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Los retratos en vivo del noruego Crispin Gurholt
13May

Los retratos en vivo del noruego Crispin Gurholt

 

Por Héctor Bosch y Xenia Reloba

 

Cenicienta sueña con su vestido nuevo y sentada impasible en un almendrón espera que algo suceda. El reloj detenido en la oficina señala las 11:55. Al parecer poco antes de que den las 12 algo debe cambiar.

 

En Línea entre D y E, El Vedado, el artista noruego Crispin Gurholt propone su performance Live Photo no. 23: Havana Cuba, un conjunto de «cuadros» que no aspiran a «retratar» la realidad, sino a cubrir y reinterpretar lo que el europeo denomina «vacíos».

 

Invitado a la Oncena Bienal, aquí recrea escenas de la cotidianidad habanera y las detiene en el tiempo, valiéndose de la contribución de artistas profesionales y de personas «de la calle», quienes permanecen estáticos durante intervalos de 20 minutos, separados por breves recesos.

 

Con la colaboración del promotor cultural Michel Núñez, nos acercamos a Gurholt para conocer las motivaciones detrás de este performance. ¿Cuánto tiempo estuvo en contacto con el ambiente habanero para poder reconstruir escenas propias del lugar?, empezamos.

 

«Estuve aquí hace 12 años y he visto cambios, pero algunas cosas no han estado a la par de ese desarrollo», nos cuenta.

 

«Lo que trato es de crear atmósferas poéticas, un retrato, pero no uno concreto, sino uno en que el espectador también puede crear su propia interpretación», apunta, y agrega que en su obra las personas no son lo único importante, también –y diríamos que sobre todo– lo son las cosas, los objetos que protagonizan o rodean las escenas.

 

«El público primero ve a las personas y luego las cosas, pero todas hablan de conjunto. Toma tiempo unir los detalles para que el público se cree su historia», subraya, y continúa explicándonos aquellos espacios de la realidad cubana a los que pretende aproximarse con este performance.

 

«Aun cuando existen cosas en Cuba que mejoran, quedan pequeños vacíos, y esos son los que trato de captar. Es otra imagen de la realidad», apunta.

 

La escena que nos recibe, una suerte de oficina detenida en el tiempo donde destacan objetos-símbolos como el tabaco, el ron, una bandera cubana, un retrato del Che y un reloj que avisa que quedan apenas 5 minutos para las 12, atrae nuestra atención.

 

«Esa escena es el centro de la exposición», nos dice, y añade que «hay muchas lecturas en la historia».

 

También en la realidad que el artista noruego atrapa, aunque no lo haga cuadro a cuadro sino a la manera de los impresionistas: luces, manchas, sensaciones que se detienen durante dos horas cada día, por siete jornadas de la Oncena Bienal de La Habana, en una vetusta casona de la céntrica Calle Línea.