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NadalitoLa fotografía de procesos mentales
12March
Artículos

NadalitoLa fotografía de procesos mentales

Donde se realiza un modelo integrado La exposición Estética x Genética (Centro de Arte 23 y 12, 2007) del artista matancero Nadalito mostró un proceso coherente de interrelaciones entre diferentes aspectos de la trayectoria de este artista. El tema principal, el del consumo, ubicaba la cuestión del diseño y su integración con las artes como tópico fundamental a desarrollar. Se trataba de una propuesta articulada desde los efectos prácticos del diseño museográfico y/o publicitario donde museografía y obra hacían una unidad que no se limitaba al –también conceptual– ejercicio: “la museografía es la obra / la obra es la museografía”, sino a funciones que vinculaban arte y diseño a cuestiones esenciales de socialización y comunicación. Nadalito remedaba la estética de los “moles” comerciales, de las tiendas por departamentos y del diseño de modas en un reciclaje de códigos y referencias tanto de la esfera pública (arte y diseño; arte y cultura visual), como de estados individuales o personales (espirituales y materiales). Es el proyecto que, en el contexto cubano, mejor ha logrado establecer equivalencias en cuanto a la matriz comercial y publicitaria como modelo de organización del arte y la cultura contemporáneas (aun y paradójicamente la nuestra), así co- mo en lo relativo a la idea de mostrar la estética y la mentalidad consumistas como parte de un nuevo y extendido orden de relaciones sociales. Ésta que pudiera parecer una postura snob por aquello de presentarse como evidencia de una realidad corporativa y telemática aparentemente fuera de nuestro alcance, es traída a colación y llevada a sus mayores consecuencias por alguien que vive y trabaja en el polo turístico de Varadero desde donde irradian –hacia contextos más cercanos– realidades y prácticas de consumo que ya forman parte de nuestra cotidianidad y que tampoco son ajenas al contexto capitalino. Extrapolar esa experiencia a la galería habanera de 23 y 12, en la misma esquina del complejo comercial homónimo, convertía la propuesta en un acto de provocación sociológica y estética. El objeto y el sentimiento de consumo como prenda o patrón de seducción hacen de la publicidad un mecanismo arbitrario en el sentido en que se nos presenta como algo natural, casi genético. Nadalito tensa y controla estos niveles de antagonismo con recubrimientos (pátinas, textos, ralladuras) que unifican superficies fotográficas y planos opuestos de realidad. En la misma medida, la galería expandió sus predios y ganó público no sólo al proyectarse desde las vidrieras hacia el exterior sino porque atrajo a un espectador que cándidamente se interesaba por la rebaja de zapatos allí anunciada, por la moneda con la que se podía adquirir aquel producto o, en el mejor de los casos, por el nuevo precio de las obras de arte puestas a la venta, toda una oferta especial de Verano y una trampa que el público debía sortear desde el carácter crítico y muchas veces distanciado que el propio arte contemporáneo provoca. Y es ahí donde Estética x Genética deviene punto de partida e inspiración a esta breve reseña de su obra, pues el artista realiza un ajuste de cuentas consigo mismo (“copia de copia de la copia”) en el cual ha reciclado momentos e imágenes diferentes de su obra para superponer unas a otras y dar cuenta de la simbiosis de mensajes que forman el entorno visual contemporáneo, y del modelo integrado en que se inscriben nuestras percepciones; un modelo que combina los aspectos creativos y críticos al tiempo que disciplinado frente a los imperativos y la avalancha de los códigos de la publicidad. Como antecedente de estas reflexiones sus series Mi propia historia (o Filosofando con imágenes), 2003, y Fusión, 2004, abordaban ya el dualismo posmoderno realidad/representación desde la perspectiva del que amplifica y cuestiona tanta superposición y cadenas de referentes. Mi