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Mirtha Ibarra y la última pregunta
05December
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Mirtha Ibarra y la última pregunta

La actriz cubana Mirtha Ibarra fue la invitada al espacio España en mí, que conducido por el escritor cubano Reinaldo Montero, miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, y con el objetivo de establecer un diálogo reflexivo sobre la relación personal de cada uno de los invitados con España se realiza en la cúpula de la embajada de ese país europeo en Cuba —Cárcel número 51 esquina a Zulueta, La Habana Vieja—, esta vez un día antes de ser inaugurado en la capital de la mayor de las Antillas el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Aunque el teatro representó sus inicios en la actuación —fue notable su desempeño en obras como Tiene la palabra el camarada mauser y Week-end en Bahía— y la televisión la tuvo en algunos proyectos trascendentes —recuérdese su participación en Shiralab, El hombre que vino con la lluvia y Pasos hacia la montaña—, es el cine el que definitivamente marcó la vida de Mirtha desde que fuera dirigida en 1983 por su compañero en la vida, Tomás Gutiérrez Alea (Titón), en el filme Hasta cierto punto, por el que recibió el Premio Coral a la mejor actriz en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Pero el filme que la hizo re-conocida por público y prensa de todo el mundo fue Fresa y chocolate, codirigido por Titón y Juan Carlos Tabío, la única película cubana que ha sido nominada a los Oscar en la categoría de Mejor Filme Extranjero, donde interpretó el personaje secundario no tan secundario de Nancy. El Premio Coral le volvió a las manos. El cine cubano —Guantanamera, Aunque estés lejos, El cuerno de la abundancia…— y mundial —Ilona llega con la lluvia, Sobreviviré, Sagitario, Qui hi ha…— le brindó la posibilidad de reafirmar una carrera sólida y duradera. «La vigencia de la película —dijo Mirtha refiriéndose a Fresa y chocolate— no solo es por el tema de la discriminación de los homosexuales, sino por el de la discriminación de quien piensa diferente, que ha traído aparejados tantos problemas que golpean al mundo: la emigración, la religión, las ideologías… Abarca mucho más, nos propone muchas lecturas».

Sin dejar el teatro —ha realizado giras con obras de su propia autoría, como la que hizo por España a comienzos de siglo con Obsesión habanera—, incursionó como directora con el documental Titón: de La Habana a Guantanamera (2008), un homenaje a su esposo, el cineasta cubano más trascendente de todos los tiempos. Para la literatura compiló el título Volver sobre mis pasos, con cartas de Gutiérrez Alea que son testigos del decursar del cine cubano en Revolución a través de reflexiones, inquietudes y no pocos conflictos. De él Mirtha recordó su obsesión por los detalles: «Titón aseguraba que el cine es un arte colectivo y que todo el mundo tenía que aportar: el director de fotografía, el escenógrafo, los actores… Decía que el actor es el ente más sensible, el que hay que cuidar más».

La relación de Mirtha Ibarra con España es notable. «Después de La Habana, de todas las capitales del mundo que he conocido —apunta— el lugar donde mejor me siento es Madrid. Es mi segunda ciudad. El mar es lo único que le falta».

El XIV Festival Internacional de Cine de Gibara la congratuló en el año 2018 con el Premio Lucía de Honor, que se sumó a otros reconocimientos recibidos en festivales como los de Gramado (Brasil), Damasco (Siria) y Sulmona (Italia).

La última pregunta de España en mí la realizó la actriz minutos después de finalizado el encuentro, mientras los participantes —entre los que se encontraban el embajador del país ibérico en Cuba, Juan Fernández Trigo, y el consejero cultural, Jorge Peralta— compartían en la terraza de la representación diplomática española en La Habana. Con la inocencia y nerviosismo de sus años iniciales preguntó a quienes le rodeaban: «¿Quedó bien?».  

En portada: Mirtha Ibarra y Reinaldo Montero