Cuba de poetas como Derek Walcott, entre otros—.A Nancy se le asocia repetidamente con Nicolás Guillén, el Poeta Nacional. De él fue su mejor discípula y sin él ella no existiría.[2]

«Tuve el privilegio de ver cómo hacía artículos de prosa impar sobre temas caros a la población, ejemplo de hombre de letras al servicio de las mejores causas.»[3]

En La rueda dentada el propio Guillén nos dice que Nancy entra casi en la leyenda, en el mito, netamente distinguida, valorada con atención y sin condescendencia para trasmitir en forma más aguda que muchos de sus contemporáneos las contradicciones, el carácter y la cultura de nuestro pueblo en momentos de renovación social y espiritual. Sin amilanamientos ante la forma, su capacidad de concisión, vitalidad y coherencia de expresión son sus cualidades más relevantes: descubre la belleza de los carteles y letreros urbanos, la magia constante de la vida cotidiana, el desenfado de las nuevas relaciones. Sus retratos de obreros, de artesanos, de músicos, de pintores como Goya, la ciudad con sus patios, sus calles, las costumbres de sus gentes, conforman una voz ineludible en la poesía hispanoamericana.

Nancy todavía no ha olvidado ni su costa perdida ni su lengua ancestral. Sigue creyendo en cierta irracionalidad del proceso creador, en la inspiración. Escribe poemas ligados a una atmósfera, trata de captar y transmitir el medio, el ruido y su música. 

Marta Valdés la recuerda en su juventud como una tremenda percusionista con una gran penetración para lo popular. Ojalá y este 7 de agosto algunos amigos puedan demostrarle con música todo el cariño que Cuba le profesa a nuestra Nancy, la habanera que nació en Los Sitios hace 75 años.

Me dejaron aquí y aquí he vivido

Y porque trabajé como una bestia,

aquí volví a nacer.

A cuánta epopeya mandinga intenté recurrir.

Me rebelé.

 

Mujer negra (NM)

 

[1]«Nancy, de manos con la poesía»,  en Bohemia, 6 de julio de 1990, p. 93.

[2]Ibidem.

[3]Ibidem.