El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza propone una lectura renovada del arte estadounidense de posguerra con la exposición Warhol, Pollock y otros espacios americanos, un proyecto que invita a cuestionar los límites entre el expresionismo abstracto y el arte pop, entre la emoción gestual y la frialdad mecánica, entre Jackson Pollock y Andy Warhol. Dos figuras tradicionalmente entendidas como polos opuestos, que ahora el museo reúne en un mismo espacio para hacer visible lo que siempre existió entre ellos: un diálogo no tan silencioso sobre el espacio, la figura y el fondo.
Warhol, Pollock y otros espacios americanos reúne más de un centenar de obras, muchas inéditas en España, procedentes de una treintena de instituciones de Norteamérica y Europa.
La exposición cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid y el Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, y va acompañada de un catálogo con textos de Estrella de Diego y Patrick Moore, así como una conversación entre De Diego, el pintor argentino Guillermo Kuitca y Guillermo Solana, director artístico del museo.
Más allá que dos artistas opuestos: el espacio como fuente de la narrativa

Durante décadas, la historia del arte narró a Pollock y Warhol como antagonistas: el primero, símbolo de la abstracción pura; el segundo, emblema del consumo y la reproducción. Aunque con una historia de admiración inequívoca de parte del segundo por el primero y cierta obsesión por su repentina muerte en 1956.
Sin embargo, esta exposición, comisariada por Estrella de Diego, propone revisar ese relato binario y explorar cómo ambos artistas transitaron entre la figuración y la abstracción en diferentes momentos de sus carreras.
Tal vez —sugiere la muestra— Warhol nunca dejó de hablar del espacio, ni Pollock de las formas que lo habitan. La línea que Pollock persigue en sus lienzos encuentra eco en las repeticiones de Warhol. En ambos, el espacio no es un vacío, sino una negociación constante entre lo visible y lo oculto.
La negociación de las emociones en la obra de Pollock y Warhol

Uno de los ejes centrales de la exposición es la reformulación del espacio pictórico. Para Pollock, la abstracción ocupa todo el lienzo, diluyendo la figura. Para Warhol, el espacio se colma de imágenes mediáticas hasta saturarlo, desactivando su carga emocional mediante el color y la repetición.
En esa tensión entre plenitud y vacío, entre gesto y superficie, se abre un territorio compartido. Allí se encuentran también otros artistas presentes en la muestra, como Sol LeWitt, Helen Frankenthaler, Lee Krasner o Cy Twombly, que expanden este diálogo americano hacia nuevos lenguajes y estrategias visuales.
Rastros, repeticiones y autobiografía

Tanto Pollock como Warhol dejan en sus obras huellas que funcionan como signos autobiográficos. Warhol, con su aparente desapego, construye un relato íntimo disfrazado de cultura de masas: Liz Taylor, Elvis Presley o las muertes de famosos se convierten en un gran proyecto personal sobre la celebridad y la mortalidad.
Pollock, por su parte, deja en el lienzo el movimiento de su cuerpo. Ambos convierten el espacio en un espejo fragmentado de sí mismos.
Volver a mirar: la revolución en el diálogo compartido entre Warhol y Pollock
“¿Quién dijo que lo bello no puede ser político?”, plantea uno de los textos curatoriales. En un tiempo marcado por la prisa y la saturación de imágenes, esta exposición invita a volver a mirar. A contemplar sin urgencia, a detenerse en el espacio. Porque contemplar —como sugieren Warhol y Pollock desde su insólita afinidad— puede ser un acto más allá de lo político, sino revolucionario.
Exposición: Warhol, Pollock y otros espacios americanos en el Museo Thyssen-Bornesmisza de Madrid (disponible entre el 21 de octubre y el 25 de enero)