propia historia (o Filosofando con imágenes), serie que en el autor es casi una obsesión al remodelar y transformar hasta la que hoy conocemos como La razón de la duda, abordaba el núcleo temático Casa-Trabajo-País-Sobrevivencia en imágenes analógicas de acciones retratadas. Pero aquí se iniciaba también un uso de textos por “recubrimiento” de los negativos de 35 mm (capas transparentes que se añaden al negativo con plumones, óleos, tintas vegetales, etc.), recurso poco o nada explotado por la fotografía cubana y que ha tenido un desarrollo internacional tanto en la fotografía tradicional como en los nuevos medios. Y vaya paradoja si recordamos que las fotografías de Gory, Marta María Pérez, René Peña, entre otros, han incursionado en la relación texto-imágenes, pero de igual forma sólo en Nadal el texto es parte original e íntegra del procedimiento de la propia fotografía. ¿Y qué importancia tendría un antes o un después a los efectos de la comunicación y de la impronta conceptual que se quiere transmitir? ¿Cual es la diferencia? En Nadal el texto producía una desfragmentación, rotura o desgarramiento de la imagen. Era también imagen fotografiada o creada como parte orgánica de la propia fotografía. De una palabra nacía una obra, se convertía en célula básica en transformación. Un texto superpuesto o acotado a una imagen funciona como complemento; un texto como modelo de representación de un concepto incorporado con incisiones, dibujos, o manchas, es también fotografía. Igualmente con Fusión, 2004, base del proyecto TV play, 2009,1 Nadal empezaba a aislar cada vez más la imagen de sus contextos para dejar claro que no se trataba de la representación de la realidad, sino de la representación de un concepto de representación de esta realidad incluso signada por representaciones tecnológicas, mediáticas, de dicha realidad en televisores, computadoras, etc. En esta dirección mezclaba técnica digital y analógica para resolver problemas que se solucionan de manera mucho más sencilla a través de los software de computación, pero en función de hacer obvio el contrapunto de realidades antagónicas como la integración cuerpo humano-tecnología. Pero ésta era también una forma de alusión al método o recurso de la tecnología digital resuelta por edición, superposición o yuxtaposición de planos, y a la inserción de la pantalla-ventana en las vidas humanas, convertida ya en extensión (sustitución) de nuestros cuerpos y (¿por qué no?) de nuestras almas. Nadalito nos hablaba de un nuevo hombre cultural en la medida en que unificaba aspectos materiales, tecnológicos y poéticos del nuevo ser. Tampoco recuerdo muchos artistas cubanos que se detengan en tales problemáticas. Un poco menos complicado Sin embargo, su proyecto Cuestiones de Estados (Revolución y Cultura, enero, 2008) parecía llevarnos de regreso a aquellos pasos iniciales suyos en los que el purismo fotográfico y la simplicidad formal eran clave de la obra, mientras que la noción de autor vuelve a presentarse como único e irrepetible. Todo ello viene a ratificarnos a Nadal como un fotógrafo no de lo real sino de realidades conceptuadas. El juego intelectual deriva aquí de la unidad entre el paisaje físico y el paisaje emocional teniendo por éste no el género a la manera pictórica (incluso fotográfica) tradicional sino una interpretación de aquello que encontramos a nuestro alrededor, en el horizonte, o circunscrito a nuestros pies. Pero incluso esa perspectiva de distancia (acercamiento) al campo visual de referencia alude también a un estado de la mente más o menos abierta, más o menos abarcadora, más o menos presente, concentrada o distante en sus reflexiones. Con ese “paisaje” mínimo encontrado (minimalista), o “paisaje” mental recreado (neorromántico), Nadalito vuelve al texto, caro motivo de sus investigaciones. El procedimiento en este caso es una operación cultural que supera intencionadamente la manera en que sus primeros “recubrimientos” cuestionaban el antes y el después en la foto. Se superponen así lo artesanal y lo tecnológico, lo intelectual y lo mecánico como equilibrio de fuerzas entre las implicaciones del ejercicio digital donde la fotografía deja de ser realidad develada, antes bien definitivamente construida. En Cuestiones de Estados alude a un fragmento aislado de realidad integrado al concepto o idea que emana de la relación texto-imagen, como registro del acto mismo de inspiración que precede a la creación. Como en toda su obra aquí se nos habla de miedos, dudas, desequilibrios, errores, memorias, etc., pero no ya desde la complejización del código sino todo lo contrario, como quien regresa a estados prístinos del hombre en la búsqueda de algún recurso de salvación, de alguna solución. Es en esta dirección hacia donde también apunta su proyecto inédito Redes de confidencias (work in progress, 2007-2009), hacia la búsqueda de una esencialidad humana: una humanidad (valga la redundancia) que nos una por encima de nuestras diferencias –individuales, materiales, locales– no para devolvernos lo que tenemos de común, incluso desde esa falsa homologación de realidades globales, sino en un consenso que tienda a la humildad de unos hombres con otros, de unas realidades frente a otras, o del propio hombre frente a su inseguridad y desesperanza. Con Redes de confidencias, Nadalito retrata y expone una red personal de amigos, familiares y colegas, aquella que ha dado cuerpo y alma a su vida y a su carrera. Destaca universos y contextos individuales que se cruzan desde ciertos modelos sociales de colectividad y donde a partir del gesto dúctil de los zapatos en la mano (anterior al zapato de Bush) se homologan las diferencias. …Y mucho menos elitista Hay un grupo de obras de Nadalito que vendrían a develarnos esa suerte de encantamiento que nos une a la imagen digital cada vez más estandarizada y consecuentemente menos elitista. Y es que el artista pocas veces encontró total aceptación en el gremio fotográfico. Se trataba, en primer término, de que había apostado “equívocamente” al color. Pudiera decirse que instauró –desde la no muy lejana Matanzas– una tradición del color en la fotografía cubana que se apoyaba –con astucia– en convencionalismos y recursos de poca valía para las exigencias incluso contemporáneas de la fotografía artística. Su obra La canasta, 1994, finalista del Salón Nacional de Fotografía (1999) de la Fototeca de Cuba, era una secuencia analógica hecha con película de color que mostraba tres instantáneas del sol acercándose y entrando a una canasta de baloncesto. Una obra construida desde el principio de la instantánea a la cual, según opinión de muchos, el blanco y el negro le hubieran conferido un tono más serio y trascendente. Un día de Ofelia, 1999, uno de los primeros (y mejores) ensayos fotográficos a color que conozco, convertía ocho acciones cotidianas de su tía Ofelia (coser, limpiar, lavar, tender, planchar…) y su espacio de vida, en estudio para una estética diferente de la belleza cotidiana; una estética que nos hacía prácticamente regresar a la fotografía de estudio o a la fotografía más convencional, a fin de legitimar el espacio y la vida doméstica más popular. Nadalito regalaba a Ofelia la dignidad que ante sus ojos significaba su vida, y traspasaba a nosotros un sentimiento de respeto y consideración. Pero no se limitaría al encuadre perfecto y a la imagen bonita; la necesidad de renovarse y de sentirse útil lo condujeron por dos caminos convergentes en el elemento compositivo: el diseño y la fotografía. Y no es casual si tenemos en cuenta que la cámara como artefacto tecnológico ofrece infinitas posibilidades compositivas, mientras el diseño también otorga espacio importante a la composición. El camino que recorre Nadal en esta etapa lo lleva muy rápidamente por experimentaciones que reclamaban algo más que el encuentro entre el fotógrafo, la realidad y una cámara; un nuevo procedimiento que retomara su constante necesidad de experimentación lo conduce precisamente a Juegos eróticos o Relato erótico, 2001.2 En ella los planos cortantes de color, composición, formas, líneas o volúmenes parecían digitalmente construidos; para sorpresa nuestra, se trataba de un registro digital instantáneo realizado por una cámara de poca resolución que producía el efecto del engaño “pictórico” y permitía realizar registros, de manera casi oculta, de lo que bautizó como “erotismo de oficina” aludiendo a la ritualidad erótica cotidiana donde la subversión se torna sutileza, guiño y rompimiento “autorizado” de la norma. Lo que para él había sido una cuestión esencial (el color), para otros resultaba un problema. Hoy con el arte y la tecnología digitales nadie cuestiona su uso pero entonces las galerías cubanas sí lo veían con desconfianza. Cuando rastreamos esos orígenes del color encontramos las fotografías “iluminadas” por Gory en el cuarto oscuro, los experimentos de Fors para virar sus imágenes al sepia, y las fotografías de Arturo Cuenca, los tres durante lo años 80, y posteriormente las imágenes de Yamila Lomba cuando alteraba el revelado de la diapositiva e imprimía con las variantes de color que ello producía. Sólo otros dos o tres antecedentes aislados podrían citarse en esta dirección: la fotografía submarina que había comenzado a tener sus aficionados y profesionales en Cuba,3 algún premio de la Revista Revolución y Cultura4 y la gestión de la Casa de las Américas con su Premio de Ensayo Fotográfico. Todo ello anterior a la explosión de la tecnología digital. Si bien estos artistas usaron el color como elemento traído a colación (o añadido) en determinadas circunstancias, para Nadal la fotografía era el color, toda su obra está hecha desde la película de color y sobre sus presupuestos tecnológicos. Hablo del año 1987 cuando el artista en ciernes alcanzaba a ver que la fotografía era además de esa historia familiar de cumpleaños y bodas o un medio para hacer dinero mientras complacía a sus semejantes, un procedimiento tecnológico que le proporcionaba la mejor manera de experimentar y decir. Asimismo, estudios autodidactas de técnica y composición lo ayudaron a encontrar un camino de expresión donde, siempre desde el color, pasa de la imagen que reproducía la realidad a crear sus propias composiciones usando como terreno fértil el cuerpo humano y su sexualidad. Estos ensayos serían con posterioridad agrupados bajo el título Desnudo de colores, 2001-2002 donde el juego de representar es un equivalente de la destreza y belleza del despliegue del cuerpo en la sexualidad. De esta serie Fantasía 2001, recreaba la idea del voyeur que intenta descubrir lo que hay tras líneas sinuosas, sugerencias corporales y movimientos equivalentes a la danza de los sexos y, más que sugerir, creaba una fisura temática en las representaciones de género y sexualidad al hacer realidad fotográfica la fantasía sexual masculina de presenciar una relación entre dos mujeres. Por otra parte, su instalación El mirón (Fototeca de Cuba, 2002) ubicaba al espectador en la perspectiva casi costumbrista de esos personajes que, bajo el Puente de Tirry de la ciudad de Matanzas, miran hacia arriba imaginando lo que no pueden ver. Mi propia historia (o Filosofando con imágenes), 2003; Fusión, 2004; Estética x Genética, 2006-2007; Cuestiones de Estados, 2008; Redes de confidencias, 2007-2009; La razón de la duda, 2009 y TV play, 2009, entre otras ya mencionadas, son proyectos que ubican a Nadalito dentro del arte cubano más experimental, con esquemas e imágenes que trascienden la fotografía (analógica o digital) para ubicarse como equivalentes sensibles y redimensionados de nuestras vidas. La Habana, 2008-2009

Del proyecto La razón de la duda
Serie Límite, 2004
Silabismo fotocubierto / Photo covered headnote / 300 x 1,50 cm

Vanidad / Del proyecto Estética x Genética / 2006
Fotografía / Photography / 80 x 60 cm

Del proyecto Estética x Genética / Obra, 2006
Fotografía / Photography / 80 x 60 cm

De la instalación El mirón (detalle), 2003

Estética x Genética, 2007 / Galería 23 y 12
El Vedado, La Habana